Alimento espiritual y cucharas de mango largo
Por la hermana Neill F. Marriott, de la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes
Puntos destacados del artículo
- Analiza las necesidades de tu familia y del vecindario en un consejo familiar.
- En las presidencias de clase habla sobre las necesidades de los miembros de tu clase.
- Busca guía del obispado con respecto a las necesidades de tu barrio.
- Explora opciones en justserve.org o por medio de los servicios de ayuda humanitaria y bienestar de la Iglesia.
- Presta servicio voluntario por medio de una organización de servicio a la comunidad de confianza.
“Estoy seguro que en nuestra esfera de influencia hay aquellos que están solos, enfermos y aquellos que se sienten desanimados. Tenemos la oportunidad de ayudarlos y de levantarles el ánimo”. —Thomas S. Monson, “Sean un ejemplo y una luz”, Conferencia General de octubre de 2015
El 27 de octubre de 2015, la Primera Presidencia envió una carta a todos los miembros de la Iglesia pidiéndonos que “[participáramos] en proyectos locales de ayuda a refugiados, donde sea práctico hacerlo”.
Como se demuestra en el siguiente relato, todos nos sentamos junto a la “olla de estofado”. Un hombre buscó a un viejo hombre sabio y le dijo: “Oh, hombre sabio, me gustaría saber cómo es el cielo y el infierno”.
El hombre sabio lo puso frente a dos puertas. Abrió una de las puertas y el hombre miró hacia adentro. En el centro de la habitación había una gran mesa redonda. En el medio de la mesa había una gran olla de estofado, que olía delicioso e hizo que se le hiciera agua la boca.
Las personas que estaban sentadas alrededor de la mesa se veían delgadas y pálidas. Parecían tener hambre. Tenían cucharas con mangos largos que estaban atadas a sus brazos. Todos podían alcanzar la olla de estofado y cargar la cuchara; sin embargo, porque el mango era más largo que el brazo no podían llevar la cuchara a la boca.
El hombre tembló de pavor al ver su sufrimiento y miseria. El hombre sabio dijo: “Has visto el infierno”.
Pasaron a la siguiente habitación y abrió la puerta. Había exactamente lo mismo que en la primera. Estaba la gran mesa redonda con la gran olla de estofado que le hacía agua la boca. Las personas tenían las mismas cucharas con mangos largos atadas a sus brazos; sin embargo, acá se veían bien alimentadas y robustas, se reían y hablaban.
El hombre dijo: “No entiendo”.
“Es sencillo”, dijo el guía noble, “se requiere de una habilidad. Mira, han aprendido a alimentarse el uno al otro, mientras que los avaros piensan sólo en sí mismos” (autor desconocido).
¿Pensamos en “alimentar” a los demás? ¿Qué tan llena está nuestra olla de estofado al pensar en el discurso del presidente Monson sobre nuestra esfera de influencia? El verdadero gozo está a nuestro alcance cuando somos conscientes de nuestro poder para dar a alguien que esté necesitado, tal vez a alguien que está en nuestro hogar.
Aunque el estofado puede llenar la barriga, la satisfacción del alma llena aún más el corazón de las personas con esperanza. Esa actitud de pensar en los demás es una manera hermosa de evitar “[el] abismo de miseria”, como Helamán lo expresa (Helamán 5:12). Las personas robustas, felices y bien alimentadas de la historia han aprendido esa verdad sobre el servicio.
Al mirar hacia el Salvador con el deseo de servir es un acto de fe y comienza un flujo de bendiciones mutuo. Cuando hacemos el esfuerzo de ayudar a los demás, el recordar y comprometerse con Jesucristo fortalece nuestro espíritu. Mosíah 2:17 enseña “que cuando os halláis al servicio de vuestros semejantes, solo estáis al servicio de vuestro Dios”.
¿Quién puede olvidar el consejo de Helamán a sus hijos? “Y ahora bien, recordad, hijos míos, recordad que es sobre la roca de nuestro Redentor, el cual es Cristo, el Hijo de Dios, donde debéis establecer vuestro fundamento, para que cuando el diablo lance sus impetuosos vientos… esto no tenga poder para arrastraros al abismo de miseria y angustia sin fin, a causa de la roca sobre la cual estáis edificados” (Helamán 5:12; cursiva agregada).
El aprender de Él por medio del estudio de las Escrituras y el elevar la vista hacia Él en todo pensamiento pueden mantenernos alejados de la miseria y angustia del adversario; y nos ayudará a vivir y dar más libre y desinteresadamente. Con espíritus nutridos, podemos ser como Lehi, al ofrecer el fruto del árbol a quienes esperan.
Al aceptar nuestras dificultades —las cucharas de mango largo— y seguir a Cristo, serviremos. En pocas palabras, la capacidad de dar lo que los demás necesitan proviene de Jesucristo.
El ejemplar de la Liahona de marzo de 2016 nos da respuestas concretas y útiles para sanarnos emocionalmente; luego podemos ayudar a los demás a sanar. Para quienes buscan respuestas, se proporcionan 18 tarjetas para recortar, son prácticas para el estudio y cada una trata una emoción o sentimiento difícil de sobrellevar. Esas emociones describen algunas de las que Cristo mismo debió haber sentido cuando tomó el sufrimiento de toda la humanidad.
¿Te has sentido débil, con miedo, culpable, desanimado, inútil o solo? Si es así, hay una tarjeta que espera por ti en la revista de la Iglesia. Nos recuerdan de Jesucristo y Su capacidad infinita de ayudarnos a progresar por Su amor en una perspectiva espiritual más saludable. Cuando de manera fiel obtenemos fortaleza del Salvador, llegamos a ser conductos de Su gracia y sanación a los necesitados. Las cucharas de mango largo ofrecen ayuda a los necesitados y nos convertimos en Sus agentes al alimentar espiritualmente a los demás mientras nos nutrimos por la fuente de todas las cosas buenas. En tal nutrición y servicio hallamos el gozo verdadero.
Maneras de servir
- Analiza las necesidades de tu familia y del vecindario en un consejo familiar.
- En las presidencias de clase habla sobre las necesidades de los miembros de tu clase.
- Busca guía del obispado con respecto a las necesidades de tu barrio.
- Explora opciones en justserve.org o por medio de los servicios de ayuda humanitaria y bienestar de la Iglesia.
- Presta servicio voluntario por medio de una organización de servicio a la comunidad de confianza.