Día de descubrimiento familiar de RootsTech: Sesión de apertura 2017

El presidente Russell M. Nelson y su esposa Wendy comparten sus sentimientos y dan consejo sobre el servicio en el templo y la historia familiar.

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Presidente Nelson:

Gracias, élder Foster. Hermanos y hermanas, Wendy y yo estamos encantados de estar aquí. Amamos a las familias, la obra del templo y de historia familiar y a ustedes.

Wendy:

También nos encanta jugar Scrabble, y hoy los invitamos a jugar con nosotros mientras hablamos del templo y de la obra de historia familiar.

Presidente Nelson:

Por favor, acompáñennos a la cocina. Van a disfrutar ver a Wendy batirme con sus brillantes jugadas.

Wendy:

¿Bromeas? Tú eres el que sacas 176 puntos en una palabra.

Casi siempre jugamos en una tableta, veamos cuántas palabras sobre el templo y la obra de historia familiar podemos usar.

Presidente Nelson:

Yo puse “familia”. Por suerte tenía todas las piezas.

Wendy:

Es la palabra perfecta para comenzar, cariño. ¿Por qué no presentamos a la familia Nelson a nuestra audiencia de RootsTech? ¿Recuerdas que nos reunimos con el secretario del condado tres días antes de casarnos?

Presidente Nelson:

Oh, sí. Sí.

Wendy:

Yo sabía que me casaba con un hombre que tenía una familia grande, pero no sabía qué tan grande hasta que, mientras esperábamos al secretario del condado, sacaste una lista del cajón de tu escritorio y agregaste al más pequeño de tus bisnietos.

Cuando escuché el número que ocupaba en tu posteridad, supe qué número ocuparía yo.

Fue un buen baño de realidad. Y casi once años después, tu posteridad casi se ha duplicado. Es una industria familiar en pleno auge.

Presidente Nelson:

¿No es maravilloso? Dantzel y yo éramos solo dos cuando comenzamos, y luego fuimos bendecidos con diez hijos. Ya éramos una familia de doce. Pero el tamaño de la familia no es lo importante. Lo importante es que somos una familia.

Wendy:

Estoy de acuerdo. Mis padres, Leonard David Watson y Laura Byrd McLean Watson, estaban felices de tener tres hijos vivos —mi hermana mayor, Kathy; la pequeña, Virginia; y yo— porque mi madre tuvo varios abortos espontáneos y dos varones murieron siendo bebés.

Presidente Nelson:

Cada hijo es preciado, ya sea que haya uno, dos o más en la familia.

Wendy:

Bueno, ustedes criaron diez hijos extraordinarios. Y ahora esos hijos están criando hijos, y muchos de esos nietos ahora crían a sus propios hijos.

Aquí fue cuando cumpliste 90 años. Fue una celebración maravillosa.

Dantzel y tú les enseñaron tan bien, que esas pequeñas familias son extraordinariamente autosuficientes, porque dependen del Señor. Debe ser reconfortante para ti.

Presidente Nelson:

Sí que lo es. Como patriarca de esta creciente familia, agradezco que sean padres y madres maravillosos que se afanan diligentemente por criar a sus hijos en rectitud.

No significa que hayamos escapado de las vicisitudes de la vida, porque no ha sido así.

Hemos tenido pesar, incluso enfermedades crónicas y potencialmente fatales, y la muerte de mi querida esposa Dantzel y nuestra hija Emily.

Hemos sufrido la angustia del divorcio y dolor cuando los miembros de la familia se debaten con su fe.

Wendy:

Sufrimos por quienes luchan espiritualmente. Pensaba en ellos, en especial cuando formamos una enorme espiral durante la Navidad.

Piensa en esto: Si todos tus descendientes se reunieran, se tomaran de la mano y extendieran los brazos, la cadena sería más larga que un campo de fútbol. En realidad, casi dos.

Presidente Nelson:

Sí.

Wendy:

¿Te imaginas cómo se sentiría cada uno? Solo podría ver algunas personas a su derecha y su izquierda. Se sentirían bastante solos en la multitud, sin conexión en realidad con nadie más. Pero en nuestra reunión de Navidad, nos tomamos de la mano e hicimos una espiral. Fue muy divertido.

Presidente Nelson:

Tuvimos un gran sentimiento de unidad. ¿Recuerdas cómo dijo la pequeña Whitney, de ocho años, que se había sentido cuando estaba en la espiral? Dijo: “Me sentí reconfortada”.

Wendy:

La sabiduría de los niños.

Presidente Nelson:

Hemos tratado de mantener a nuestra familia cerca. El boletín mensual Nelson es importante para nosotros. Cada familia aporta lo más destacado del mes.

Nos ayuda a saber lo que sucede en la vida de cada uno, y también se convierte en nuestra historia familiar. En nuestras reuniones familiares mensuales, celebramos cumpleaños y aniversarios de ese mes.

Wendy:

Y luego están las reuniones familiares más íntimas, relacionadas con las ordenanzas del sacerdocio, desde sellamientos en el templo hasta la bendición de un bebé. Y no olvidemos los días familiares de esquí durante el invierno. ¡Son sensacionales!

Presidente Nelson:

En “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, se nos recuerda la importancia de participar en familia de “actividades recreativas edificantes”. Estas actividades varían mucho en función de lo que los miembros de cada familia disfrutan hacer juntos.

Ya que gran parte de nuestra familia vive en Utah, esquiar nos es divertido. Pero lo que hacemos no es tan importante como el hecho de hacer algo. Las actividades que hacen que la vida en familia sea feliz, son una parte importante de criar a los hijos en rectitud.

Wendy:

La familia puede ser un lugar para todo: desde seguridad y refugio hasta diversión y felicidad, y no debería sorprendernos debido a lo que creemos en cuanto a la santidad de la familia.

Presidente Nelson:

Desde luego. Y acabo de poner un nombre que explica por qué la familia es tan importante: “Elías”.

Wendy:

Creía que en Scrabble no se podían usar nombres propios. ¿Cómo lo has hecho?

Presidente Nelson:

Bueno, este Scrabble sí lo permite. Creo que sabe que debemos hablar de Elías.

El nombre “Elías” tiene un gran significado. EL-I-JAH en hebreo significa literalmente “Mi Dios es Jehová”. ¡Piénsenlo! El nombre de Elías contiene los términos hebreos para el Padre y el Hijo.

Wendy:

¡Vaya!, es realmente algo en lo que pensar. Elías fue el último profeta que poseyó el poder sellador del Sacerdocio de Melquisedec antes de la época de Jesucristo.

La misión de Elías era volver el corazón de los hijos a los padres, y el corazón de los padres a los hijos, para que fuesen sellados, o “toda la tierra sería totalmente asolada”. Son palabras muy fuertes. ¿“Totalmente asolada”?

Presidente Nelson:

Son palabras muy fuertes, y nos enseñan cuán crucial es la obra del templo y de historia familiar.

Wendy:

Me encanta el modo en que has hablado del espíritu de Elías.

Presidente Nelson:

Me gusta pensar que el espíritu de Elías es “una manifestación del Espíritu Santo que da testimonio de la naturaleza divina de la familia”.

Wendy:

Cuando decimos que el espíritu de Elías se cierne sobre la gente para alentarlos a buscar a parientes fallecidos, estamos diciendo que el Espíritu Santo nos está impulsando a hacer las cosas que permitirán que las familias sean selladas por la eternidad.

Presidente Nelson:

Exactamente, así es. Y Wendy, tú haces mucho para fortalecer las familias en ambos lados del velo.

Siempre haces algo para volver el corazón de los hijos a los padres y el corazón de los padres a los hijos para que se efectúen esas ordenanzas sagradas.

Wendy:

Bueno, hablando de corazones, sin duda tú estabas volviendo el corazón de los hijos a los padres cuando les contaste a algunos familiares un episodio singular de tu historia familiar: la visita de tu bisabuelo fallecido a su hijo, que todavía estaba aquí en la tierra.

Presidente Nelson:

Oh, sí. Y eso me hace pensar en la palabra “historias”. Yo quería hablar a la familia del abuelo Nelson y del valioso don que él nos dejó. Su nombre es Andrew Clarence Nelson.

Le llamaban A. C. Murió cuando mi padre tenía diecisiete años, así que yo nunca conocí al abuelo Nelson.

Es el único de mis cuatro abuelos al que no conocí. Cuando el abuelo A.C. Nelson era un joven esposo y padre de solo veintisiete años de edad, su padre murió.

Luego, unos tres meses después, su padre, ya fallecido, lo visitó. Eso fue la noche del 6 de abril de 1891.

El abuelo Nelson quedó tan impresionado por la visita de su padre que escribió la experiencia en su diario para su familia y sus amigos. Y gracias a tu ánimo tomé esa entrada de su diario y creé este documento, e hice copias para cada miembro de la familia.

Escuchen las palabras de mi abuelo sobre aquella sagrada experiencia:

“Estaba en la cama cuando padre entró en la habitación. Se sentó a un lado de la cama y dijo: ‘Bueno, hijo, como tenía unos minutos de descanso recibí permiso para venir un momento a verte. Hijo mío, me siento bien y he estado muy ocupado desde que fallecí’.

“‘¿Qué has estado haciendo desde que falleciste, padre?’

“‘He estado viajando junto al apóstol Erastus Snow desde entonces. Es decir, desde el tercer día después de morir. Recibí el encargo de predicar el Evangelio.

No te imaginas, hijo mío, la cantidad de espíritus que hay en el mundo de los espíritus que aún no han recibido el Evangelio. Pero muchos lo están recibiendo y se está realizando una gran obra.

Muchos esperan ansiosamente que sus amigos que todavía viven lleven a cabo las ordenanzas por ellos en los templos. He estado muy ocupado predicando el evangelio de Jesucristo’.

“‘Padre, ¿nos puedes ver todo el tiempo, y sabes lo que hacemos?’

“‘¡Oh no!, hijo. Tengo otras cosas que hacer. No puedo ir al momento o al lugar al que quiera. Hay mucho más orden aquí, en el mundo de los espíritus, que en el otro mundo. Me han asignado una obra que hacer, y he de llevarla a cabo’.

“‘Padre, nuestra intención es ir al templo y sellarnos a ti tan pronto podamos’.

“‘Eso es, en parte, por lo que he venido a verte, hijo. Aun constituiremos una familia y viviremos por toda la eternidad’.

“‘Padre, ¿es natural morir?’

“‘Es tan natural morir como lo es nacer, o como es para ti pasar por esa puerta’. Y señaló a la puerta.

‘Cuando le dije a la gente que no viviría mucho, todo se volvió oscuro y no pude ver nada por unos minutos. Entonces lo primero que vi fue a varios espíritus en el mundo de los espíritus. El papel que me diste, hijo, tiene la fecha incorrecta, pero en realidad no es grave. Aquí tenemos los registros correctos’”.

Wendy:

No te imaginas cuántas veces me han ayudado esas palabras de tu bisabuelo con mi investigación de historia familiar. A veces puede que dos personas con el mismo nombre vivan en el mismo pueblo al mismo período de tiempo.

Es casi imposible averiguar quién es quién.

Pero las palabras de tu bisabuelo de que los registros correctos se conservan al otro lado resuenan en mis oídos, así que hago lo mejor que puedo y sigo adelante.

Presidente Nelson:

Me alegro de que la visita de mi bisabuelo te haya ayudado, Wendy.

Wendy:

Gracias.

Presidente Nelson:

Bueno, hay un poco más:

“‘Papá, ¿es verdadero el Evangelio tal como se enseña en la Iglesia?’

“‘Hijo mío, ¿ves aquel cuadro?’ (señalando una lámina de la Primera Presidencia de la Iglesia que había en la pared).

“‘Sí, lo veo’.

“‘El Evangelio es verdadero con la misma certeza con que ves ese cuadro. El evangelio de Jesucristo lleva implícito el poder de salvar a todo hombre y toda mujer que lo obedezca, y de ningún otro modo se puede obtener la salvación en el Reino de Dios.

Hijo mío, aférrate siempre al Evangelio. Sé humilde, sé dedicado a la oración, sé sumiso al sacerdocio, sé verídico, sé fiel a los convenios que has hecho con Dios. Nunca hagas nada que desagrade a Dios. Oh, ¡qué bendición es el Evangelio! Hijo mío, sé un buen muchacho’”.

Wendy:

Me encantan esos consejos. “Sé humilde, sé dedicado a la oración, sé sumiso al sacerdocio, sé verídico, sé fiel a los convenios que has hecho con Dios… Sé un buen muchacho”.

Seis consejos que te ha legado tu bisabuelo fallecido. Parece mucho al presidente Gordon B. Hinckley, cuando dio sus seis consejos.

Presidente Nelson:

Sí, ¿verdad? Para mí es de gran valor que mi abuelo nos dejara este registro. Supimos que posteriormente sus hijos fueron sellados a él, así que el propósito de su visita se cumplió.

Wendy:

Después de leer esto con la familia, preguntamos qué les llamó la atención. ¿Recuerdas algunas respuestas?

Presidente Nelson:

¿Jordan?, que tu madre ya pasó al otro lado del velo.

Jordan:

Lo que más me gustó fue la obra misional que llevan a cabo nuestros antepasados. Cuando estoy en el templo, a veces puedo sentir a mamá cerca de mí; otras, no. Y ahora sé la razón: es porque tiene otras personas a quienes atender.

Presidente Nelson:

La visita que recibió mi abuelo de su padre fallecido sucedió veintisiete años antes de la visión del presidente Joseph F. Smith sobre la redención de los muertos, en 1918.

Esa visión es ahora la sección 138 de Doctrina y Convenios.

De la experiencia del presidente Smith, él enseñó que los élderes fieles continúan trabajando en la obra misional cuando salen de esta vida terrenal, estoy seguro que no solo ellos, las hermanas también. Muchas de nuestras hermanas son extraordinarias misioneras. Estoy seguro que la mamá de Jordan, nuestra querida Emily, está ocupada predicando el Evangelio.

Vamos a repasar algunas respuestas más de la familia.

Lindsay, ¿qué piensas?

Lindsay:

Pues yo creo que están muy ocupados en el otro lado del velo. Qué especial es tener esta experiencia, que esas cosas se dijeran y compartieran, y luego se escribieran para que las supiéramos y pudiéramos compartirlas.

Presidente Nelson:

Bueno, el abuelo sintió que era algo muy sagrado. Y dijo: “Lo escribo para el beneficio de mi familia y mis amigos”. Ahora que soy una Autoridad General de la Iglesia, doy por hecho que todo el mundo es parte de mi familia, así que hoy lo comparto con ustedes.

Wendy:

¿Más impresiones o sentimientos?

La familia Nelson:

Sí. Me encantó cómo, a veces nos atrapa el sentimiento de que hay mucho que hacer, que tenemos que asegurarnos de hacer muchas cosas para que parezca que somos dignos. Pero él sencillamente dice: “No hagan nada que desagrade a Dios”. Y es tan dulce y sencillo…

Wendy:

Sé un buen muchacho.

La familia Nelson:

Sé un buen muchacho.

Wendy:

Ese documento de historia familiar en particular abarca siete generaciones. Has podido hablarle a la pequeña Whitney, sentada justo ahí a tu lado, de su tátara tátara tátara tátara abuelo. Es asombroso.

Presidente Nelson:

Wendy, tú hace poco hiciste lo mismo con tus sobrinos nietos y sobrinas nietas de Canadá. Les diste esa maravillosa historia de fe sobre su tátara tátara tátara tátara abuela, Sarah.

Wendy:

Sí. Tomé una experiencia real de la vida de Sarah Elizabeth Daggett Rosenberg y la convertí en un cuento para niños titulado El poder de la oración de Sara.

Invité a mis diecisiete sobrinos nietos, de entre tres y dieciocho años, para que ayudaran a ilustrar la historia; y con la historia y las ilustraciones hice este pequeño libro para niños. Gabrielle, de dieciséis años, dibujó esta ilustración para la cubierta.

Como material de referencia utilicé la grabación de las entrevistas que le hice a mi abuela cuando yo era una veinteañera, hace solo unos años. No diremos cuántos.

Pondré fragmentos de una de esas entrevistas y les mostraré algunas páginas del cuento. Oirán a mi abuela, Hazel Marie Rosenberg Kunz McLean, hablarme de su abuela, Sarah.

Una noche, el esposo de Sarah, Ephraim, llegó a casa con dos élderes mormones que estaban hambrientos y no tenían nada que comer. “¿Misioneros mormones?”, pensó Sarah. Aquello no le hizo mucha gracia. En su pequeño pueblo de Iowa había escuchado cosas terribles sobre los mormones y lo que creían.

Los invitó a cenar y dijo: “Yo solo les pregunté” —mi abuela era muy directa— “que cómo dos jóvenes tan bien parecidos como ellos pertenecían a una iglesia con tan mala fama”.

Uno de ellos respondió: “Señora Rosenberg, nos gustaría compartir con ustedes lo que creemos. Tenemos algunos folletos. ¿Estaría dispuesta a leerlos?

Luego podríamos volver y hablar más”. Sarah, siempre dispuesta a aceptar retos, dijo: “Jóvenes, si leo sus folletos y puedo convencerles de que están equivocados, ¿se unirán a mi iglesia?”.

Ellos dijeron: “Por supuesto, señora Rosenberg”. Entonces un élder, más astuto que el anterior, dice: “Pero si la convencemos de que está equivocada y nosotros en lo cierto, ¿se unirá a mi iglesia?”.

Y la abuela dijo que le dio risa solo de pensar que ellos creyeran que podrían. Así que dijo que extendió su mano sobre la mesa y la estrechó en señal de acuerdo.

Al día siguiente, Sarah comenzó a leer. Y para su sorpresa no pudo dejar de hacerlo. Todo era muy interesante y le hacía sentirse muy bien. Ella leyó y leyó y leyó.

Estaba tan interesada que olvidó prepararle la cena a Ephraim. Cuando Sarah oyó que su esposo entraba, se sorprendió.

“Eph, no vas a creerlo. He estado leyendo estos folletos misionales desde que te fuiste esta mañana. Tengo que leértelos. Lo que los mormones creen es tan interesante, y tienen todas las referencias de la Biblia aquí. Prepara la cena, y yo te los leeré”.

Claro, un hombre como Ephraim, que era mitad judío y alemán de Pensilvania, no estaba acostumbrado a preparar la cena.

Pero había algo en la mirada de Sarah y en su tono de voz al hablar de esos folletos que de algún modo le resultó fácil decir “Está bien”.

Así que esa noche, Sarah leyó y Ephraim cocinó. Y, mientras comían lo que Ephraim había cocinado, hablaron de lo que Sarah había leído. Y a la noche siguiente, Sarah leyó un poco más y Ephraim cocinó un poco más.

Esta situación se prolongó varias semanas, y ella se convirtió. Y leyó para mi abuelo y le preguntó qué pensaba sobre aquello. Él dijo que creía que era verdadero, pero que prefería ir con cualquier otra iglesia al infierno que con los mormones al cielo.

Así que mi abuela dice: “Tú has hecho tu elección; ahora yo haré la mía. Voy a unirme a la iglesia mormona”.

Sin embargo, el abuelo se enteró de que los élderes no la bautizarían sin su consentimiento, y él no se lo daría. Así que la situación de la abuela era complicada, pero él no conocía el poder de la oración.

Y la abuela me dijo que ella oró, y oró, y oró.

Ephraim siguió negándose a dar su consentimiento para que Sarah fuera bautizada y ella deseaba desesperadamente ser miembro de la verdadera Iglesia del Señor.

Así que, una calurosa noche de junio, Sarah hizo una oración diferente: “Por favor, quita todos los obstáculos que me impiden unirme a la iglesia mormona”.

Esa noche, a media noche, sus dos hijos adolescentes la despertaron bruscamente sacudiéndola y diciéndole que fuera al piso de abajo, que el abuelo se estaba muriendo.

Generalmente Sarah tenía un sueño ligero. Siempre se despertaba al más mínimo sonido. Pero esa noche, cuando su esposo lloraba y gemía de dolor tan alto que sus hijos, que dormían en otra parte de la casa, fueron corriendo, Sarah no escuchó nada.

Así que saltó de la cama, y dijo que cuando llegó al piso de abajo escuchó llorar y gemir al abuelo, que estaba en terrible agonía. Dijo que no había duda de ello. Y dijo que, cuando abrió la puerta, todo aquello por lo que había orado vino a su mente:

“Por favor, quita todos los obstáculos que me impiden unirme a la iglesia mormona”. Tan pronto recordó sus oraciones, Sarah exclamó: “¡Oh, no! Así no”. Y en ese mismo instante todo el dolor de Ephraim desapareció.

Más tarde, Ephraim preguntó: “Sarah, ¿oraste para que yo muriera y así pudieras unirte a la iglesia mormona?”.

“No, no oré para que murieras”, respondió Sarah. “Pero oré para que desparecieran todos los obstáculos y pudiera bautizarme”.

“Sara”, dijo Ephraim, “puedes unirte a la iglesia mormona. Pero no vuelvas a orar de ese modo”. Y una mañana, al amanecer, Ephraim llevó a Sarah y a los dos élderes en un birlocho con un pequeño fleco en lo alto al río, para que Sarah pudiera ser bautizada.

Presidente Nelson:

Es una gran historia. Y ahora esos niños pueden leerla cuando lo deseen. Les ayudará a comprender el poder de la oración, y los unirá a Sarah y a la fe de ella. Tenemos algunas páginas de las reflexiones de los niños después de leer e ilustrar la historia de Sarah.

Wendy:

Oh, sí, es lo más divertido del libro. Les hice varias preguntas, incluso si había algo que quisieran hacer después de leer y pensar en la historia de Sarah.

Sus respuestas fueron inspiradoras. Desde “me hace desear leer las Escrituras cada mañana y cada noche”,

hasta “siento que puedo hacer frente a las personas, incluso a las que amo, como hizo Sarah, si me impiden hacer lo que es correcto”.

Y esta es genial. Allison, de catorce años: “Le conté la historia de Sarah a una amiga de la escuela y ella pensó que era genial que la oración de Sarah fuera contestada.

Comenzamos a conversar acerca de la Iglesia. Me da vergüenza admitir que tuvimos esa conversación durante la clase de matemáticas, cuando debíamos estar estudiando”.

Presidente Nelson:

Es maravilloso volver el corazón de los hijos a los padres contándoles relatos importantes de la historia familiar de maneras que ellos puedan entender y recordar.

En Mosíah capítulo 1, versículo 5, el rey Benjamín nos enseña la importancia de registrar y conservar las cosas sagradas para que siempre podamos tenerlas presentes.

Quizás tener documentos, relatos, fotos y recuerdos familiares siempre presentes puede fortalecer nuestro testimonio.

Si los ponemos en las paredes de nuestro hogar, sobre la mesa, en la computadora, el iPad o incluso nuestro celular, tal vez nos motive a tomar mejores decisiones y nos acerquemos más al Señor y a nuestras familias.

Sin embargo, si nos quedamos en ese punto, no habremos hecho suficiente.

Esta es mi siguiente palabra: “Desvíos”.

Como miembros de la Iglesia, nuestro interés en la obra de historia familiar está motivado por la enseñanza del Señor de que nuestros antepasados no pueden perfeccionarse sin nosotros ni nosotros sin ellos.

Debemos vincularnos mediante las sagradas ordenanzas de sellamiento del templo. Debemos ser eslabones fuertes en la cadena que va de nuestros antepasados a nuestra posteridad.

Si nuestra colección de fotos e historias se convierte alguna vez en un fin en sí misma —si sabemos quiénes son nuestros antepasados y cosas sobre de ellos, pero los dejamos varados al otro lado del velo sin sus ordenanzas— esa ocupación no será de ayuda para nuestros antepasados que siguen confinados en su prisión espiritual.

Wendy:

Tienes mucha razón. Conservar historias de nuestros antepasados es importante, pero nunca a expensas de realizar sus ordenanzas. Debemos dedicar tiempo a buscar la información necesaria para realizar las ordenanzas por ellos.

Presidente Nelson:

Eso significa sacrificar tiempo que dedicamos a otras actividades. Debemos pasar más tiempo en el templo y haciendo investigación de historia familiar, lo cual incluye la indexación.

Me encanta esta foto nuestra con tres niños queridos que viven en Canadá. Están indexando.

Natalie, Logan y Laura. Creo que su abuela —tu hermana Kathy— los inspiró y enseñó. ¿No tiene Kathy la meta de indexar cien nombres al día? ¿O de indexar dos mil nombres al mes?

Wendy:

Sí, esa es su meta. Y cada vez que abro un registro de historia familiar indexado en FamilySearch o Ancestry.com me siento agradecida por personas como Kathy, Natalie, Logan y Laura, que están dispuestas a renunciar a parte de su tiempo para poder indexar. Eso nos lleva a la siguiente palabra: “Sacrificio”.

Presidente Nelson:

Wendy, gracias al tiempo que has dedicado a hacer la obra del templo y de historia familiar, solo este último año has bendecido mucho más las vidas de antepasados y representantes, así como nuestra vida y nuestro hogar.

Wendy:

Bueno, eso me llena de alegría. El año pasado conté la historia de uno de los sacrificios que hice para experimentar con la investigación de historia familiar.

Dejé de jugar Scrabble sola durante dos semanas para poder dedicar ese tiempo a la historia familiar. No pensaba que marcaría una diferencia, pero ese poco tiempo me conectó con la historia familiar de una manera que nunca había experimentado antes. De hecho ese sacrificio cambió tanto mi vida que dejé completamente de jugar Scrabble… yo sola.

Ciertamente por sacrificio se dan bendiciones. Tuve la bendición de encontrar a muchos antepasados que estaban desesperados por hacer convenios con Dios y recibir sus ordenanzas esenciales.

Con el tiempo me di cuenta de que, si estaba trabajando en un proyecto abrumador y no disponía de tiempo, energía ni ideas, si dedicaba un tiempo a buscar información para realizar las ordenanzas por algunos antepasados o para ir al templo a actuar como representante de ellos, los cielos se abrían, la energía y las ideas comenzaban a fluir y, de algún modo, cumplía con los plazos.

Totalmente imposible. Y sucedía todo el tiempo.

Presidente Nelson:

Y gracias a ese sacrificio de tiempo ahora juegas Scrabble mejor.

Wendy

¿Ves cómo Dios me bendijo?

Pero, en serio, la obra del templo y de historia familiar me brinda un gozo que en verdad no es de este mundo.

Este año en el Día de la Madre, después de disfrutar con mi familia a este lado del velo quise hacer algo para acercarme a mi madre, que vive al otro lado. Lo que ocurrió realmente me sorprendió.

Esa tarde de domingo, mis oraciones y mi investigación de historia familiar me guiaron una y otra vez a un bebé tras otro que necesitaba ayuda. Ninguno de ellos se había sellado nunca a sus padres, y tras haber sido guiada a unos diez bebés de varias familias, paré y tomé nota del modelo que había aparecido.

Me imaginé a mi madre hablando con un grupo de madres que también habían perdido a sus hijos en la infancia.

Me imaginé a mi madre con los dos hijos que mis padres perdieron cuando eran niños pequeños, Oliver Shand Watson y David McLean Watson, parados a su lado como hombres adultos.

Pude imaginar a mi madre contando su historia y recordando su pesar cuando ellos le fueron repentinamente quitados después de muchos meses de alegría anticipando su nacimiento.

Pude imaginar a mi madre explicando a esas madres que, gracias al evangelio de Jesucristo, sus dos hijos eran suyos para siempre. Casi podía oírla invitando a esas madres a venir a Cristo y recibir Su evangelio para poder luego recibir por medio de representantes las ordenanzas esenciales y tener a sus hijos sellados a ellas para siempre.

Ese momento del Día de la Madre fue maravilloso para mí.

Presidente Nelson:

Estoy seguro que tu madre estaba cerca de ti ese día. ¡Es maravilloso! Ahora debemos hablar de algo más: el importante papel de la historia familiar en la obra misional.

Wendy:

Me encanta lo que les enseñas a los misioneros cuando hablamos con ellos por todo el mundo.

Presidente Nelson:

Me gusta decirles que, si yo fuera misionero hoy, mis dos mejores amigos en el barrio o la rama donde prestara servicio serían el líder misional del barrio y el consultor de templo e historia familiar del barrio.

Las personas tienen un deseo de saber cosas de sus antepasados. Eso se convierte en una oportunidad natural para los misioneros.

Al aprender a amar a las personas a quienes contactan, los misioneros les preguntarán por sus familias de manera natural.

“¿Viven sus padres? ¿Y sus abuelos? ¿Están vivos? ¿Conocen a sus cuatro abuelos?” Las conversaciones fluyen con cuando se invita a quienes sienten el deseo de hablar con los misioneros a hablar de las personas que aman.

En ese punto puede ser muy natural para los misioneros preguntar: “¿Conoce a alguno de sus bisabuelos? ¿Sabe sus nombres?”

Lo más probable es que no conozcan los nombres de sus ocho bisabuelos. Entonces los misioneros pueden hacer esta sugerencia: “Tengo un amigo en nuestra Iglesia que puede ayudarnos.

Si pudiéramos encontrar los nombres de algunos o quizás todos sus bisabuelos, ¿valdría la pena dedicar un par de horas a averiguar quiénes son sus bisabuelos?”.

Por supuesto, ese amigo de la Iglesia es el consultor de templo e historia familiar del barrio. ¿Sabes, Wendy? Creo que lo que les dices a menudo a los misioneros es igual de importante. Les ayudas a comprender mejor la obra misional. Les ofreces una perspectiva eterna.

Wendy:

Puede ser reconfortante para ellos saber que nunca están solos cuando buscan y enseñan a quienes son receptivos a las verdades del evangelio restaurado de Jesucristo.

El presidente George Q. Cannon, que fue consejero de cuatro Presidentes de la Iglesia, enseñó que, en estos últimos días, los que se unen a la Iglesia lo hacen precisamente porque sus antepasados han orado para que una persona de su posteridad se una a la Iglesia a fin de que ellos, los antepasados, puedan recibir vicariamente sus ordenanzas esenciales.

Entonces es cuando invito a los misioneros a pensar que una de sus oraciones más eficaces podría ser: “Por favor, guíanos a las personas cuyos antepasados ya han recibido el Evangelio al otro lado del velo y están deseando recibir sus ordenanzas”.

También invito a los misioneros a imaginar por lo menos cien personas más en la sala mientras enseñan a sus investigadores. Esas personas por supuesto son los antepasados de los investigadores y los antepasados de los misioneros. Ese siempre es un momento bastante poderoso.

Presidente Nelson:

Realmente lo es. Ahora quisiera hablar un poco más acerca de la experiencia de la espiral que tanto unió a nuestra familia. Tú y yo nos tomamos de la mano y comenzamos con nuestra hija mayor, Marcia; su esposo, Richard; y ellos tomaron de la mano a sus hijos y nietos.

Luego se unió nuestra hija Wendy; su esposo, Norm; y sus hijos y nietos; y así sucesivamente. Y la espiral creció enlazándonos a todos. Eso me hace pensar en mi última palabra: “Sellamiento”.

Esa experiencia de la espiral me hizo pensar en las ordenanzas selladoras del templo. He tenido el privilegio de sellar a todos nuestros hijos y sus cónyuges, y a la mayoría de nuestros nietos casados a los suyos.

La exaltación es un asunto de familia. Solo mediante las ordenanzas salvadoras del evangelio de Jesucristo pueden las familias ser exaltadas.

Wendy:

Cada clase a la que asistimos, cada que prestamos servicio, cada convenio que hacemos con Dios, cada ordenanza del sacerdocio que recibimos, cada cosa que hacemos en la Iglesia nos lleva al templo, la Casa del Señor.

El fin último al que aspiramos es ser felices como familias: investidos, sellados y preparados para la vida eterna en la presencia de Dios.

¿Y qué hace que todo eso sea posible? La expiación de Jesucristo y la restauración del poder para sellar.

Piensen, el mismo Elías el profeta, como un ser trasladado, confirió las llaves del sellamiento a José Smith y Oliver Cowdery el 3 de abril de 1836, en el templo de Kirtland.

Cariño, tú posees ese mismo poder para sellar, igual que todo sellador del templo. Posees exactamente el mismo poder para sellar que posee Elías el profeta.

Presidente Nelson:

El poder de Elías es el poder de sellar que corresponde al sacerdocio, mediante el cual todo lo que se ate o desate en la tierra se atará o desatará en los cielos.

Wendy:

Hay mucho poder para los matrimonios y sus hijos gracias a la ordenanza del sellamiento cuando guardamos nuestros convenios.

Presidente Nelson:

El presidente James E. Faust dijo una vez: “La misericordia no robará a la justicia, y el poder sellador de unos padres fieles solo reclamará a los hijos perdidos bajo las condiciones del arrepentimiento y la expiación de Cristo”.

Wendy:

Así que nadie va a llevar a nadie a vivir para siempre en el Reino Celestial, si no es su voluntad.

Presidente Nelson:

No. Cada día elegimos dónde queremos vivir eternamente por el modo en que pensamos, sentimos, hablamos y actuamos. Nuestro Padre Celestial ha dicho que Su obra y Su gloria es llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna de Sus hijos.

Wendy:

Igual que los padres terrenales desean que sus hijos regresen a casa después de un viaje importante y peligroso, nuestro amoroso Padre Celestial desea que regresemos a Él limpios y preparados.

Presidente Nelson:

Pero Él quiere que elijamos regresar a Él. Él no nos obliga ni lo hará en modo alguno.

La precisión con la que guardemos nuestros convenios le demuestra cuánto deseamos volver a vivir con Él. Cada día nos acerca o nos aleja más de nuestra gloriosa posibilidad de vida eterna.

Wendy:

Ya saben que cantamos “las familias pueden ser eternas”, pero la palabra clave es “pueden”. Las familias pueden ser eternas si los miembros de la familia tienen fe en Jesucristo, se arrepienten, son bautizados, reciben el Espíritu Santo y otras ordenanzas esenciales en el templo del Señor.

Presidente Nelson:

Cada uno de nosotros debe guardar esos convenios, arrepentirse a diario y procurar ser más como nuestro Salvador. Entonces, y solo entonces, las familias pueden ser eternas.

Wendy:

Hermanos y hermanas, nos ha encantado estar aquí y compartir nuestro amor por la obra del templo y de historia familiar.

Es mi testimonio que, por fabulosa que sea su vida, o por desalentadora que sea, su trabajo en la obra del templo y de historia familiar hará que su vida sea mejor.

¿Qué necesitan en su vida ahora? ¿Más amor? ¿Más alegría? ¿Más autodominio? ¿Más paz? ¿Más momentos significativos? ¿La sensación de estar marcando una diferencia? ¿Más diversión?

¿Tal vez más respuestas a las preguntas de su alma? ¿Una mayor conexión emocional con los demás? ¿Comprender mejor lo que leen en las Escrituras? ¿Una mayor capacidad para amar y perdonar?

¿Qué tal más habilidad para orar con poder? ¿Más inspiración e ideas creativas para su trabajo y otros proyectos? ¿Más tiempo para lo que realmente importa?

Mis queridos hermanos y hermanas, les ruego que hagan un sacrificio de tiempo para el Señor dedicando más tiempo a la obra del templo y de historia familiar, y luego observen lo que sucede.

Es mi testimonio que cuando mostramos al Señor que deseamos ayudar a nuestros antepasados, los cielos se abrirán y recibiremos todo lo que necesitamos. En el nombre de Jesucristo. Amén.

Presidente Nelson:

Amén. Hermanos y hermanas, hoy podemos recibir inspiración sobre experiencias del templo y de historia familiar que han tenido los demás.

Pero hasta que no hagamos algo para sentir ese gozo por nosotros mismos, venir a RootsTech 2017 habrá sido solo como un baño agradable y cálido. En el momento sienta muy bien, pero luego se acaba.

Quisiera extender a todos el desafío de que ese maravilloso sentimiento permanezca e incluso aumente. Los invito a pensar bajo oración qué clase de sacrificio, y preferiblemente un sacrificio de tiempo, harán este año para dedicarse más a la obra del templo y de historia familiar.

Hermanos y hermanas, estamos embarcados en la obra del Dios Todopoderoso. Él vive; Jesús es el Cristo. Esta es Su Iglesia. Somos Sus hijos del convenio. Él puede contar con nosotros. De ello testifico en el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.