Las mujeres jóvenes responden al llamado para ministrar
Por la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes
Puntos destacados del artículo
- Las jóvenes descubren que sus nuevas tareas de ministración las ayudan a forjar amistades y a fortalecer su testimonio de Cristo.
“Ahora, el ministrar, para mí, es entablar amistades y apoyarse los unos a los otros en todos los aspectos”. —Grace Rogers, una jovencita Santo de los Últimos Días
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Cuando se les pregunta cómo se sienten acerca de convertirse en hermanas ministrantes, algunas de las jóvenes con las que hablamos dijeron que están un poco nerviosas. Sin embargo, también se apresuran a aclarar que su entusiasmo por tener más responsabilidad como mujeres jóvenes supera sus temores. Aunque se les ha dado esta nueva oportunidad de servir en una asignación formal a las Damitas y Laureles, las Abejitas también están ansiosas por aumentar su nivel de ministración. ¡Todas nuestras jóvenes son extraordinarias!
Las jóvenes de la Iglesia son extremadamente capaces y poseen innumerables talentos que están dispuestas a compartir con los demás. Serán una valiosa fuerza para el bien al tomar parte en la obra de salvación de aquellos a quienes sirven. Ella Nielsen, de South Jordan, Utah, compartió cómo pensaba que las jóvenes podían ministrar cuando dijo: “Puedes ponerte en contacto con las personas y preguntarles: ‘¿Cómo estás?’ y asegurarte de que estén bien y ver si son felices y cómo va su vida”. Puede ser así de sencillo.
El élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, nos recuerda que “cada uno de nosotros, como discípulo del Maestro, tiene la responsabilidad de ministrar a los demás y reconocer que lo que hacemos realmente importa, aun cuando lo que hagamos pueda parecer pequeño o de poca trascendencia” (One by one, 2017, pág. 4).
Los sencillos actos de servicio que llevan a cabo nuestras jóvenes hermanas ministrantes bendecirán la vida de muchos a medida que aprendan a llegar a ser discípulas más devotas de Jesucristo.
Las jóvenes no tardarán en ver un aumento de la unidad en las familias de su barrio a medida que sirvan como hermanas ministrantes.
“Creo que esto ayudará a conocer a más personas en nuestro barrio”, compartió una jovencita. “Ya conocemos a las mujeres jóvenes y esto nos ayudará a conocer a los adultos”.
La hermana Bonnie H. Cordon, Presidenta General de las Mujeres Jóvenes (derecha), posa para una selfi con su compañera ministrante, Jessica Akins. Fotografía cortesía de la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes.
Con esta nueva oportunidad, vemos las bendiciones espirituales que se les brinda no solo a las hermanas a las que las mujeres jóvenes prestan servicio, sino también a las jóvenes mismas. Una jovencita, llamada Katie Varga, compartió su entusiasmo por ministrar al decir: “Tengo la oportunidad de ejercer mi fe con más regularidad. Puedo compartir mi testimonio en los hogares de las personas cuando creo que debo hacerlo y esto me ayudará a saber que la Iglesia es verdadera”.
En una época en que las relaciones personales han sido reemplazadas en gran medida por amistades virtuales, muchos jóvenes del mundo a menudo carecen de aptitudes sociales y de comunicación básicas. Esta oportunidad adicional para que las jóvenes presten servicio las ayudará a desarrollar confianza para conversar y relacionarse con los demás de manera personal. Llegarán a ser más semejantes al Salvador a medida que aprendan más compasión, comprensión y paciencia. Serán menos críticas con los demás, llegarán a ser más capaces de discernir las necesidades y tendrán más habilidad para actuar de acuerdo con las impresiones del Espíritu.
Vemos una aceleración en el crecimiento espiritual a medida que las jóvenes miran más allá de sí mismas, ven las necesidades de las personas que las rodean y luego actúan para ayudar a satisfacer esas necesidades. Al hacerlo, vivirán más plenamente los convenios que hicieron al bautizarse de llevar las cargas los unos de los otros, consolar a los que necesitan de consuelo, ser testigos de Dios, servir al Señor y guardar Sus mandamientos (véase Mosíah 18:8–10).
Se invita a las jóvenes a participar en las tareas de ministración con las hermanas de la Sociedad de Socorro, y muchas de ellas (como la joven Clara Thompson y su compañera ministrante, la hermana Michelle D. Craig, Primera Consejera de la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes) han respondido al llamamiento. Fotografía cortesía de la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes.
Grace Rogers, una Damita de Centerville, Utah, aprendió que ministrar era un poco diferente de lo que pensaba. “Primero pensé que era enseñar y dar una lección. Así lo creí hasta que se me dio la oportunidad de ministrar a la hermana [Carol] McIlrath. Ahora, el ministrar, para mí, es entablar amistades y apoyarse los unos a los otros en todos los aspectos”.
Nuestro deseo es que todas las Damitas y Laureles sean tomadas en cuenta para una asignación como hermana ministrante. Estas asignaciones pueden decidirse en consejo entre la presidenta de la Sociedad de Socorro, la presidenta de las Mujeres Jóvenes, los líderes del sacerdocio y los padres. A algunas jóvenes que tal vez no puedan servir de la manera tradicional, se les puede dar una asignación adecuada a sus habilidades. Todas las jóvenes tienen dones que podrían beneficiar a otra hermana de alguna manera y las bendiciones para las jóvenes que prestan servicio son inconmensurables.
A medida que las jóvenes sirvan en esta nueva asignación, desarrollarán amistades con hermanas mayores y más maduras de la Sociedad de Socorro. Esta relación las ayudará a aprender y entender el propósito de la organización de la Sociedad de Socorro a la que pronto pertenecerán. Al ministrar juntas, las hermanas de la Sociedad de Socorro pueden tener un impacto significativo para bien en la vida de sus jóvenes compañeras al enseñarles y asesorarlas en sus tareas conjuntas.
Carol McIlrath, de Centerville, Utah, considera un beneficio maravilloso que le ministre una hermana joven. “Qué placer es que una jovencita venga y me ministre. Trae consigo una perspectiva joven y renovadora acerca del Evangelio y me insta a tratar de ser mejor. Estoy muy entusiasmada por conocer mejor a las jóvenes del barrio”.
A medida que las mujeres jóvenes aprendan a servir y ministrar, sentirán el amor del Salvador más profundamente en sus vidas. Se darán cuenta de que al extender la mano para ayudar a “una persona en particular”, están sirviendo al Salvador y convirtiéndose en Sus discípulas.
El élder Joseph B. Wirthlin, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “Los verdaderos discípulos de Jesucristo siempre se han preocupado por la persona en particular. Jesucristo es nuestro gran ejemplo; lo rodeaban multitudes y habló a miles, sin embargo, siempre se preocupaba por la persona en particular” (“La preocupación por la persona en particular”, Conferencia General de abril de 2008).