Como niño que crecía en Long Island, Nueva York, el élder Robert D. Hales, del Quórum de los Doce Apóstoles, aprendió muchas lecciones de sus padres. Sobre todo recuerda una experiencia cuando su padre le enseñó acerca de cómo establecer el ambiente adecuado para la creatividad.
“Papá era dibujante comercial y trabajaba para una gran agencia publicitaria de la ciudad de Nueva York”, explica el élder Hales. “En una ocasión, se encontraba trabajando bajo un tremendo estrés en una campaña publicitaria. Había llegado a casa un viernes al atardecer y había seguido trabajando hasta altas horas de la noche. El sábado por la mañana, después de trabajar unas horas en el jardín, se retiró a su estudio para idear una campaña de publicidad para un nuevo producto.
“Mi hermana y yo nos estábamos divirtiendo mucho persiguiéndonos alrededor de la mesa del comedor, que estaba situado en la planta alta directamente encima de donde él estaba trabajando. Por lo menos dos veces nos dijo que nos sosegáramos, pero fue en vano. Al poco rato subió las escaleras con pasos firmes y me agarró del cuello; hizo que me sentara y me enseñó una gran lección. No me gritó ni me golpeó a pesar de que estaba sumamente molesto.
“Nos explicó el proceso creativo, así como la necesidad de meditar tranquilamente para sentirse cerca del Espíritu y de este modo poder dar rienda suelta a la creatividad. Por haberse tomado el tiempo de explicarme y ayudarme a comprender , aprendí una lección que he puesto en práctica muy a menudo”.
Infinitas aplicaciones
“Para muchos”, dice el élder Hales, “la palabra creatividad simplemente se refiere al artes cultural, actuación o visual. Ésta es una definición muy limitada. Hay infinitas maneras de aplicar el razonamiento creativo.
“Tenemos la capacidad para producir obras creativas en nuestras actividades diarias. La creatividad también puede utilizarse para encontrar soluciones a los problemas cotidianos al desarrollar nuevas formas de abordar los problemas. He visto tal creatividad durante toda mi vida.
Proyecto 48
El élder Hales cuenta de una solución creativa que se usó cuando él era presidente del quórum de élderes del barrio Cambridge en Boston, Massachusetts. “Nos dimos cuenta que muchas veces perdíamos la noción de los estudiantes SUD durante los primeros días de su llegada para asistir a las universidades del área. Algunos de ellos nunca se relacionaban con nosotros de una manera firme y activa”, dijo.
“Así que desarrollamos un programa llamado Proyecto 48. Daba la oportunidad a los estudiantes recién llegados que fueran miembro de nuestro quórum de élderes que permanecieran con un miembro del quórum por 48 horas. El miembro del quórum ayudaba al recién llegado a encontrar un lugar donde vivir… Los miembros del quórum ofrecían hermandad y amistad para el estudiante recién llagado y se aseguraba de que estuviera bien.
“De esta manera, iniciamos lazos con muchos recién llegados en nuestro quórum. No los perdimos durante las primeras horas críticas en un ambiente nuevo. Años más tarde, el Proyecto 48 todavía se usaba para dar la bienvenida a los estudiantes del área de Boston.
Dieciséis piedras
El élder Hales también habla acerca de un evento en el Libro de Mormón que demuestra cómo el Señor nos permite resolver nuestros problemas con Su guía.
“El hermano de Jared ya había edificado barcos de acuerdo con las especificaciones del Señor. Pero no había manera de proporcionar luz en el interior para los viajeros. ¿El hermano de Jared oró: ‘He aquí, oh Señor… ¿Vas a permitir, oh Señor, que crucemos estas grandes aguas en la obscuridad?’ (Éter 2:22). Con demasiada frecuencia en nuestras oraciones sólo repetimos nuestros problemas. ‘Y el Señor dijo al hermano de Jared: ¿Qué quieres que yo haga para que tengáis luz en vuestros barcos? (Éter 2:23). Se le dijo que no podía tener ventanas o hacer fuego. A veces, en la vida estamos limitados en las posibles opciones para resolver problemas.
“La solución del hermano de Jared fue tomar 16 piedras transparentes y pedir al Señor que las toque. ‘toca estas piedras con tu dedo, oh Señor, y disponlas para que brillen en la obscuridad… para que tengamos luz mientras atravesemos el mar” (Éter 3:4). El Señor hizo las piedras brillar y funcionaron perfectamente en todo el viaje”.
El élder Hales dice que podría haber otras soluciones aceptables a la misma necesidad de luz. “Una vez, en la noche de hogar, mi hijo sugirió que el hermano de Jared debería haber hecho que el Señor ponga su dedo en una lata de pintura. Entonces la pintura radiante podría haberse aplicado al interior del barco. Pero el hermano de Jared decidió usar rocas y el Señor aceptó su solución”.