Yollanda, de Durban, Sudáfrica, estaba preocupada. Parecía que no estaba recibiendo respuestas a sus preguntas del Evangelio. ¿Podría distinguir entre las impresiones y sus propios pensamientos?
Entonces recibió una lección de Seminario sobre Doctrina y Convenios 8.
“Con cada versículo tuve ese sentimiento incontenible que era muy difícil de ignorar o reprimir”, dijo Yollanda. “Era de mucha calma, cálido y reconfortante”.
Yollanda se dio cuenta de que estaba sintiendo el Espíritu y entendió lo que debía hacer para escuchar la voz del Señor con más frecuencia.
“Tenía que pedir con fe y con un corazón sincero y debía leer las Escrituras con regularidad y alejarme del ruido del mundo para tener una mayor conexión con Jesucristo y recibir revelación personal”, dijo.
El aprender a escuchar de esa manera la ayudó a tomar una decisión importante más adelante.
“Siempre he querido ir a la misión, pero al acercarse el momento de la decisión final, siempre ha habido algo que me ha hecho reconsiderarlo”, explicó Yollanda. “Me preocupaba mi formación académica.“ ”Temía que mi familia no entendiera mi deseo de servir en una misión, que dijeran que era una pérdida de tiempo.“ ”Todos esos debates psicológicos me atormentaban, hasta el día en que la palabra de Dios me liberó”.
Sucedió mientras estudiaba Doctrina y Convenios 11:3: “… quien deseare cosechar, meta su hoz con su fuerza y siegue mientras dure el día, a fin de que atesore para su alma la salvación sempiterna en el reino de Dios”.
Después de leerlo, Yollanda estaba segura de que quería servir en una misión.
“Pase lo que pase, me estoy aferrando al Señor”, dijo Yollanda.