Al celebrar esta temporada navideña, nuestros pensamientos se tornan hacia ese acontecimiento sagrado de hace tanto tiempo cuando nació el Príncipe de Paz y la Luz del mundo (véase Isaías 9:6). Jesucristo es nuestro Salvador y Redentor, quien fue “herido por nuestras transgresiones… y por sus heridas fuimos nosotros sanados” (Isaías 53:5). Él prometió: “El que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).
Rogamos en esta temporada navideña que la luz y el testimonio del Salvador llegue a nuestros corazones, que nuestra vida refleje Su vida y atributos, y que las personas en todas partes acepten las bendiciones de Su misericordia y gracia, las cuales son posibles mediante Su sacrificio expiatorio.
Que cada uno de nosotros sea bendecido durante esta época alegre del año y que reconozcamos con gratitud la dádiva incomparable de nuestro Padre Celestial para nosotros, Su Hijo, el Señor Jesucristo.
Thomas S. Monson
Henry B. Eyring
Dieter F. Uchtdorf