Debemos llegar a ser “mensajeros veloces” con el fin de compartir el Evangelio con el mundo, dijo el élder Russell M. Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles a misioneros en un devocional en el Centro de Capacitación Misional en Provo, Utah. Los nuevos presidentes de centros de capacitación misional y sus esposas, así como los nuevos directores de centros de visitantes y sus esposas también asistieron al devocional.
En el Edificio Conmemorativo de José Smith en Salt Lake City, Utah, el élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, habló durante un seminario para presidentes de centros de capacitación y directores de centros de visitantes. Enfatizó que en la obra misional, deberíamos demostrar y enseñar el principio de la unidad, como se ejemplifica en la Trinidad.
Ser un estandarte a las naciones
Al unificarnos, dijo el élder Nelson, podemos traer a otros al conocimiento de la verdad. “Los misioneros son el eslabón que conecta a Dios con millones de Sus hijos, la mayoría de los cuales están en la tierra sin el menor conocimiento de su identidad y propósito. Los misioneros invitan a estas almas, que no están bien informadas, a venir a Cristo”.
El élder Nelson instó a los misioneros a ser un “estandarte a las naciones”, y a nunca dejar de ayudar en el recogimiento de Israel. Refiriéndose al llamado a la acción en Isaías 18, él dijo: “No es una coincidencia que tengamos [la estatua de] un hombre con una trompeta encima del templo. Ustedes son los que tocan la trompeta; son los mensajeros veloces; déjense puesto el calzado para correr”.
Llegar a ser mensajeros veloces
“Piensen en esto en el momento que se pregunten a dónde irán después”, dijo el élder Nelson. “Ustedes son los pescadores que el Señor escogió para estos tiempos. Ustedes son los cazadores que encontrarán a estas personas a las que se debe traer de vuelta al Señor”.
Para llegar a ser mensajeros veloces, dijo él, debemos predicar las doctrinas de la Expiación, que permiten que acontezcan los propósitos y las profecías de Dios.
“Alrededor de 600 años antes de que Jesús naciera en Belén, los profetas sabían que el convenio abrahámico se cumpliría ‘en los últimos días’”, dice el élder Nelson. “¡Y nosotros vamos a ser partícipes! ¿No es emocionante? Podemos participar en el cumplimiento de profecías que se hicieron hace unos 4.000 años.
“Mi esperanza es que cada uno de ustedes estudie la doctrina de forma personal, especialmente cómo se relaciona con su identidad y enfoque como misionero en este momento único en la historia del mundo”.
Glorificar a la Trinidad
Aunque el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son tres seres físicos separados, “están unidos—son ‘uno’—en todos los otros aspectos concebibles”, dijo el élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles. “Cuanto más estudio, y cuanto más aprendo, encuentro que hay muchas más cosas que los unen de las que los separan”.
La doctrina de la Trinidad está en el centro del Evangelio, dijo el élder Holland, explicando que debemos entender la naturaleza de la Trinidad para enseñar esta importante doctrina a las personas que no son miembros.
El élder Holland usó la oración intercesora en Juan 17 para mostrar cómo Cristo rogó al Padre Celestial para ayudarnos a llegar a ser uno en espíritu y en propósito, a la manera de la Trinidad.
Ser uno, así como Ellos son uno
“El gran tema de esa oración es la unidad”, dice el élder Holland. “Debemos ser uno con nuestro Padre Celestial y con Cristo, tal y como Ellos son uno. Eso es lo ideal, y debe ser el objetivo de nuestro esfuerzo”.
Aunque debemos tener unidad, todos tenemos un papel específico que cumplir, dice el élder Holland, y es por eso que debemos estar en el mundo pero no ser de él. Por ejemplo, “Tenemos este don grande y poderoso del Espíritu Santo, el cual viene con el bautismo. Ninguna lección puede ser más importante para un misionero que recordar este personaje de la Trinidad con quien podemos tener una profunda relación espiritual personal”.
Debemos ejemplificar la unidad de la Trinidad, dice el élder Holland. “Adoramos al Padre, y sólo al Padre; servimos al Padre en el nombre del Hijo. … Cristo vino para hacer la voluntad del Padre en todas las cosas”. Entonces, durante la mortalidad, el Espíritu Santo nos guía y cumple con su papel divino.