Todos los Santos de los Últimos Días tienen la responsabilidad de aprender y enseñar el Evangelio (véase La enseñanza: El llamamiento más importante, lección 1). A fin de hacerlo eficazmente, los miembros deben conocer al Salvador por medio de Sus enseñanzas y ejemplo (véase 3 Nefi 18:24).
“Tenemos que fijar la mirada en el Salvador”, dice el élder David A. Bednar, del Quórum de los Doce Apóstoles.
“Nuestra es la obligación de estudiar, meditar y atesorar”, él dice, “para que en el momento preciso se nos pueda dar lo que sea necesario o para que en el momento preciso existan enlaces entre lo que hemos atesorado, estudiado y meditado y entre aquellas cosas que no hayamos notado antes”. El élder Bednar hizo los comentarios durante una transmisión vía satélite de Seminarios e Institutos de Religión el 2 de agosto de 2011.
Él nos dio el modelo
Los profetas y apóstoles con frecuencia testifican del poder que proviene de seguir el ejemplo de Jesucristo.
“Rápida y acertadamente pensamos en Cristo como un maestro: el mayor maestro que haya vivido, vive o vivirá”, dice el élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles. “Sabemos que el Salvador es el Maestro de maestros. Es eso y más”.
“En el hogar, en la escuela y en la Casa de Dios, hay un maestro cuya vida se proyecta por encima de las demás”, dice el presidente Thomas S. Monson. “Enseñó sobre la vida y la muerte, y sobre el deber y el destino; no vivió para que le sirvieran, sino para servir; no vivió para recibir, sino para dar; no vivió para salvar Su vida, sino para sacrificarla por otras personas. Describió un amor más hermoso que la lujuria, y una pobreza más rica que los tesoros. De ese maestro se dijo que enseñaba con autoridad y no como lo hacían los escribas. Hablo del Maestro de Maestros, sí, Jesucristo mismo, el Hijo de Dios, el Salvador y Redentor de toda la humanidad”.
Él nos enseñó a amar
Élder Quentin L. Cook, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseña que la disposición de seguir a Jesucristo y Sus enseñanzas se puede medir por cómo tratamos a nuestro prójimo.
“El mandato del Señor a Sus discípulos de amarse unos a otros, y el modo dramático y poderoso en que enseñó este principio en la Última Cena, es uno de los episodios más conmovedores y hermosos de los últimos días de Su vida mortal”, dice el élder Cook. “Él no estaba enseñando una clase sencilla de comportamiento ético. Éste era el Hijo de Dios suplicando a Sus apóstoles y a todos los discípulos que vendrían después de ellos, que recordaran y siguieran la más fundamental de Sus enseñanzas”.
El amor por los demás es manifiesto en el servicio de la enseñanza. La enseñanza proporciona una oportunidad para que otras personas a aprendan la manera que el Señor ha enseñado (véase La enseñanza: El llamamiento más importante, lección 1).
“Todo el ministerio del Salvador ejemplificó el amor por el prójimo”, dice el presidente Thomas S. Monson. “Un ciego sanado, la hija de Jairo restaurada a la vida, los leprosos limpiados… todos eran el prójimo de Jesús, al igual que la mujer junto al pozo. Él, el hombre perfecto, de pie ante una pecadora confesa, extendió la mano. Ella era la viajante, Él el buen samaritano; y así prosiguió la caravana de Su amabilidad”.
Él enseñó verdades eternas
Enseñarnos unos a otros el Evangelio es una parte esencial del plan del Padre Celestial. El aprender la doctrina del Evangelio nos ayuda a ejercer un albedrío justo al seguir el ejemplo del Salvador (véase La enseñanza: El llamamiento más importante, lección 1).
“Muchas personas que no son cristianas reconocen que Jesús era un gran maestro. De hecho, lo era”, dice el élder Russell M. Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles. “¿Pero qué fue lo que realmente distinguió Sus enseñanzas? ¿Era él un experto instructor de ingeniería, matemáticas o ciencia? Como creador de éste y otros mundos, él ciertamente podría haberlo sido. O como el autor de las Escrituras, él podría haber enseñado composición literaria muy bien. [Pero] la característica que distinguió Sus enseñanzas por encima de la de todos los maestros era que Él enseñó verdades de importancia eterna. Sólo Él podía revelar nuestro propósito en la vida. Sólo por medio de Él podemos aprender de nuestra existencia premortal y de nuestro potencial postmortal”.
El élder Ballard también habla de las verdades eternas que Cristo enseñó durante su Ministerio en la tierra.
“El ministerio terrenal del Señor Jesucristo fue relativamente corto”, dice él. “Ya que sólo cubrió un período de tres años de sus treinta y tres años de vida. Sin embargo, en ese corto tiempo, Él enseñó a la humanidad lo que era necesario para recibir todas las bendiciones que nuestro Padre Celestial tiene reservadas para Sus hijos. Él concluyó Su ministerio terrenal dando el servicio más compasivo y significativo que el mundo jamás haya visto: la Expiación”.
Mientras los Santos de los Últimos Días sigan el consejo del élder Bednar y fijemos nuestra mirada en el Salvador, el Espíritu Santo se convertirá en su compañero confianza en la obra del Señor.
“Al Maestro de maestros, el Señor Jesucristo, cuya resurrección celebramos… digo: Te doy gracias, oh Señor, por enseñarnos que no hay mayor llamamiento que el ser un maestro eficaz”, dice el élder Ballard.