Los miembros de la Rama Beirut empacan cajas de comida para ayudar a los refugiados sirios
Por Sarah Jane Weaver, editora adjunta de Church News
Puntos destacados del artículo
- Naciones Unidas denominó la crisis en Siria como “la emergencia humanitaria más grande de nuestra época”.
- Los miembros de la pequeña Rama Beirut respondieron muy bien a los esfuerzos humanitarios de la Iglesia.
BEIRUT, LÍBANO
Carlos Nassif, miembro de la Rama Beirut, en el Líbano, sabe que muchas personas de su ciudad viven “días difíciles”.
“Muchas personas tienen hambre y necesidades”, dijo mientras trabajaba con otros miembros de la rama el 11 de octubre, preparando paquetes de alimentos para los refugiados sirios en Beirut. “De esta manera podemos ayudarlos”.
La oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados informó que este año el número total de refugiados en todo el mundo supera los 50 millones, dicho número incluye unos 6,5 millones que han sido desplazados por la Guerra Civil Siria. Oficialmente, unos 1,14 millones de esos refugiados han huido al Líbano.
El padre Paul Karam, presidente de Caritas Líbano, una organización humanitaria asociada a los centros de caridad de la Iglesia, estima sin embargo, que hay cerca de 1,6 millones de refugiados sirios en la ciudad.
Cuando el número de refugiados sirios se agrega a la cantidad de refugiados de otros países, “los refugiados son más de la mitad de la población del Líbano”, dijo él. “¿Puede el Líbano proveer para esa gran cantidad de personas? ¿Puede la infraestructura sostener a ese número de personas? Estamos pasando por una verdadera crisis”.
No hay dudas sobre la crisis de Siria, “la emergencia humanitaria más grande de nuestra época” como dijo las Naciones Unidas, la cual ha limitado los recursos locales en el Líbano, donde unos 30 miembros de la Iglesia se reúnen cada semana, como parte de la Rama Beirut.
Roger Trad, un Santo de los Últimos Días nuevo en el país, dijo que preparar cajas de alimentos era su primera oportunidad de brindar ayuda humanitaria a otras personas del área.
Él dijo que los miembros de la Iglesia comprendían las necesidades y las esperanzas de los refugiados, “porque nosotros mismos vivimos en tiempos de guerra”.
Karim Assouad, presidente del Distrito Jordan Amman de la Iglesia, el cual incluye el Líbano, dijo que los miembros de la pequeña Rama Beirut muestran gran interés por prestar ayuda en las labores humanitarias de la Iglesia. “Cada vez que ellos saben que vamos a preparar paquetes de alimentos, vienen, aunque dispongan sólo de una hora”, dijo.
Eso es debido a que entienden la difícil situación de los refugiados como Mohammad Hammoud y su esposa, Khawleh Al-Hussen, y sus siete hijos. Hace dos años, la familia vivió “entre el ejército y el aeropuerto” en Aleppo, Siria, pero cuando la Guerra Civil Siria se trasladó a su pueblo, “dejamos nuestro hogar y nuestro país” y huimos al Líbano.
Sin embargo, la seguridad que disfrutan en Beirut, tiene un precio.
La familia vive en unas habitaciones ubicadas arriba de la fábrica donde trabaja el señor Hammoud, quien gana 90 dólares por semana. Los muros de cemento y las ventanas rotas proporcionarán refugio, pero no abrigo para los niños este invierno. Han transcurrido tres años desde que alguien de la familia ha asistido a la escuela. Los hijos mayores se están olvidando de leer y escribir y los más pequeños nunca aprendieron.
“Vivimos, pero no dignamente”, dijo el señor Hammoud.
La señora Al-Hussen dijo que vinieron al Líbano porque no tenían “ninguna otra salida”. Ahora, dijo ella, se preocupa constantemente “acerca del estudio de sus hijos y el invierno”.
La familia recibió una de las 110 cajas de alimentos preparadas por los miembros de la Rama Beirut. Además, los miembros de la Iglesia les llevaron ropa de invierno, mantas y otros artículos.
Después de que las cajas de alimentos llegaran al hogar de la señora Al-Hussen, ella se sentó en el piso con sus hijas para preparar calabaza para la cena, mientras hablaba acerca de la vida en Siria.
Ella espera, algún día, volver a Siria, empezar de nuevo y servir a los demás del mismo modo que a ella le prestaron servicio.
Al preparar las cajas con alimentos, Astrid, de 13 años, pensó en la señora Al-Hussen, en su familia y en otras familias de refugiados que necesitan alimentos, y trató de imaginar las comidas que podían preparar. Pensó mucho en otras cosas que podrían ayudar a los refugiados de su ciudad.
Debido a que ella prestó servicio, Astrid dijo: “Apreciamos más lo que tenemos y el lugar en que vivimos, y oramos por ellos”.