El ayuno de 1985 marcó el comienzo de LDS Charities (Organización benéfica SUD)
Por Church News
“Tenemos tanto la responsabilidad de dar ayuda como también esperanza a los hambrientos, destituidos y oprimidos de este país y del extranjero”. —Presidente Thomas S. Monson
Han pasado 30 años desde que los Santos de los Últimos Días participaron en un ayuno especial el 27 de enero de 1985, para ayudar a las víctimas de la hambruna en Etiopía, el cual marcó el comienzo de lo que llegaría a ser LDS Charities (Organización benéfica SUD).
Luego del ayuno, el élder Ballard, en ese entonces de la Presidencia de los Setenta y ahora miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, y el élder Glenn L. Pace, en ese entonces Director Administrativo del Departamento de Bienestar de la Iglesia y ahora Autoridad General emérita, viajaron a Etiopía para decidir la mejor manera de utilizar los $6 millones recaudados por los Santos de los Últimos Días en el ayuno.
Allí visitaron un campamento que alojaba a 120.000 personas que vivían en tiendas de campaña. Sin embargo, las 30.000 personas fuera del campamento —quienes habían llegado a la puerta después de haber viajado cientos de kilómetros a fin de mitigar el hambre sólo para saber que había una lista de espera para entrar— fueron las que recibieron la compasión de las autoridades provenientes de Salt Lake City.
Algunos se acercaban a los líderes de la Iglesia. “¡Doctor, doctor!”, nos decían.
“Fue una experiencia que cambió mi vida”, recordó el élder Ballard en una entrevista para Church News en 2010. “La pobreza, las enfermedades, las circunstancias desesperadas que allí ocurrieron, fueron muy agobiantes” (“Fast for Ethiopia Accelerated Work”, Church News, 6 de febrero de 2010).
Treinta años después de la visita histórica y el ayuno especial de los miembros de la Iglesia que originó la visita, los Santos de los Últimos Días siguen ayudando a los necesitados.
La Iglesia se ha dedicado a ayudar a los pobres y a los necesitados desde la época de José Smith. Sin embargo, el esfuerzo de 1985 de ayudar a las víctimas de la hambruna en África aceleró la obra. Además del primer ayuno, los Santos de los Últimos Días participaron en un segundo ayuno en noviembre de 1985 que recaudó otros $5 millones para aliviar el hambre.
“Aunque la Iglesia siempre ha respondido a los sufrimientos causados por diversas catástrofes, la hambruna en Etiopía ha motivado un esfuerzo más metódico y organizado de lo que se había experimentado antes”, dijo el élder Pace durante una entrevista para Church News en 2010.
En los 30 años desde aquel ayuno, la Iglesia ha enviado $1,2 mil millones en ayuda a las personas con necesidades. Eso incluye alimentos, suministros médicos, ropa, kits de higiene, kits para recién nacidos y kits escolares. LDS Charities (Organización benéfica SUD) también ha proporcionado ayuda a largo plazo a través de las iniciativas que incluyen sillas de ruedas, agua potable, cuidado de la visión, capacitación de reanimación neonatal y vacunas. Para aprovechar al máximo cada dólar donado a la ayuda humanitaria, la Iglesia también se asocia con otras organizaciones humanitarias para ayudar a los necesitados.
“Tenemos tanto la responsabilidad de dar ayuda como también esperanza a los hambrientos, destituidos y oprimidos de este país y del extranjero”, dijo el presidente Thomas S. Monson durante el discurso de la Conferencia General de abril de 1990.
“Tal ayuda se proporciona en beneficio de todos. En varias ciudades, donde hay mucha necesidad, se ha ablandado el corazón de las personas y las expresiones de desaliento se han transformado en sonrisas de confianza, gracias a la generosidad de los miembros de la Iglesia” (“La época de la Conferencia”).
Son pocas las excepciones —como el ayuno para aliviar el hambre en Etiopía en 1985 y el ayuno a nivel mundial para las víctimas del maremoto ocurrido en el sudeste de Asia en 2005—, las donaciones de las ofrendas de ayuno, por lo general, se utilizan para ayudar a los miembros de la Iglesia con las necesidades de bienestar. La ayuda humanitaria, por el contrario, es para las personas de todas las religiones y, por lo general, se financia con donaciones humanitarias. El ayuno de 1985 marcó la primera vez que la Iglesia recaudó grandes fondos sólo para la labor humanitaria.
Sin embargo, después de ese acontecimiento, las personas en todo el mundo siguieron confiando en la Iglesia con sus donaciones monetarias para la ayuda humanitaria. Como resultado, la Primera Presidencia sugirió en diciembre de 1991 que los miembros que deseaban dar específicamente a la labor humanitaria efectuada por la Iglesia podrían designarlo en la línea de “otro” de la boleta de donativos.
Cinco años más tarde, en 1996, se modificó la boleta para incluir una línea específica para las donaciones humanitarias.
Hoy en día, además de la boleta, los miembros pueden brindar apoyo en la labor humanitaria al donar en línea, mediante la donación a través de LDS Philanthropies, al entregar objetos a Industrias Deseret o al prestar servicio a algunos de los cientos de instalaciones de bienestar de la Iglesia ubicadas en todo el mundo.
La Iglesia garantiza que hasta el último centavo donado al fondo humanitario se utiliza para el cuidado de los pobres y los necesitados.
Eso incluye a un hombre en Etiopía que llegó apenas caminando al campamento en 1985 con un bebé. El hombre había cargado al bebé entre 80 y 120 kilómetros después de encontrarlo en una carretera cerca de una mujer muerta, que supuso era la madre del bebé.
“Al llegar sediento, hambriento y delirante, las primeras palabras que dijo fueron: ‘¿qué se puede hacer por este bebé?’”, recordó el élder Pace. “¿Puede alguien dudar del amor que el Salvador sintió por ese hombre? Nunca he amado tanto a un extraño”.
La instrucción de cuidar del pobre y del necesitado la enseñó el Salvador durante Su ministerio mortal. “Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis… que en cuanto lo hicisteis a uno de éstos, mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:35, 40).
“Hoy en día hay quienes no tienen trabajo, carecen de dinero y les falta confianza en sí mismos. El hambre los aflige y el desaliento es su compañero constante”, dijo el presidente Monson durante el discurso de la Conferencia General de octubre de 1995. “Pero hay ayuda, incluso comida para el hambriento, ropa para el desnudo y morada para el desamparado” (“La paciencia, una virtud celestial”).
Al seguir los pasos del Salvador, los Santos de los Últimos Días ayudan a “quienes pasan hambre; a quienes viven en la miseria”, dijo el presidente Monson durante el discurso de la Conferencia General de octubre de 2008. “Trabajando juntos, podemos aliviar el sufrimiento y abastecer a los necesitados” (“Hasta que volvamos a vernos”).