Capítulo 4
Pablo da el encargo solemne de predicar el Evangelio en días de apostasía — A Pablo y a todos los santos se les asegura la exaltación.
1 Yo te encargo solemnemente delante de Dios y del Señor Jesucristo, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino,
2 que prediques la palabra, que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.
3 Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina; sino que, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias,
4 y apartarán el oído de la verdad y se volverán a las fábulas.
5 Pero tú sé prudente en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.
6 Porque yo ya estoy a punto de ser ofrecido como sacrificio, y el tiempo de mi partida está cercano.
7 He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.
8 Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida.
9 Procura venir pronto a verme,
10 porque Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica; Crescente fue a Galacia, y Tito a Dalmacia.
11 Solo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio.
12 A Tíquico lo envié a Éfeso.
13 Trae, cuando vengas, el capote que dejé en Troas en casa de Carpo, y los libros, mayormente los pergaminos.
14 Alejandro, el calderero, me ha causado muchos males; el Señor le pague conforme a sus hechos.
15 Cuídate tú también de él, pues en gran manera ha resistido a nuestras palabras.
16 En mi primera defensa, ninguno estuvo de mi parte, sino que todos me desampararon; no les sea tenido en cuenta.
17 Pero el Señor estuvo a mi lado y me fortaleció, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen; y así fui librado de la boca del león.
18 Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial. A él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
19 Saluda a Prisca y a Aquila, y a la casa de Onesíforo.
20 Erasto se quedó en Corinto; y a Trófimo dejé en Mileto, enfermo.
21 Procura venir antes del invierno. Eubulo te saluda, y Pudente, y Lino, y Claudia y todos los hermanos.
22 El Señor Jesucristo esté con tu espíritu. La gracia sea con vosotros. Amén.
La segunda epístola a Timoteo, quien fue el primer obispo ordenado en Éfeso, fue escrita desde Roma, cuando Pablo fue presentado por segunda vez a César Nerón.