“Cristo vive” es siempre un mensaje para la Pascua


Mientras celebramos la Pascua cada año, una manera de recordar al Salvador es leer y estudiar “El Cristo Viviente: El Testimonio de los Apóstoles”. Esta declaración, publicada en el año 2000 para declarar la verdad al tiempo de la conmemoración del nacimiento del Salvador dos milenios antes, ha sido ampliamente citada y publicada desde entonces. Representa el testimonio colectivo de quince hombres llamados como testigos especiales de Jesucristo. Es un testimonio perdurable que fortalece la fe en el Salvador.

“Esperamos que se erija como un testimonio del Señor cuyos siervos somos”, dijo el élder Russell M. Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles. “Él es nuestro Maestro, Él es nuestro Rey, Él es el Señor, Él es la cabeza de la Iglesia y estamos en su obra. Nada podría ser más apropiado en conmemoración de Su nacimiento que su pueblo sobre la tierra le reconociera como el Señor de Su mundo”.

El Hijo literal de Dios

El élder Nelson explicó que el testimonio, y los videos creados para acompañar el documento recalcan “lo más sagrado a lo que podemos contribuir, principalmente nuestro testimonio es que el Cristo viviente es el Hijo literal de Dios”.

“Queríamos dejar algo que penetrara el corazón de las personas y permaneciera en él, aun más allá de la vida de los que testificaban”, explicó el élder Nelson.

Desde entonces, de los primeros apóstoles que firmaron este documento, ya han fallecido Gordon B. Hinckley, James E. Faust, David B. Haight, Neal A. Maxwell y Joseph B. Wirthlin. Otros testigos especiales de Cristo han sido llamados a unirse a su testimonio de Cristo con quienes se mencionó anteriormente. Estos apóstoles son: Dieter F. Uchtdorf, David A. Bednar, Quentin L. Cook, D. Todd Christofferson y Neil L. Andersen.

Cómo hallar fe en Cristo

Además de “El Cristo Viviente: El Testimonio de los Apóstoles”, aquellos que fueron llamados como testigos especiales de Cristo continúan enseñando con regularidad acerca del Salvador. Por ejemplo, el élder Robert D. Hales, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “Una vez que encontramos los comienzos de nuestra fe en Jesucristo, nuestro Padre Celestial permite que esa fe se fortalezca. Eso sucede de muchas maneras, incluso por medio de las experiencias de la adversidad. Nuestra fe se obtiene por la oración, con un deseo sincero de acercarnos a Dios y confiar en que Él lleve nuestras cargas y nos dé respuesta a los inexplicables misterios del propósito de la vida: ¿De dónde vinimos? ¿Por qué estamos en la tierra como seres mortales? Y ¿a dónde iremos después de nuestra jornada terrenal?”.

“Cuando surgen las dificultades de esta vida, y a todos se nos presentan, quizás resulte difícil seguir creyendo. En esos momentos, sólo la fe en el Señor Jesucristo y en Su expiación puede brindarnos paz, esperanza y comprensión; solamente la fe en que Él sufrió por nuestro bien nos dará la fortaleza para continuar y perseverar hasta el fin. Cuando obtenemos esa fe, experimentamos un potente cambio de corazón y, como Enós, nos hacemos más fuertes y comenzamos a sentir el deseo por el bienestar de nuestros hermanos y hermanas. Oramos por ellos, para que también se fortalezcan por medio de la fe en la expiación de nuestro Salvador”.

El élder Hales dijo que a todas las almas que tienen hambre de fe, “las [invito] a buscar a este Jesús de quien han escrito los profetas y apóstoles” (véase Éter 12:41). Que el testimonio que ellos han expresado de que el Salvador dio Su vida por ti se hunda profundamente en tu corazón. Procura con oración recibir el testimonio de esta verdad por medio del Espíritu Santo, y después observa cómo se fortalece tu fe al enfrentar con gozo las dificultades de esta vida y al prepararte para la vida eterna. Jesucristo, efectivamente, vino y vivió en la tierra. Y vendrá otra vez. Ésa es una verdad maravillosa para llevar en nuestro corazón en [Pascua] y durante todo el año”.

El Salvador lo sabe

“El Maestro no sólo prevé a la perfección el creciente poder de la oposición, sino que también sabe lo que significa ser humano”, dijo el presidente Henry B. Eyring, primer consejero de la Primera Presidencia. “Él sabe lo que es recibir la presión de las preocupaciones de la vida. Él sabe que hemos de comer el pan con el sudor de nuestro rostro y sabe también de las preocupaciones, de las inquietudes y hasta de los dolores derivados del mandamiento de traer hijos a este mundo. Él también sabe que nuestras pruebas y nuestros poderes humanos para enfrentarnos con ellas sufren altibajos.

“Él conoce el error que tan fácilmente podemos cometer: subestimar las fuerzas que obran por nosotros y confiar en exceso en nuestros propios poderes humanos. Por eso nos ofrece el convenio de “recordarle siempre” y la advertencia de ‘orar siempre’ (3 Nefi 18:18) a fin de que depositemos nuestra confianza en Él, que es nuestra única seguridad. No es difícil saber lo que se debe hacer; la dificultad misma de recordar siempre y de orar siempre es un estímulo necesario para tratar con mayor ahínco. El peligro estriba en posponer el empeño de recordarle o en pensar que bastan los esfuerzos hechos en el pasado”.

Acuérdense de Él

“Mi mensaje”, continuó el presidente Eyring, “consta de una súplica, de una advertencia y de una promesa: les suplico que hagan las cosas sencillas que les permitan avanzar espiritualmente. Comiencen por recordarle. Recordarán lo que saben y lo que aman. El Salvador nos ha dado las Escrituras por las que los profetas pagaron un precio que no podemos ni imaginar para que nosotros pudiéramos conocerle. Sumérjanse en las Escrituras. Decidan en este momento leer más y con mayor eficacia que antes”.

Presidente Monson

El presidente Thomas S. Monson dio testimonio del Salvador viviente cuando dijo: “Con todo mi corazón y el fervor de mi alma levanto mi voz en testimonio, como testigo especial, y declaro que Dios vive; Jesús es Su Hijo, el Unigénito del Padre en la carne. Él es nuestro Redentor y nuestro Mediador ante el Padre. Fue Él quien murió en la cruz para expiar nuestros pecados. Él fue las primicias de la resurrección, y gracias a Su muerte todos volveremos a vivir. Cuán dulce es el gozo que dan estas palabras: “¡Yo sé que vive mi Señor!”. “Ruego que todo el mundo lo sepa y viva de acuerdo con este conocimiento”.

El testimonio de los profetas

“El Cristo Viviente: El Testimonio de los Apóstoles” termina con este testimonio: “Testificamos que algún día Él regresará a la tierra. ‘Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá’ (Isaías 40:5). Él regirá como Rey de reyes y reinará como Señor de señores, y toda rodilla se doblará, y toda lengua hablará en adoración ante Él. Todos nosotros compareceremos para ser juzgados por Él según nuestras obras y los deseos de nuestro corazón.

“Damos testimonio, en calidad de Sus apóstoles debidamente ordenados, de que Jesús es el Cristo Viviente, el inmortal Hijo de Dios. Él es el gran Rey Emanuel, que hoy está a la diestra de Su Padre. Él es la luz, la vida y la esperanza del mundo. Su camino es el sendero que lleva a la felicidad en esta vida y a la vida eterna en el mundo venidero. Gracias sean dadas a Dios por la dádiva incomparable de Su Hijo divino”.