En esta época especial del año, las familias en todo el mundo cristiano se reúnen para leer el relato de las Escrituras de la primera Navidad, la cual ocurrió hace más de 2 000 años. En muchas de esas lecturas, se le da mayor atención a Lucas 2:11, el anuncio hecho por el ángel a los pastores que guardaban las vigilias de la noche sobre sus rebaños: “Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor”.
Esa declaración divina fue seguida por una descripción de la señal que ayudaría a los pastores a reconocer a Jesús cuando viajaron a Belén: “Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre” (Lucas 2:12). Esos humildes pastores llegaron a ser los primeros de millones de los testigos terrenales del Señor Jesucristo. Al igual que ellos, se nos invita a ser testigos.
Quizás te preguntes: ¿Acaso la oportunidad de ser testigo no se reserva para aquellos hombres seleccionados por el Señor y llamados a prestar servicio como Sus apóstoles? La respuesta es no. Los apóstoles son llamados y ordenados para ser “testigos especiales del nombre de Cristo en todo el mundo” (D. y C. 107:23), pero el deber de ser testigo y testificar de Cristo en todo momento y en todo lugar se aplica a todos los miembros de la Iglesia (véase Mosíah 18:9).
Vivimos en un mundo donde el poder y la influencia de Dios en nuestra vida cotidiana se han minimizado y descartado; y donde la necesidad de un Salvador se ha ignorado y hasta ridiculizado. Para quienes están dedicados al Señor Jesucristo, nunca ha habido una mayor necesidad de proclamar nuestra fe en el Salvador, en privado y públicamente.
El mundo necesita a un Salvador. Todas las personas necesitan ser limpiadas del efecto del pecado a fin de volver a la presencia de Dios. Jesucristo es la luz y la vida del mundo. En esta temporada navideña, cada uno de nosotros tendrá muchas oportunidades de proclamar nuestra creencia en Él a amigos y vecinos, a compañeros de trabajo y conocidos casuales. Espero que aprovechemos esas oportunidades de expresar nuestro amor por Él, de compartir nuestro testimonio de Su divina misión y de renovar nuestra determinación de servirle. Al hacerlo, nos unimos a “una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:13–14).
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El video con los testimonios de los niños de todo el mundo se encuentra en christmas.mormon.org. Comparte tu propio testimonio del Salvador con este hashtag en las redes sociales #HaNacidoUnSalvador.