Cómo lo escucho


Por el élder David A. Bednar
Cuórum de los Doce Apóstoles


 

Me fascina la palabra “escuchar”.

Se utiliza muchas veces en las Escrituras y no creo que se refiera a escuchar fisiológicamente, con oídos naturales. Es escuchar con la mente y escuchar con el corazón. Me he centrado en ¿cómo escucho la voz de Jesucristo, no necesariamente solo mediante las palabras o los sonidos, sino cómo lo escucho en mi mente y en mi corazón?

Al reflexionar en cómo escucho la voz del Señor, recuerdo que las revelaciones se transmiten por medio del Espíritu Santo de diversas maneras, entre ellas sueños, visiones, conversaciones con mensajeros celestiales e inspiración. Algunas revelaciones se reciben de forma inmediata e intensa, mientras que otras se reconocen de manera gradual y sutil. En mi vida, me esfuerzo continuamente por hallarme en condiciones de recibir comunicación celestial más frecuentemente.

Escucharlo al seguir adelante prestando servicio

Me doy cuenta de que escuchar Su voz o recibir inspiración ocurre, por lo general, cuando actúo de acuerdo con lo que se me ha mandado hacer. Me doy cuenta de que al ministrar a las personas, se recibe inspiración relacionada con las necesidades de una persona en particular. Cuando sigo adelante, eso constituye una invitación para recibir inspiración.

Escucharlo por medio de música edificante

Me encanta cantar el himno “Qué firmes cimientos”. No hay nadie en el planeta que cante peor que yo, pero la combinación de la música inspiradora y las palabras del himno expresan la gracia y el poder habilitador y fortalecedor de la expiación del Salvador de una forma, que no creo que la pueda obtener de ninguna otra manera. La mayoría de los himnos que me encantan son los himnos de la Restauración, que enseñan esa clase de lecciones; y en esos mensajes, tanto en la música como en la letra, puedes escuchar Su voz. Para mí, la música es con frecuencia la voz del Señor.

Escucharlo por medio de las Escrituras y la oración sincera

No puedo pensar en nada que sea más importante en esta época que tener la promesa de que puedo escucharlo a Él, que puedo recibir Su guía, Su consuelo y Su protección en mi vida. No es complicado y no es difícil, pero es espiritualmente exigente y requiere tiempo. Una de las maneras como yo lo escucho a Él es en las Escrituras. Las Escrituras constituyen la voz del Señor pregrabada de antemano; y por lo general no se escucha una voz audible, aunque eso puede suceder. Es escuchar las Escrituras por medio de un sentimiento; un sentimiento en mi mente, un sentimiento en el corazón. Para mí, las Escrituras son la clave para poder tener esos pensamientos y sentimientos.

Aunque este es un mundo ocupado y acelerado, donde muchas voces atraen nuestra atención, puedo estar “tranquilo” y escucharlo a Él. Al escuchar Su voz en las Escrituras, al orar con sinceridad —no solo diciendo oraciones, sino orando con verdadera intención, con sinceridad—, estoy creando esa quietud espiritual, esa sutileza para poder escucharlo.

Escucharlo por medio del Espíritu Santo

Con el tiempo, he aprendido que una de las grandes bendiciones de esforzarme por tener la compañía del Espíritu Santo es que me veo a mí mismo como realmente soy, lo cual produce dolor y gozo a la vez. No escucho una voz en mis oídos, sino que escucho por medio de pensamientos en la mente y sentimientos en el corazón que se reciben por el poder del Espíritu Santo. Veo cosas que salieron bien y veo cosas en las que necesito mejorar y esforzarme más, y ese es el proceso para llegar a lograrlo. La compañía del Espíritu Santo, un revelador, me ayuda a ver lo bueno así como lo malo, que de otro modo nunca podría ver.

Escucharlo al registrar impresiones espirituales

En una ocasión, el élder Richard G. Scott me enseñó que el conocimiento espiritual, debidamente registrado, está a mi disposición en momentos de necesidad. Si lo que registro es lo que estoy sintiendo en el corazón, los pensamientos que acuden a mi mente por el poder del Espíritu Santo, se asemeja a escribir en planchas menores, escritos, profecías y revelaciones sagrados. No es tomar una gran cantidad de notas detalladas; es escuchar Su voz. Es escucharlo a Él y anotar lo que me ayudará a recordar lo que Él dijo.

No se requiere la perfección para escucharlo

Creo que a veces nuestras expectativas son un estorbo. El seguir adelante y dar mi mejor esfuerzo no requiere la perfección. Es posible que con frecuencia piense que se producirá una impresión espiritual sumamente dramática, cuando la mayoría de las veces es algo muy tranquilo, muy sutil y muy pequeño. Si espero una respuesta grande y recibo muchas pequeñas, es posible que no me dé cuenta. Si espero una respuesta sonora y recibo respuestas sutiles, es posible que no las reconozca.

Yo, al igual que muchos miembros de la Iglesia, quizás nos sintamos indignos o nos preguntemos: “¿Era yo o era el espíritu del Señor?”. “¿Fue esa una impresión del Espíritu Santo?”. La respuesta es dejar de preocuparse al respecto. Sean buenos, esfuércense por honrar sus convenios, guarden los mandamientos. No tengo que ser perfecto, solo tengo que esforzarme lo mejor que pueda por honrar mis convenios. Muchas personas piensan: “Oh, bueno, Él nunca me revelaría esas cosas a mí”. Sin duda que lo haría.

Cuando anhelo la compañía del Espíritu Santo y silencio las distracciones y hago tiempo para preciados momentos de sutileza espiritual, veo con ojos nuevos y escucho con oídos nuevos.