La formación académica es un mandamiento

Los profetas y apóstoles enseñan que la educación es un principio eterno, y va de acuerdo con el consejo del Salvador que “la gloria de Dios es la inteligencia, o, en otras palabras, luz y verdad” (D. y C. 93:36) y que “cualquier principio de inteligencia que logremos en esta vida se levantará con nosotros en la resurrección” (D. y C. 130:18).

“Para los miembros de la Iglesia, la educación no es simplemente una buena idea, sino un mandamiento”, dice el presidente Dieter F. Uchtdorf, segundo consejero de la Primera Presidencia. Se insta a los miembros de la Iglesia a aprender “de cosas tanto en el cielo como en la tierra, y debajo de la tierra; cosas que han sido, que son y que pronto han de acontecer; cosas que existen en el país, cosas que existen en el extranjero” (D. y C. 88:79).

¡Sus propios escritorios!

Reflexionando sobre su juventud en la Alemania de la posguerra, las oportunidades de recibir formación académica eran escasas. El presidente Uchtdorf recuerda: “Un día, cuando iba en mi bicicleta a entregar ropa de la lavandería, entré en la casa de un compañero de clases. En uno de los cuartos había dos escritorios pequeños acomodados contra la pared. ¡Qué hermosa vista! Qué afortunados eran esos niños por tener sus propios escritorios. Me los imaginaba sentados con los libros abiertos estudiando sus lecciones y haciendo sus tareas. Me parecía que tener mi propio escritorio sería lo más maravilloso del mundo.

“Tuve que esperar un largo tiempo antes de cumplir mi deseo. Años más tarde, conseguí trabajo en una institución de investigación que contaba con una amplia biblioteca. Me acuerdo que pasaba gran parte de mi tiempo libre en esa biblioteca. Allí finalmente podía sentarme solo frente a un escritorio y absorber la información y el conocimiento que aportaban los libros. ¡Me encantaba leer y aprender!”.

A José Smith le encantaba aprender pese a que tuvo pocas oportunidades de educación formal. En sus diarios hablaba felizmente de los días que dedicaba al estudio y con frecuencia expresaba su aprecio por el aprendizaje. El profeta José Smith enseñó: ‘El conocimiento disipa las tinieblas, la [ansiedad] y la duda, porque éstas no pueden existir donde hay conocimiento’”.

Esfuércense por aumentar su conocimiento

El presidente Uchtdorf continúa: “Esfuércense por aumentar su conocimiento de todo lo ‘virtuoso, o bello, o de buena reputación, o digno de alabanza’. Busquen conocimiento ‘tanto por el estudio como por la fe’. [Véanse los Artículos de Fe 1:13; D. y C. 88:118109:7109:14).

“En nuestro aprendizaje, no subestimemos la fuente de la revelación. Las Escrituras y las palabras de los apóstoles y profetas modernos son fuentes de sabiduría, de conocimiento divino y de revelación personal para ayudarnos a hallar respuestas a todos los retos de la vida. Aprendamos de Cristo; busquemos ese conocimiento que lleva a la paz, a la verdad”.

Cómo escoger la profesión de su vida

El presidente Thomas S. Monson aconseja a los jóvenes de todo el mundo a estudiar y a prepararse para el trabajo en la vida en un campo laboral del que disfruten, ya que estarán una buena parte de su vida en la profesión que elijan.

“[La profesión que escojan] debe ser una que desafíe su intelecto y que potencie al máximo sus talentos y habilidades. Por último, debe ser una profesión que genere suficiente remuneración para mantener adecuadamente a su compañera y a sus hijos. Bien, ya sé que éste es un gran encargo. Pero les testifico que estos criterios son muy importantes en la elección de la profesión de su vida”.

El presidente Monson mencionó que este consejo también es relevante para las mujeres jóvenes, dado que la vida presenta situaciones que no son predecibles y puede que necesiten estar preparadas profesionalmente.

La formación académica debe ser un desafío

El presidente Monson también aconseja que la formación que escojamos nos desafíe a crecer. “Espero que no tengan miedo de las clases difíciles”, dice él. “Nunca tuve una clase que fuera ‘demasiado’ fácil… Simplemente tienen que trabajar arduamente. Espero que deseen estar tan bien capacitados como para estar al nivel de este mundo tan competitivo. Espero que ustedes aprendan a asumir la responsabilidad de sus decisiones, ya sea en los cursos de estudio que opten por tomar, o ya sea en la dirección de los logros académicos que se esfuercen por alcanzar”.

“Tienen acceso al faro del Señor. No hay niebla tan densa, no hay noche tan oscura, no hay marinero tan perdido, ni vendaval tan fuerte como para hacer que sea inútil el faro del Señor. Les hace señales a través de las tormentas de la vida. Parece que nos dice, a ustedes y a mí: ‘Éste es el camino hacia la seguridad; éste es el camino que lleva a casa’”.

“Mis jóvenes hermanos y hermanas, no permitan que su temor sea su consejero. No se digan a sí mismos: ‘No soy lo suficientemente listo, o no puedo hacer lo que se requiere para estudiar esta clase difícil, o en este campo que es difícil, así es que voy a escoger la manera más fácil’. Les suplico que pongan a prueba su talento, y nuestro Padre Celestial les pondrá al nivel de sus decisiones”.

“En esta vida, donde tenemos la oportunidad de luchar y alcanzar, les testifico que en ocasiones tenemos que hacer un segundo esfuerzo, y un tercero, y un cuarto, y cuantos grados de esfuerzo sean necesarios para lograr lo que nos esforzamos por alcanzar”.

Una responsabilidad religiosa

El élder Russell M. Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles, dice: “¡Su mente es preciosa!  Es sagrada. Por lo tanto, la formación académica de la mente también es sagrada. En verdad, la formación académica es una responsabilidad religiosa. Claro, nuestras oportunidades y habilidades variarán en gran manera. Pero, al buscar la formación académica personal, el deseo individual es más importante que la universidad o escuela que ustedes elijan; el impulso personal es más significativo que el profesorado”.

“Nuestro Creador espera que Sus hijos en todas partes adquieran una formación como un esfuerzo personal… Cuando abandonen esta frágil existencia, sus posesiones materiales permanecerán aquí, pero el Señor ha declarado que el conocimiento que adquieran aquí se levantará con ustedes en la resurrección… A la luz de esta perspectiva celestial, si impulsivamente abandonan o acortan su formación académica, no sólo despreciarán un decreto divino sino que también acortarán su potencial eterno”.

“Cuando estaba sirviendo como doctor en medicina y como presidente de estaca, conversé con muchos jóvenes acerca de sus objetivos personales de formación. Algunos me preguntaron cuánto tiempo tardé en ser doctor en medicina. Yo les respondí: ‘El plan general sería cuatro años de universidad, seguidos por otros cuatro años en la facultad de medicina. Y, si decidieran especializarse, entonces podrían añadir otros cinco años o más’”.

“Mis palabras a menudo daban como resultado esta respuesta: ‘¿Quiere decir…?  Vaya, eso hace un total de 13 años, o tal vez ¿más? ¡Eso es demasiado tiempo para mí!’.

“‘Eso depende’, les contestaba yo. ‘La preparación para su profesión no lleva demasiado tiempo si saben lo que desean hacer con su vida. ¿Qué edad tendrán dentro de 13 años si no continúan su formación académica? Su edad será la misma, tanto si llegan a ser lo que quieren o no!’.

“Así, mi consejo entonces, y ahora, es que continúen su formación académica, dondequiera que estén, cualquiera que sea su interés y oportunidad. Determinen cómo pueden servir mejor a su familia y a la sociedad, y prepárense bien”.