La historia de Rebeca empieza con una asignación a un siervo.
Como verás, Isaac necesitaba una esposa, así que su padre, Abraham, envió a su siervo a que intentara conseguir una. ¡Imagínate qué tremenda responsabilidad! (Debe ser como se hacían las cosas en ese tiempo).
El siervo oró y le pidió ayuda a Dios, y efectivamente, conoció a Rebeca. Ella era amable y trabajadora, ofreciéndose a sacar agua no solo para el siervo, ¡sino para sus camellos también! Lo mejor de todo era que tenía fe en Dios.
El siervo habló con los padres de Rebeca a fin de que ella viniera con él a conocer a Isaac, pero sus padres dudaron. Después de todo, ¡no era como si pudieran llamar a Rebeca por teléfono cuando quisieran hablar con ella! Le preguntaron a ella qué quería hacer.
Aunque mudarse a un lugar nuevo tal vez era una idea que daba miedo, Rebeca sabía que Dios quería que ella diera ese paso, por lo que ella dijo estas palabras tan valientes: “Sí, iré” (Génesis 24:58).
A veces, Dios nos pide que hagamos cosas difíciles. Al igual que Rebeca, podemos confiar en Él y decidir seguir adelante. Él estará con nosotros en cada paso del camino.