Cuando el presidente Henry B. Eyring fue a El Salvador para dedicar el templo, se regocijó junto a miles de participantes en una celebración cultural, presidió la ceremonia de la piedra angular y las reuniones de dedicación, y ofreció la oración dedicatoria. Al hacerlo, ministró a miles de personas.
Durante un breve momento en la ceremonia de la piedra angular, el primer consejero de la Primera Presidencia demostró lo que significa ministrar a cada persona en particular.
Cristo es nuestra piedra angular
El joven de 10 años Jacob Ayala formaba parte de un pequeño grupo de santos en el exterior del Templo de San Salvador, El Salvador, durante la ceremonia de la piedra angular el 21 de agosto, parte de la primera sesión dedicatoria del templo. Escuchó atentamente mientras el presidente Eyring enseñó que la piedra angular del templo nos recuerda que Jesucristo debe ser “la piedra angular de nuestras vidas”.
Entonces Jacob fue uno de cuatro niños invitados al estrado, donde el presidente Eyring lo saludó con un apretón de manos y una cálida sonrisa. Jacob estuvo en el estrado menos de dos minutos, pero el aspecto de su semblante cuando regresó a su familia indicaba que jamás iba a olvidar esa experiencia.
Después de la ceremonia, Jacob habló con sus padres y sus seis hermanos. Dijo que estaba contento de conocer al presidente Eyring. Recordó el consejo del presidente Eyring de poner a Jesucristo como piedra angular de nuestras vidas, pero tuvo dificultad para explicar lo que eso significa. Eso les dio a sus padres, Jorge y Dora, la oportunidad de compartir sus testimonios con la familia. Jorge dijo que el Salvador es nuestra piedra angular, por el apoyo que él nos da. Sin Jesucristo, dijo Jorge, estaríamos perdidos. “Sin Su sacrificio expiatorio y resurrección”, dijo él “nada de esto tendría sentido alguno”.
Dora les contó a su esposo y a sus hijos sobre el gozo que sintió cuando vio a Jacob con el presidente Eyring. “Él es un profeta, y un profeta es un símbolo de que la revelación existe otra vez sobre la tierra, que los cielos están abiertos. Es una gran bendición para nuestra familia estar aquí en esta ocasión”.
Aclamaciones de gozo
Este ministerio personal —las enseñanzas de un apóstol y su presencia, que bendijo a un jovencito y a su familia— tuvo lugar aproximadamente doce horas después de una celebración cultural de la noche anterior, un evento de baile y canto, en el cual se presentaron más de 2000 jóvenes de 17 estacas y 2 distritos, frente al presidente Eyring y aproximadamente 12 500 personas más.
Incluso antes de que el presidente Eyring llegara a su asiento en el evento, los jóvenes y todos los espectadores se pusieron de pie esperando su llegada. Cuando finalmente llegó, aclamaron y aclamaron. Muchos hombres jóvenes ondearon sus gorras en el aire.
“El presidente Monson es el campeón de estos eventos, que reúnen a nuestros jóvenes y brindan a aquellos que participan la oportunidad de estar con miembros de su misma edad que comparten sus normas, de hacer nuevas amistades, y de tener recuerdos que perdurarán a lo largo de sus vidas”, dijo el presidente Eyring.
Él reconoció los meses de preparación de los participantes. “Sé lo mucho que han trabajado”, dijo él. Me sorprende que no parezcan cansados, sino felices”. Él ayudó a los participantes a entender que su Padre Celestial estaba al tanto de su diligencia. “Dios los premiará”, él afirmó. “Les prometo que sentirán gozo, igual que los que vean y escuchen su actuación. Ellos recordarán la energía, el color, la música y los sentimientos de este gran saludo a su glorioso y sagrado patrimonio”.
El presidente Eyring habló del primer converso en El Salvador, que se bautizó en 1951, dos años después de que los misioneros Santos de los Últimos Días llegaran al país. “Ese único converso”, dijo él “ahora ha llegado a ser una membrecía de la Iglesia de más de 105.000. El templo, que se dedicará mañana, se erige como un monumento a ese crecimiento, y a su fe, dedicación y testimonio”.
Cuando concluyó su discurso, los jóvenes y los espectadores se hicieron eco de su “amén” y entonces empezaron otra vez a aclamarlo, aumentando en energía y volumen. Fue un jubiloso arranque espontáneo de amor y gratitud porque un siervo del Señor había venido para dedicar un templo en su tierra.
Los jóvenes salieron del evento con algunas lágrimas en las mejillas, en parte porque después de meses de un esfuerzo unido, algo maravilloso había llegado a su fin. También salieron resueltos a seguir el consejo que habían recibido del presidente Eyring: “Que continúen siendo fieles y verídicos. Que este hermoso templo sea un faro para todos los miembros y todos los que buscan la verdad a lo largo de esta tierra hermosa y prometida”.
Día de dedicación
El día de la dedicación, la gente respondió de manera diferente al ministerio de un profeta entre ellos. Seguían estando igual de gozosos como lo habían estado la noche anterior - quizás aun más - pero su gozo era más tranquilo y profundo, con más introspección. Algunos de los jóvenes que habían aclamado y gritado tan abiertamente la noche anterior, ahora se sentaban tranquilamente en la entrada del templo, listos para calzar las zapatillas blancas sobre los zapatos de aquellos que iban a entrar. Estaban ansiosos por la llegada del presidente Eyring, pero nadie grito ni aclamó cuando él entró al templo. En cambio, expresaron su gratitud con reverente dignidad.
Se pronunciaron sermones sagrados en la Casa del Señor y en la oración dedicatoria.
El presidente Eyring dijo que, con la construcción del templo, a los Santos de El Salvador se les habían proporcionado “todas las bendiciones del evangelio restaurado de Jesucristo”.
Oró pidiendo las bendiciones de Dios sobre el pueblo y los dirigentes de El Salvador, por libertad, oportunidad y paz en el país. Al concluir, oró para que la influencia del templo “se sienta en toda la tierra, como una luz sobre un cerro”.
Lágrimas de gozo
Y cuando los Santos salieron del templo y los centros de estaca - donde fuera que hubiesen asistido a las sesiones dedicatorias, en persona o por transmisión vía circuito cerrado - algunos tenían lágrimas en los ojos. No porque algo maravilloso había llegado a su fin, sino porque algo maravilloso acababa de comenzar. Un siervo del Señor había dedicado un templo en su país mediante el sagrado poder del sacerdocio. Conmovidos por este ministerio del sacerdocio, derramaron lagrimas de gozo que indicaban que estaban listos para rededicarse, tanto de a miles como uno a la vez, al fiel servicio en sus hogares y en el reino de Dios.
Reunión con el Presidente
Antes de la celebración cultural, ese mismo día, el presidente Eyring, el élder D. Todd Christofferson del Quórum de los Doce Apóstoles, y otros líderes de la Iglesia, se reunieron durante 45 minutos con el Presidente Mauricio Funes y la primera dama Vanda Pignato en el palacio presidencial. Era la primera vez que un miembro de la Primera Presidencia se había reunido con un Presidente de El Salvador.
Conversaron sobre sus deseos comunes del bienestar de todos los salvadoreños, su esperanza y optimismo por el futuro del país, el énfasis que pone la Iglesia en la autosuficiencia y en el servicio a toda la humanidad, así como los esfuerzos humanitarios de la Iglesia en El Salvador y demás lugares.
El presidente Eyring dijo que la clave para ayudar a las personas es cambiar sus corazones. “Enséñenles que son hijos de Dios para que, cualesquiera que sean sus desafíos o dificultades, sepan que las cosas mejorarán”. El élder Christofferson dijo que la Iglesia insta a sus miembros a ser “algunos de los mejores ciudadanos en este o en cualquier otro país”.
El presidente Eyring dijo que el Presidente Funes “habló, en su mayoría, acerca de animar a otros, y de su preocupación por aquellos que, de diferentes maneras, se han quedado atrás”. Describió al Presidente Funes como “una persona cortés, competente y amable, que quiere lo mejor para su pueblo”.
Durante sus asignaciones relacionadas con la dedicación del templo, al presidente Eyring lo acompañó su esposa, Kathleen. Otros que asistieron a los varios eventos incluyeron al élder D. Todd Christofferson del Quórum de los Doce Apóstoles y su esposa; el élder William R. Walker de los Setenta, Director Ejecutivo del Departamento de Templos; Silvia H. Allred, primera consejera de la presidencia general de la Sociedad de Socorro, quien es oriunda de El Salvador; los miembros de los Setenta que sirven en la Presidencia de Área, los élderes Enrique R. Falabella, James B. Martino y Carlos H. Amado; y el élder Carlos Rivas, Setenta de Área.
Créditos
Este artículo y las galerías de fotos fueron preparados con texto y fotos de Aaron West y fotos de Josué A. Peña. Material adicional por Jason Swensen de Church News.