Hermanos y hermanas, ¿todos ustedes saben dónde deben ir el domingo? Si no lo saben, no llamen a los Doce. Llamen a los Setenta o a otra persona, ya que ninguno de nosotros podría decirles.
Quisiera elogiar hoy, en presencia de ustedes, el magnífico trabajo que han llevado a cabo los Setenta, quienes han tomado en cuenta cada detalle, lo cual ha sido una empresa tremenda, para realizar este cambio tan significativo, el cual creemos que será algo maravilloso para cada uno de ustedes.
He venido esta noche en nombre del Señor y bajo la dirección de la Presidencia de la Iglesia y del Quórum de los Doce. Extiendo a cada uno de ustedes en forma individual nuestro amor y agradecimiento por su bondad y por todo lo que han hecho en la Iglesia y en su vida, y por todo lo que harán aún.
Nos gustaría que no se opusieran a las instrucciones de esta noche. Averigüen dónde está el barrio que les corresponde, dentro de los límites en que viven y asistan allí. Familiarícense con esos miembros; pásenlo bien; asistan a las actividades de estaca y disfruten juntos. De esta forma llegarán a conocerse, y la mano del Señor tendrá la oportunidad de guiarlos en esta época tan crítica e importante de su vida.
Como ya han oído, estamos ansiosos de que establezcan sus propias familias. Permítanme decírselo desde el punto de vista de la Primera Presidencia y del Quórum de los Doce, permítanme hacer hincapié en una de las razones por las cuales eso es tan importante. Ustedes deben verse a sí mismos dentro de 20 años. Ustedes jóvenes, dentro de veinte años formarán parte de presidencias de estaca, sumos consejos, obispados, presidencias de quórum de élderes y líderazgos de grupo de sumos sacerdotes de sus barrios y estacas. Ustedes jovencitas, que se encuentran aquí esta noche, serán llamadas para dirigir los asuntos de la Sociedad de Socorro, de las Mujeres Jóvenes y de la Primaria. “Necesitamos que capten la visión de cuáles serán sus funciones en 20 años, o quizás antes”. Puede que algunos de ustedes, antes de cumplir 30 años, o poco después, sean llamados para cumplir con algunas grandes responsabilidades en el reino de Dios.
Los que nos encontramos en este momento sentados en el estrado, seremos relevados con toda probabilidad. Sabemos que finalmente todos seremos relevados para continuar con nuestra jornada hacia la inmortalidad y la vida eterna. Cuando nosotros abandonemos la escena, ustedes deberán estar preparados para entrar en ella. Deberán hacerlo como pareja, como esposo y esposa, y esperemos, bendecidos con hijos.
Quisiera dejar bien en claro que comprendemos que no todos puedan encontrar un compañero o compañera eternos. Puede que algunos de ustedes no tengan el privilegio ni la oportunidad de casarse en la vida terrenal, pero les prometemos, en el nombre del Señor, cómo los profetas lo han prometido, tanto en la antigüedad como en estos días, que si se mantienen verídicos y fieles, guardan los convenios, prestan servicio a Dios, y aman al Padre Celestial y al Señor Jesucristo, que no se les negará ninguna de las bendiciones eternas que nuestro Padre Celestial tiene para Sus hijos fieles.
Ustedes deben disfrutar de la Iglesia. La razón por la cual estamos tan deseosos de que tiendan una mano amiga y alienten a algunos de los jóvenes adultos solteros que no están activos, es porque uno de los mejores lugares para encontrar paz, dicha, hermandad y un sentimiento de pertenencia, es estando activo en la Iglesia. La Iglesia se ha establecido para brindar guía y dirección, y para que estén disponibles las ordenanzas y los convenios que necesitamos poner en práctica para nuestro progreso en esta vida y en preparación para todo lo que nuestro Padre Celestial tiene atesorado para nosotros en la vida venidera.
Por lo tanto, quisiera dirigir su atención hacia la razón por la que decimos una y otra vez: ¿Harían todo lo que esté a su alcance por traer a algunos de los que están menos activos de vuelta al hermanamiento en la Iglesia? La razón por la cual es tan importante que lo comprendamos, es porque de eso se trata la Expiación. La experiencia que tuvo el Salvador en Getsemaní, mis queridos jóvenes hermanos y hermanas, cuando contemplamos ese momento en Su majestad, en Su devoción y en Su amor tanto por ustedes como por mí, y por todo hijo de Dios; cuando lo analizamos, nos detenemos y reflexionamos en eso, en lo que hizo, entonces, de pronto, toda alma viviente es valiosa—muy, pero muy valiosa—para nuestro Padre Celestial porque son Sus hijos, y para el Señor Jesucristo, porque Él sufrió en Getsemaní por cada uno de ellos.
Por tanto, cuando miren a su alrededor en su nuevo barrio y en su nueva área, y vayan a la universidad o al trabajo o donde quiera que sea, les doy la asignación de tener la valentía de pensar y aceptar el desafío de tratar de traer a uno de los hijos de nuestro Padre de regreso a la actividad entre ahora y el principio del año entrante. Deseo prometerles en el nombre del Señor, que al hacerlo y al confiar en el Señor, orar al respecto, y buscar pidiendo guía y fortaleza para hacer lo que puedan, ustedes tendrán algunas experiencias espirituales, y sentirán la inspiración del Espíritu de un modo inusual para ustedes. La razón por la que esto sucederá es que todos los hijos de Dios son valiosos para Él y todos somos valiosos para el Señor Jesucristo, y ésta es la Iglesia de Jesucristo restaurada sobre la tierra en estos, los últimos días.
Les aliento a no sentir temor del futuro. No permitan que nada de lo que acontece en el mundo, de lo que esté sucediendo ahora, aminore su progreso en la vida terrenal. No tengan miedo de contraer matrimonio. No piensen que deben tener todo organizado, ni que deben tener todos los recursos y medios económicos necesarios para hacer esa clase de compromiso.
Este año, en agosto, mi esposa y yo vamos a cumplir 60 años de casados. Recuerdo cuando hace más de 60 años, al regresar de mi misión en Inglaterra, utilicé todas las habilidades que había aprendido como misionero para convencer a Barbara que yo era el único ex misionero verdadero y viviente que ella debía tener en consideración. Si la hubieran visto, ella era muy hermosa y todavía lo es, por lo que un montón de jóvenes tenían la misma idea que yo; así que utilizamos el mismo modelo de compromiso, élderes. Hicimos preguntas para conocernos y resolvimos nuestras dudas y seguimos adelante y eso es lo que se les ha aconsejado aquí esta noche.
No tengan temor de ello. Les diré que he sido más eficaz y he podido lograr más cosas en mi vida, con Barbara a mi lado, que las que jamás hubiera podido alcanzar solo. ¿Tuvimos momentos difíciles? Claro que sí. Pero fueron algunos de los mejores momentos porque nos acercamos más, oramos juntos, nos esforzamos juntos y fuimos avanzando juntos desde ese punto de nuestra vida hasta el presente. Hemos sido tan bendecidos al tener siete hijos, ninguno de los cuales podíamos darnos el lujo de tener. Ustedes, jóvenes, son muy costosos; pero no permitan que eso les preocupe. Paguen el diezmo, porque el Señor dijo que Él proveerá, que preparará la vía, y así fue con nosotros. Esos siete maravillosos hijos nos han dado 43 nietos, Hace tres días nació el bisnieto número 41 de nuestra familia.
Ahora bien, nuestra familia y sus familias son unidades eternas. En calidad de unidad eterna, las familias van a las eternidades para siempre, juntas por siempre. Esa es la razón por la cual los hemos puesto en estas estacas y barrios de jóvenes adultos solteros bajo el tutelaje de obispos y presidentes de estaca que tienen las llaves y el poder del santo sacerdocio de Dios, para responder a sus preguntas, para guiarlos, para bendecirlos y ayudarlos a lo largo del camino.
Mi consejo de hoy para ustedes es que no pierdan la fe, y que avancen con fe. La fe es un principio del Evangelio. La fe es uno de los más grandes poderes que todos nosotros poseemos en esta jornada por la mortalidad. El temor es uno de esos principios que el diablo utiliza; a él le gusta plantar dudas y preguntas en nuestras mentes. Él es el padre de todas las mentiras; él nos miente y puede confundirnos si nos dejamos atrapar por el miedo. Por lo tanto, reemplacen cualquier temor o aprensión que tengan con fe: Fe en el Señor Jesucristo, fe en sus padres y madres. Permanezcan cerca de ellos. El élder Snow mencionó eso al principio.
Quizás ustedes estén viviendo muy lejos de sus padres. Yo les aconsejo que permanezcan siempre en contacto con ellos. Comuníquense, ustedes pueden hacerlo con mucha facilidad ahora y sin gastar nada. Es tan importante que mantengan ese vínculo con su papá y su mamá, estén donde estén. Si deciden vivir en su propio barrio y asistir a la Iglesia con su familia, ya se les ha dicho que es maravilloso que lo hagan, y después, pueden participar en las actividades de los jóvenes adultos solteros de su área.
Por lo tanto, esta noche les digo que nos encontramos todos realizando un viaje extraordinario. Sabíamos las consecuencias de este viaje, cuando dejamos la presencia de nuestro Padre Celestial para venir aquí a recibir un cuerpo, un tabernáculo de carne y huesos. Sabíamos que cometeríamos algunos errores durante el camino y por eso Dios nos dio el principio maravilloso del arrepentimiento. No hay nadie de los que se encuentran aquí esta noche, que haya hecho algo que no tenga remedio y que no pueda tener un sentimiento de paz y calma, mientras continúa su jornada por la vida terrenal. Si tienen algo que realmente les pesa haberlo hecho, entonces resuélvanlo. Traten de solucionarlo pidiendo la ayuda de su obispo y sigan adelante para que la fe y la confianza en el Señor ejerzan el poder más grande posible en la vida de ustedes.
Deseo ahora pedirle a nuestro Padre Celestial que los bendiga. Ese es uno de los privilegios que tenemos como miembros de los Doce, dejar una bendición sobre ustedes en el nombre del Señor y mediante el santo apostolado. Pido al Padre Celestial que los bendiga para que se den cuenta, quizás de forma más profunda y más significativa, como nunca antes, de quiénes son y de cuál es el propósito de su existencia terrenal. Pido al Padre Celestial que los bendiga con fe y confianza en Él y que derrame las bendiciones del cielo sobre la vida de ustedes.
Confíen en el Señor. Crean en Él. Estudien Sus palabras. Adoren a su Padre Celestial en el santo y sagrado nombre de Su Hijo Amado. Que el Señor los bendiga con valentía para hacer ahora las próximas cosas que son tan importantes en su vida. Que tengan la valentía de extender una mano y traer almas a Cristo mediante las condiciones del arrepentimiento. Que todo deseo justo de su corazón les sea concedido mediante su fidelidad y su confianza en el Padre Celestial. Que estas bendiciones queden con cada uno de ustedes. Disfruten del futuro; prepárense mis queridos hermanos y hermanas. Que cuando el Señor los necesite puedan decir: “Heme aquí, envíame a mí”. Que esto sea verdad en su vida.
Dejo con ustedes mi testimonio de que Jesús es el Cristo. Él es el Hijo de Dios. Hermanos y hermanas, ésta es Su Iglesia. José Smith es Su profeta. El Padre y el Hijo le hablaron a José. El Libro de Mormón es otro testigo y testamento de la vida y del ministerio del Salvador del mundo. El santo sacerdocio fue restaurado por medio de Juan el Bautista, y por Pedro, Santiago y Juan. Ese sacerdocio, aquellos de nosotros que lo poseemos, lo poseemos legalmente y bajo la dirección del cielo. Ustedes jóvenes, que son poseedores del santo sacerdocio, tienen un don grandioso y glorioso. Que el Señor los bendiga para que lo magnifiquen. Que las queridas hermanas estén en armonía espiritual para que sepan cuáles son los próximos pasos que deben dar en su vida. Que esas bendiciones, y mi testimonio y el testimonio de estos extraordinarios hermanos y hermanas que les han dirigido hoy la palabra, permanezca con ustedes al regresar a sus hogares, es mi humilde oración en el sagrado nombre del Señor Jesucristo. Amén.