Los presidentes Dieter F. Uchtdorf, Henry B. Eyring y Thomas S. Monson alientan a todos a sumarse a la conferencia general para sentir el Espíritu y recibir instrucción.
¿Por qué es importante participar en la conferencia general? La Primera Presidencia, a cuyos integrantes se sostiene como profetas y apóstoles, ha reiterado los motivos de la importancia de asistir, escuchar o ver las transmisiones de todas las sesiones de la conferencia general, y después repasar los mensajes durante los meses subsiguientes y vivir de acuerdo con la inspiración recibida.
Los mensajes de la conferencia son inspirados
El presidente Thomas S. Monson dice que el propósito de la conferencia es recibir instrucción e inspiración. Debiéramos sumarnos a la conferencia porque “estamos deseosos de escuchar los mensajes que se nos presentarán”, dice, señalando que “se darán muchos mensajes que cubrirán diversos temas del Evangelio” y que “estos hombres y mujeres que les dirigirán la palabra han buscado la ayuda de los cielos concerniente a los mensajes que les darán”, y agregó que “han recibido impresiones sobre lo que deben compartir con nosotros”.
El presidente Henry B. Eyring, primer consejero de la Primera Presidencia, ofrece un consejo similar: “Sé que los siervos de Dios les hablarán durante... [la] conferencia. Ellos son llamados por Dios para dar mensajes a Sus hijos. El señor ha dicho de ellos: “Lo que yo, el Señor, he dicho, yo lo he dicho, y no me disculpo; y aunque pasaren los cielos y la tierra, mi palabra no pasará, sino que toda será cumplida, sea por mi propia voz o por la voz de mis siervos, es lo mismo”.
El presidente Dieter F. Uchtdorf, segundo consejero de la Primera Presidencia, explica por qué debemos prestar suma atención a los mensajes de la conferencia. “Cuanto más atesoremos las palabras de los profetas y las pongamos en práctica, más nos daremos cuenta del momento en que nos estemos desviando, aunque sólo sea cuestión de unos cuantos grados”.
Este consejo se aplica particularmente a quienes son nuevos en la Iglesia y procuran aprender más acerca del Evangelio, y también a aquellos que “están luchando con problemas, con desafíos, con desilusiones, con pérdidas”, agrega el presidente Monson. Los mensajes tienen el fin de enseñar e inspirarnos, brindándonos una “determinación renovada de vivir el Evangelio y servir al Señor”.
¿Un mensaje para mí?
Cuando participemos en la conferencia General, el presidente Eyring dice que podríamos orar, meditar y preguntarnos: “¿Me envió Dios algún mensaje que era exclusivamente para mí?”.
El presidente Eyring también enseña que debemos ejercer fe en Dios a fin de aprender de los mensajes y recibir inspiración. “Ustedes muestran su confianza en Él cuando escuchan con la intención de aprender, de arrepentirse, y luego van y hacen lo que Él pide. Si confían en Dios lo suficiente para escuchar Su mensaje en cada discurso, himno y oración de esta conferencia, lo encontrarán”.
El presidente Monson dice que podemos seguir encontrando esos mensajes aun después de concluida la conferencia. “Los exhorto a estudiar los mensajes, a meditar sus enseñanzas y después a aplicarlos en su vida... Se merecen un estudio detenido”.
Antes de la conferencia podrá encontrar materiales útiles, y a su término le será posible ver, escuchar, leer y compartir los discursos visitando el sitio web de la Conferencia General. Los ejemplares de mayo de las revistas Ensign y Liahona contienen también la transcripción completa de cada discurso de la conferencia; la revista New Era y youth.ChurchofJesusChrist.org contarán con reseñas de la conferencia para los jóvenes y la revista Friend incluirá material de conferencia para los niños.
“Ruego que recordemos siempre lo que hemos escuchado durante esta conferencia”, dice el presidente Monson.
Fuentes:
- “Bienvenidos a la conferencia”, abril de 2010, presidente Monson
- “Bienvenidos a la conferencia”, octubre de 2009, presidente Monson
- “Hasta que nos volvamos a ver”, octubre de 2010, presidente Monson
- “Hasta que nos volvamos a ver”, abril de 2009, presidente Monson
- “Confía en Dios, luego ve y hazlo”, octubre de 2010, presidente Eyring
- “¡Oh recordad, recordad!”, octubre de 2007, presidente Eyring
- “Cuestión de sólo unos grados”, abril de 2008, presidente Uchtdorf
Escrituras sobre la conferencia
Las conferencias han sido parte de la Iglesia desde los primeros días de la restauración, y Doctrina y Convenios abunda en referencias a ellas. En la sección 124 se encuentra un ejemplo particular en que se revelan diversas instrucciones relativas a asignaciones del sacerdocio, y después se recibe la siguiente admonición: “Espere paciente y diligentemente instrucciones adicionales en mi conferencia general, dice el Señor” (versículo 88).
Un consejo parecido se encuentra en Doctrina y Convenios 26:1 relativo a estudiar las escrituras y efectuar obras inspiradas “hasta... la próxima conferencia; y entonces se os hará saber lo que tendréis que hacer”.
Es un gran consejo para todos nosotros: basándonos en el estudio de las Escrituras, el consejo recibido en la conferencia general anterior, la instrucción de los líderes locales y la inspiración, debemos hacer todo el bien que nos sea posible y aguardar anhelosos más instrucciones en la conferencia general.
Congreguémonos para ser instruidos
El antiguo Israel solía recibir consejo y guía en forma grupal. “Juntarás a toda la congregación de los hijos de Israel”, dice el señor en Números 8:9, y en Josué 24:1 aprendemos que el profeta “reunió... a todas las tribus de Israel en Siquem y llamó a los ancianos de Israel, y a sus [líderes], y a sus jueces, y a sus oficiales; y se presentaron delante de Dios”.
Moisés estableció un patrón que aún siguen los profetas de la actualidad cuando “hizo reunir a toda la congregación de los hijos de Israel y les dijo: Éstas son las cosas que Jehová ha mandado hacer” (Éxodo 35:1).
En la época del Nuevo Testamento, los seguidores de Cristo se congregaban para recibir consejo e instrucción. A menudo el Salvador hablaba a multitudes, incluso cuando alimentó a los 5000 (véase Marcos 6:44, Juan 6:10) y a los 4000 (véase Mateo 15:38, Marcos 8:9). Lucas registra que cerca de 5000 personas creyeron en las palabras de Pedro y Juan (véase Hechos 4:4), y Pablo registra en 1 Corintios 15:6 que tras Su resurrección, Cristo se “apareció a más de quinientos hermanos a la vez”.
En el Libro de Mormón se describe la aparición de Cristo al pueblo de las Américas tras Su ministerio en la Tierra Santa, indicando que “la multitud vio y oyó y dio testimonio... y llegaba su número a unas dos mil quinientas almas; y se componía de hombres, mujeres y niños” (3 Nefi 17:25).