El presidente Monson comparte el amor por la obra misional con los nuevos líderes misionales

Por Gerry Avant, editora de Church News

  • 1 Julio 2015

El presidente Thomas S. Monson, en el centro y sus consejeros, el presidente Henry B. Eyring, a la izquierda, y el presidente Dieter F. Uchtdorf posan para una fotografía en el Centro de Capacitación Misional después de la reunión sacramental a la que asistieron nuevos presidentes de misión y sus esposas el 28 de junio de 2015.  Fotografía por Gerry Avant.

“Les testifico que a quien Dios llama, Dios capacita. Esta promesa se extiende no sólo a ustedes, sino también a sus misioneros. Cuando somos dignos, cuando nos esforzamos con fe, no dudando nada, por cumplir con los deberes que se nos han dado, cuando procuramos la inspiración del Todopoderoso en la realización de nuestros deberes, podemos lograr milagros”. —Presidente Thomas S. Monson

PROVO, UTAH

El presidente Thomas S. Monson siente amor por los misioneros, los presidentes de misión y sus esposas y la obra que realizan.

Él demostró ese amor al dirigirse a los 126 matrimonios que asistieron a una reunión sacramental al terminar el seminario de 2015 para nuevos presidentes de misión.

Los líderes misionales y sus esposas recibieron instrucciones de las Autoridades Generales en el Centro de Capacitación Misional de Provo desde el miércoles 24 de junio al domingo 28 de junio. Se presentaron a sus misiones asignadas el día 1 julio.

El élder Russell M. Nelson, del Cuórum de los Doce Apóstoles, dirigió la reunión sacramental y dijo que al menos durante 43 años el presidente Monson se ha dirigido a cada grupo de nuevos presidentes de misión y sus esposas.

El presidente Monson aseguró a los nuevos presidentes de misión y a sus esposas que han sido llamados por inspiración y servirán donde el Señor desea que presten servicio.

Utilizó su llamamiento como presidente de la Misión Canadiense a fin de ilustrar los cambios efectuados a través de los años para extender llamamientos a nuevos presidentes de misión y la capacitación que se les dio con el fin de ayudar a prepararlos para servir.

Él y su esposa, la hermana Frances Monson, tenían 31 años de edad cuando fueron llamados. “Nuestros hijos tenían siete y cuatro años de edad y la hermana Monson estaba esperando nuestro tercer hijo”, dijo él. “Nuestro llamamiento vino durante la última semana de febrero de 1959, y abordamos el tren a Toronto, Ontario, Canadá, unas pocas semanas más tarde”. Él dijo que la Iglesia ahora da a los presidentes de misión y a sus esposas un poco más tiempo para poner sus asuntos en orden antes de salir.

“A través de los años, al reflexionar, la hermana Monson y yo en esos tres años que pasamos en Canadá reconocimos que estaban entre las etapas más felices de nuestra vida. Cuando Dios llama y respondemos a ese llamado, experimentamos el gozo y la satisfacción de haber hecho lo que Él desea que hagamos.

“Les testifico que a quien Dios llama, Dios capacita. Esta promesa se extiende no sólo a ustedes, sino también a sus misioneros. Cuando somos dignos, cuando nos esforzamos con fe, no dudando nada, por cumplir con los deberes que se nos han dado, cuando procuramos la inspiración del Todopoderoso en la realización de nuestros deberes, podemos lograr milagros”.

Recordó a los nuevos líderes misionales que los padres de sus misioneros se arrodillan en oración cada día, pidiendo al Padre Celestial que bendiga a su hijo o hija en el campo misional. “Y en sus oraciones también piden una bendición sobre ustedes, para que su hijo o hija pueda ser guiado y amado y cuidado por ustedes. En efecto, ustedes llegan a ser padres sustitutos para sus hijos durante el tiempo en que él o ella sirve en la misión”, dijo él.

“Al ustedes supervisar con espíritu de oración la obra de la misión y de los misioneros, ustedes podrán ver la mano del Señor una y otra vez”.

Por ejemplo, él habló sobre la vez que miró una lista de misioneros que servían bajo su dirección y se sintió inspirado a trasladar a un joven élder, Neul Smith, a Welland, Ontario. “No era el momento para trasladarlo aún, pero seguí la inspiración y lo trasladé”, dijo el presidente Monson. La semana siguiente, cuando recibí una carta de su nuevo compañero, derramé lagrimas cuando leí: ‘Presidente Monson, sé que usted estaba inspirado al enviarnos al élder Smith a Welland. Estamos enseñando a algunas familias que hablan italiano cuyos conocimientos de inglés son muy limitados. He estado orando por un misionero de nuestra área que pudiera hablar italiano. Y usted envió al élder Smith, quien habla italiano con fluidez’.

“Hasta ese momento yo no estaba al tanto de que el élder Smith hablara italiano. Normalmente alguien no asociaría el apellido ‘Smith’ con el idioma italiano. Aunque yo no estaba enterado de su capacidad de hablar el idioma, no obstante, nuestro Padre Celestial lo sabía. Les prometo que tendrán experiencias similares al buscar ayuda celestial en todo lo que hagan”.

El presidente Monson dijo que recientemente leyó una comunicación de un joven misionero, el élder Mathew Winterholler, quien ha prestado servicio en Bolivia durante los últimos ocho meses.

“Antes de irse, su vida estaba centrada en los deportes, en sus amigos, en la escuela y en pasarla bien. Esto, por supuesto, es típico de casi todos los jóvenes”, dijo el presidente Monson. “Después de ocho meses en Bolivia, el dedicado misionero escribió lo siguiente en el correo electrónico semanal a su familia: ‘El trabajo es muy difícil, pero me siento muy feliz. Deseo ayudar a tantas personas como pueda. Estoy dando todo lo que tengo al Señor y a la gente. Llegamos a casa por la noche, completamente exhaustos, pero sonreímos con gozo. Sé que esta es la obra del Señor. Me encanta ser un instrumento en Sus manos’.

“El élder Winterholler ha redirigido su enfoque, como otros miles de hombres y mujeres jóvenes que sirven al Señor como sus representantes. Como resultado, infinidad de vidas están siendo cambiadas y bendecidas, incluso las suyas”.

El otro lado de la moneda está representado por los que vienen a recibir el Evangelio, dijo el presidente Monson. “Hace muchos años en una reunión de líderes del sacerdocio en Basilea, Suiza, uno de los discursantes era el hermano Johann Wondra, quien en ese momento era representante regional. Casi al concluir su mensaje él invitó al hermano Kuno Müller a ponerse de pie, y entonces él dijo a la congregación: ‘Aquí está el hermano Müller, el misionero que trajo el Evangelio y todo lo que eso significa, a mi esposa y a mí. Sin él, ¿dónde estaría hoy yo?’. Luego se volvió al hermano Müller y le dijo: ‘Lo amamos. Pensamos en usted todos los días de nuestra vida’. El hermano Müller lloró; el hermano Wondra lloró. Creo que todos derramamos una lágrima al haber presenciado el vínculo sagrado entre un misionero y un converso y sentimos el espíritu de la ocasión.

“Este es el espíritu que sentirán, que percibirán, que experimentarán en su misión”.