Capítulo 3
Pablo sacrifica todas las cosas por Cristo — Los ministros verdaderos deben dar ejemplo de rectitud.
1 Por lo demás, hermanos, regocijaos en el Señor. A mí, a la verdad, no me es molesto escribiros las mismas cosas, y a vosotros os da seguridad.
2 Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de la mutilación.
3 Porque nosotros somos la circuncisión, los que servimos en espíritu a Dios, y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne.
4 Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si a alguno le parece que tiene de qué confiar en la carne, yo más:
5 circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo;
6 en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia de la ley, irreprensible.
7 Pero todas las cosas que eran para mí ganancia, las he considerado pérdida por amor de Cristo.
8 Y ciertamente, aún considero todas las cosas pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor de quien lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo,
9 y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe;
10 a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser como él en su muerte,
11 si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.
12 No que ya lo haya alcanzado, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, para ver si alcanzo aquello para lo cual fui también alcanzado por Cristo Jesús.
13 Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,
14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
15 Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios.
16 Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma norma, sintamos una misma cosa.
17 Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que andan según el ejemplo que tenéis en nosotros.
18 Porque por ahí muchos andan, de quienes os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo,
19 cuyo fin será perdición, cuyo dios es el vientre y cuya gloria está en su vergüenza; que piensan solamente en lo terrenal.
20 Pero nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo,
21 el que transformará el cuerpo de nuestra humillación, para ser semejante al cuerpo de su gloria, mediante el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.