¿Cómo se dio la invitación para ir a hablar a West Point?
El historiador de West Point es un miembro de la Iglesia llamado Sherman Fleek, y es un teniente coronel retirado. Hemos sido amigos desde que él era estudiante en la Universidad Brigham Young y hemos permanecido en contacto. Estábamos conversando una vez y él me dijo: “¿Por qué no vienes algún día a dar un discurso en West Point?”
Y le dije: “¿Por qué no creas una razón para que vaya?”.
Y él dijo: “Está bien, lo haré”.
Lo que él hizo fue consultar con el capellán de la academia y con el decano académico. Ellos decidieron hacer una serie de desayunos de oración a los que invitarían a hablar a líderes eclesiásticos de diferentes denominaciones religiosas. Tengo entendido que han tenido hasta ahora a un arzobispo de la Iglesia Católica Romana. Otros oradores seguirán después de mí. Un rabino judío hablará en septiembre.
Se le ha pedido a cada orador que hable acerca de uno de los valores del ejército. El ejército tiene siete valores que son el fundamento de su código de conducta. Se me pidió hablar sobre la integridad, que es el mejor tema, en mi opinión. Desde la perspectiva del ejército es la virtud que hace que las otras funcionen. Se me asignó hablar en el día nacional de la oración.
Creo que ésta es la primera ocasión en que un líder de nuestra Iglesia ha hablado ante una asamblea en West Point.
¿Por qué se le asignó un tema tan medular en un día tan prominente?
El hermano Fleek tendrá que contestar esa pregunta. Debido a que él forma parte del Comité Centenario de la Capilla de Cadetes y ayuda a programar a los oradores participantes, él propuso que yo fuera a hablar en unos de los desayunos de oración sobre los siete valores del ejército. Puede ser que él haya orquestado esto un poco.
¿Cuántas personas estaban presentes en el desayuno y escucharon su mensaje?
Alrededor de 160 ó 170. Los desayunos de oración no son de presencia obligatoria. Los cadetes pueden decidir si asistirán. Entiendo, por lo que me dijeron, que tuvimos una buena concurrencia. La mayoría de nuestros cadetes vinieron, así como muchos de sus compañeros cadetes. Aproximadamente la mitad de la audiencia era Santos de los Últimos Días.
¿Cómo califica la experiencia de discursar ante los cadetes y sus oficiales?
Fue una experiencia maravillosa. Fui recibido por el superintendente de la academia —él es realmente el presidente de la escuela— y por el decano académico, quien es comparable al vicerrector académico en otras universidades. El decano académico asistió al desayuno de oración. Probablemente se sintió aliviado al ver que no me levanté para dar la primera charla misional y luego invitar a los presentes a ser bautizados. Todos parecían estar contentos con el discurso. Me han solicitado el texto del discurso, incluso personas que no son líderes SUD allí. Realmente todos los de la unidad de la capellanía fueron muy amables, así como los dos generales —el director y el decano académico.
Usted mencionó a estudiantes Santos de los Últimos Días en West Point. ¿Qué impresión se llevó de ellos?
Quedé sumamente impresionado. Tenemos alrededor de 65 cadetes Santos de los Últimos Días. Esta cifra equivale sólo al 1,5 por ciento de los 4400 cadetes de West Point, pero lo hacen muy bien. En muchos casos se destacan por su liderazgo y por sus logros académicos. Es evidente que la academia está complacida con ellos. No hace mucho tiempo las academias militares de los Estados Unidos no estaban contentas con nuestros estudiantes, por su deseo de servir en una misión. Ocurría con frecuencia que, si ellos salían a la misión, no eran readmitidos luego. Pero la situación ha cambiado. El Primer Capitán en West Point—Tyler Gordy, el cadete de mayor rango en su organización (el líder designado de los cadetes)— es un joven SUD y es un veterano de guerra. Y los hemos tenido en el pasado. De hecho, hace pocos años el Primer Capitán o su equivalente en todas las cuatro academias militares era un Santo de los Últimos Días.
Realmente disfruté de almorzar con un grupo de cadetes SUD. West Point tiene el programa de comedor más organizado que yo haya visto jamás. Allí comen 4400 cadetes en una sentada en escasos 15 minutos. Los cadetes se formaron en regimientos y compañías. El día del discurso, nos dieron un salón aparte para comer, pero no tenía capacidad para albergar a todos los cadetes SUD, así que sólo se invitó a unos pocos de los líderes de cadetes. En el almuerzo fui presentado al cuerpo entero de los 4400 cadetes desde “la cubierta de popa”, como la llaman ellos, y allí me dieron la bienvenida. Tengo entendido que es el mismo sitio desde el cual el General Douglas MacArthur dio su famoso discurso al cuerpo: “El deber, el honor, el país”.
¿Regresó a casa después de su día en West Point? Usted había tenido ciertamente un día bien ocupado.
No. Hablé en una charla fogonera esa noche con invitación abierta a la academia y a las estacas circunvecinas. Asistieron entre 500 y 600 personas. Nos congregamos en la Capilla de los Cadetes —una hermosa edificación de estilo gótico antiguo. Se conmemoraba el centenario de la capilla, así que participamos en esas festividades de alguna manera.
Después de eso fui a Nueva York y conversé con varios rabinos con quienes mantenemos contacto. Uno de ellos, el Rabino Schneier, preside el Appeal de Conscience (Llamado de Conciencia) un hombre imponente. Otro, Jeremy Kalmanofsky, dirige una sinagoga que yo visité ese día en el Upper West Side. Desde los tiempos en que fui presidente de la Universidad Brigham Young y debido a mi trabajo para el Centro en Jerusalén he estado en estrecho contacto con muchos de nuestros amigos judíos. El Rabino Kalmanofsky estuvo presente en la casa abierta del Templo de Oquirrh Mountain, Utah y tuve el placer de ser su anfitrión. Cada vez que vengo a Nueva York y otros lugares donde tenemos esos contactos, la Primera Presidencia me ha pedido que mantenga estos contactos abiertos. Me gusta conversar con nuestros amigos para informarles en cuanto a lo que la Iglesia está haciendo y para conocer sus actividades.
El domingo asistí a la iglesia en el barrio Harlem 1, de la Estaca de Nueva York, Nueva York. Ellos tienen una hermosa edificación nueva. Harlem está viviendo como una restauración y renovación de la comunidad. Hay nuevas empresas en la zona y varias de las antiguas edificaciones están siendo reemplazadas por nuevas y por rascacielos. El nuevo centro de reuniones está a cien metros de donde estaba el anterior y ha recibido mucha publicidad positiva. Se ha felicitado a la Iglesia por haber construido una capilla tan hermosa allí. El barrio es un conglomerado de gente joven y personas mayores y existe una diversidad de grupos étnicos. Es una combinación muy neoyorquina. Me resultó agradable estar allí.
En la tarde del domingo di otra charla fogonera en el centro de estaca de Cherry Hills en Nueva Jersey. Era básicamente para la Estaca de Cherry Hills, pero se invitó a los líderes de otras estacas y de dos misiones de la zona. Achman Corbet es nuestro director de asuntos públicos en Nueva York. Él fue mi anfitrión durante ese fin de semana e hizo los arreglos para la charla fogonera. Estuvimos a casa llena. Me encantó conocer a personas que no hubiera conocido de otra forma y conocer un lugar en el que nunca antes había estado. Las ciudades de Nueva York y Washington, D.C., parecen ser esos lugares donde muchos de nuestros Santos de los Últimos Días vienen y van, así que me gustó visitar estas estacas fronterizas de Nueva Jersey.
El lunes fui a Filadelfia y visité el nuevo terreno del templo allí. Está situado en el centro histórico de Filadelfia en una excelente ubicación. Lo bueno de este sitio es el gran atractivo turístico de Filadelfia; el templo estará cerca de muchos de los lugares históricos en el centro de Filadelfia. Muchos visitantes al caminar por esos lugares históricos podrán ver el templo. Me gustaron los bocetos arquitectónicos que vi del templo. Será un hermoso templo.
Esto es bastante actividad para un fin de semana. ¿Suelen ser sus viajes así de ajetreados?
Sí, lo son. Me siento comprometido, cuando salgo, a hacer lo más que pueda, a dar mi mayor esfuerzo, a lograr lo máximo que pueda. Pero eso tiene su precio. Sí, es muy agotador y uno no tiene tiempo para relajarse y reflexionar sobre lo que uno ha aprendido. Como Autoridades Generales necesitamos dar un paso atrás y meditar sobre cómo está creciendo la Iglesia en esa zona o aquella. Si te estás exigiendo tanto que sólo puedes cumplir con las citas, una tras la otra, probablemente pierdes algo de ese espacio. Estoy tratando de lograr un equilibrio entre la prisa y la reflexión.
También es un desafío hallar tiempo para leer, escribir y reflexionar en forma creativa. Cuando tienes una agenda ajustada y siempre vas a toda prisa, ¿cuándo tienes tiempo para escribir? Probablemente sólo haya oportunidad en casa de diez a once de la noche o a las cuatro o a las cinco de la mañana. Algunas veces siento esa presión en una forma real y dolorosa. Los límites del cuerpo mortal, el estar sujeto a los dictados del tiempo y a las necesidades del momento son tan apremiantes para un apóstol como para todos los demás. Todos nosotros necesitamos hallar una manera de balancear nuestras vidas entre la acción y la reflexión.
¿Algún comentario final?
Fue agradable visitar sitios donde nunca había estado. No hay muchos lugares donde no haya estado, así que ir a West Point y estar con nuestros cadetes allí fue una delicia. Habiendo sido presidente de una universidad puedo decir que estoy interesado en la educación de nuestros jóvenes. Estaba orgulloso de nuestros estudiantes, nuestros hombres y mujeres jóvenes, que tienen tan buen desempeño allí.
Algo que los miembros de esta Iglesia deben saber es que el ministerio de los quince Apóstoles —la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce— es un ministerio mundial. Abarca zonas tan lejanas como Brasil —donde estuve por dos semanas justo antes de mi asignación en West Point— y tan cercanas como Delta, Utah, o Cherry Hills, Nueva Jersey. Todos los miembros, dondequiera que vivan, son valiosos. Todos ellos tienen necesidades. Tratamos de desplazarnos hasta todos ellos. Procuramos balancear nuestros viajes para que finalmente podamos visitar todos los lugares donde viven los miembros de la Iglesia. Es un desafío, pero es lo que el Señor espera de nosotros.