Hace veinte años “La Familia: Una Proclamación para el Mundo” fue leída por el presidente Gordon B. Hinckley como parte de su mensaje en la Reunión General de la Sociedad de Socorro que se llevó a cabo el 23 de septiembre de 1995, en Salt Lake City, Utah. Una revisión cuidadosa de este inspirado documento muestra que su guía es necesaria en la actualidad más que nunca.
“La Familia: Una Proclamación para el Mundo” sigue siendo “un claro llamado para proteger y fortalecer a las familias”, según el élder M. Russell Ballard, del Cuórum de los Doce Apóstoles, quien dice también que es “una seria advertencia en un mundo donde el deterioro de los valores y el orden equivocado de prioridad de las cosas amenazan destruir la sociedad al debilitar su unidad básica” (“Lo más importante es lo que perdura”, Conferencia General de octubre de 2005).
Las doctrinas que se detallan en la proclamación se aplican tanto o más hoy como lo hicieron en 1995, cuando la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles emitieron el documento, que proclama al mundo la importancia de la familia.
Como un estandarte
Desde entonces, los profetas y apóstoles han recalcado repetidamente la importancia de las doctrinas y los principios de la proclamación. El élder Ballard, por ejemplo, anima a los Santos de los Últimos Días a sostener en alto la proclamación como un estandarte. Él dice que a medida que los miembros de la Iglesia vivan y compartan lo que esta enseña, cumplirán la medida de su creación aquí en la tierra, encontrarán paz y felicidad aquí y en el mundo venidero.
El élder Ballard aconseja a los padres en todas partes que obtengan una copia de “La Familia: Una Proclamación para el Mundo” y que comparen el lenguaje simple, claro y profético con las nociones confusas y complejas de la sociedad de hoy en día.
“[Léanla] y [esfuércense] para que su matrimonio y su familia se ciñan al consejo inspirado que contiene y que ha sido revelado por el Señor”, dice él. “Entonces esfuércense al máximo por ser las mejores personas posibles y por comportarse de la mejor manera. Dios les fortalecerá más allá de su propia capacidad a medida que se esfuercen por cumplir con la responsabilidad terrenal más sagrada que Él concede a Sus hijos. Escuchen la voz del Espíritu y el consejo de los profetas vivientes. Sean de buen ánimo. Dios no les ha enviado aquí a la tierra para fracasar; sus esfuerzos como padres no se considerarán un fracaso a menos que ustedes se den por vencidos” (“La sagradas responsabilidades del ser padres”, Liahona, marzo de 2006).
Tres cosas dignas de reflexión
La importancia de la proclamación comienza con el título, dice el presidente Henry B. Eyring, Primer Consejero de la Primera Presidencia.
“Hay tres elementos del título en los que debemos reflexionar detenidamente. Primero, el tema: la familia. Segundo, a quién está dirigida, o sea, a todo el mundo. Tercero, los que emiten la proclamación son aquellas personas a las que sostenemos como profetas, videntes y reveladores”, dice él. “Todo esto significa que la familia debe tener para nosotros gran importancia, que el contenido de la proclamación puede ayudar a cualquier persona del mundo y que la proclamación está incluida en la promesa que dio el Señor cuando dijo: ‘Sea por mi propia voz o por la voz de mis siervos, es lo mismo’ (D. y C. 1:38)”.
Al estudiar la proclamación, las familias en todo el mundo puedan darse cuenta de que hay mayores posibilidades de obtener la felicidad por medio del matrimonio celestial, que por medio de cualquier otro tipo de relación.
“La familia es fundamental no sólo para la sociedad y para la Iglesia sino también para nuestra esperanza de obtener la vida eterna. Comenzamos a practicar en la familia, la agrupación más pequeña, lo que se extenderá a la Iglesia y a la sociedad en que vivimos en este mundo, y entonces será eso lo que practicaremos en las familias unidas para siempre por los convenios y por la fidelidad”, dice el presidente Eyring.
El presidente Eyring hace hincapié en que la proclamación advierte: “Para los que no respondan a sus verdades, el resultado será más desastroso que una simple falta de paz o de felicidad en esta vida”.
También nos enseña que la proclamación estaba adelantada a su tiempo porque advierte en cuanto a las mismas cosas que han socavado y amenazado a las familias en los últimos años. Cita la advertencia profética y el llamado a la acción con que finaliza la proclamación:
“Advertimos que las personas que violan los convenios de castidad, que maltratan o abusan de su cónyuge o de sus hijos, o que no cumplen con sus responsabilidades familiares, un día deberán responder ante Dios. Aún más, advertimos que la desintegración de la familia traerá sobre las personas, las comunidades y las naciones las calamidades predichas por los profetas antiguos y modernos”.
Tan eterna como el Reino de Dios
La proclamación enseña que la tierra fue creada y la Iglesia restaurada para que las familias pudieran ser formadas, selladas y exaltadas. Nos enseña que el matrimonio entre un hombre y una mujer es ordenado por Dios, y que la familia es fundamental en el plan de nuestro Padre Celestial.
“Cuando una familia se sella en el templo, esa familia puede llegar a ser tan eterna como los es el reino de Dios”, dice el presidente Russell M. Nelson, Presidente del Cuórum de los Doce Apóstoles (“El matrimonio Celestial”, Conferencia General de octubre de 2008).
Ser más diligente en el hogar
El élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, anima a los Santos de los Últimos Días a ser “más diligentes y atentos en el hogar”, debido a que los padres serán responsables de criar a sus hijos con amor y rectitud. Los padres tienen la responsabilidad de proveer para las necesidades físicas y espirituales de sus hijos, mientras que enseñan a amar, servir y obedecer los mandamientos y las leyes del país. (Véase, “Más diligentes y atentos en el hogar”, Conferencia General de octubre de 2009).
“El cumplir con estas obligaciones es la clave para proteger a nuestra familia en los últimos días”, dice el élder Robert D. Hales, del Cuórum de los Doce Apóstoles (“Con todo el sentimiento de un tierno Padre: Un mensaje de esperanza para las familias”, Conferencia General de abril de 2004).