Dios revela a Sus profetas que hay principios morales absolutos. El pecado siempre será pecado. La desobediencia a los mandamientos del Señor siempre nos privará de Sus bendiciones. El mundo cambia constante y dramáticamente, pero Dios, Sus mandamientos y las bendiciones prometidas no cambian, son inmutables e inalterables. Los hombres y las mujeres reciben el albedrío como un don de Dios, pero la libertad y, a su vez, la felicidad eternas provienen de la obediencia a Sus leyes.