Todos hemos experimentado momentos de soledad y aislamiento. Esta época de distanciamiento social ha traído una nueva sensación de aislamiento que muchos de nosotros nunca habíamos vivido. He llegado a comprender que, aunque podemos estar distanciados físicamente unos de otros, no tenemos que estarlo espiritualmente de Jesucristo. Ustedes y yo podemos usar este momento único como una oportunidad para escucharlo a Él.
En las últimas semanas, una de las cosas que he sentido muy profundamente, y de una manera nueva, es la voz del Señor a través de las Escrituras. He estudiado relatos y parábolas de personas que sienten que están perdidas para el Señor. He aprendido acerca del amor personal del Salvador por cada uno de nosotros mediante las parábolas de la moneda perdida, el hijo pródigo y la oveja perdida (véase Lucas 15). Me siento particularmente atraído por un versículo de la parábola del hijo pródigo donde el Señor expresa Su amor hacia aquellos de nosotros que nos sentimos perdidos. El Señor dice: “… porque este, mi hijo, muerto era y ha revivido; se había perdido y ha sido hallado” (Lucas 15:24).
He llegado a sentir de una forma sumamente profunda que la primera parte del versículo se refiere a nuestro Salvador: “porque este, mi hijo, muerto era y ha revivido”. ¡Nuestro Salvador vive! Y porque Él vive, nunca estamos perdidos. La segunda parte del versículo dice: “… se había perdido y ha sido hallado”. Esta parte me recuerda que, gracias al sacrificio de nuestro Salvador, siempre podemos ser hallados.
Las Escrituras me han enseñado que nunca estoy verdaderamente perdido porque el Hijo del Padre murió y vive nuevamente. No importa dónde esté, Él puede encontrarme. Tengo una gran esperanza en la certeza de que —sin importar nuestras circunstancias, ni cuán solos nos sintamos, o cuánto lamentemos no poder conectarnos con el mundo que nos rodea— ninguno de nosotros nunca está perdido para el Señor.
Esta comprensión realza el significado del nuevo símbolo de la Iglesia que el presidente Nelson anunció en la conferencia general. Tenemos el nombre restaurado de Su Iglesia —La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días— en una piedra angular. Por supuesto, nuestra piedra angular es el Jesucristo viviente.
Jesucristo nos tiende la mano a cada uno. El Cristo viviente nos pregunta, nos invita, nos llama en Su propio nombre y con Su propia voz, sabe que nunca estamos perdidos. Nunca estamos solos. Por supuesto que hay desafíos, pero Él siempre está ahí porque Él vive y nos ama. Estos son algunos de los momentos más valiosos y sagrados que tenemos: cuando sentimos que el Señor nos envuelve en Sus brazos de amor.
El nuevo símbolo de la Iglesia me recuerda que ustedes y yo nunca estamos realmente aislados o solos, porque tenemos acceso al Salvador del mundo, Jesucristo. Porque Él vivió y murió, nosotros nunca estaremos solos. Cuando acudimos a Él, Sus brazos nos envuelven, Su amor nos envuelve y aumenta nuestra capacidad de escucharlo en nuestra vida.
Durante este período de distanciamiento social y de COVID-19 he sentido la llamada del Salvador: “Te veo. Te conozco. Te amo”. Cuando saben verdaderamente que Él les ve, les conoce y les ama, pueden entender que no están aislados. Nunca podrían estar aislados porque tienen un conocimiento del Hijo viviente de Dios y una relación con Él.