“Únicamente el arrepentimiento conduce a las soleadas elevaciones de una vida mejor”, dijo el élder D. Todd Christofferson, del Quórum de los Doce Apóstoles. “Y, por supuesto, sólo mediante el arrepentimiento obtenemos acceso a la gracia expiatoria de Jesucristo y a la salvación. El arrepentimiento es un don divino y deberíamos sonreír al hablar de él, puesto que nos conduce a la libertad, la confianza y la paz; en lugar de interrumpir la celebración, el don del arrepentimiento es la causa de la verdadera celebración”.
Sin el arrepentimiento, no hay verdadero progreso ni mejoramiento en la vida, dijo él. “Fingir que no hay pecado no disminuye la carga y el sufrimiento que produce. El sólo sufrir a causa del pecado no mejora nada”.
A pesar de que el arrepentimiento no es fácil, dijo, refinará nuestros espíritus y aumentará nuestro testimonio de un amoroso Salvador. “El arrepentirse significa esforzarse para cambiar”, dijo él. “Sería una burla al sufrimiento del Salvador por nosotros en el Jardín de Getsemaní y en la cruz esperar que Él nos transformase en seres angelicales sin ningún esfuerzo de nuestra parte. Más bien, buscamos Su gracia para complementar y premiar nuestro máximo y diligente esfuerzo”.
El élder Christofferson dijo que el Señor se complace cuando nos esforzamos por arrepentirnos. “Con seguridad el Señor se complace con aquel que desea presentarse ante el juicio dignamente, quien con resolución trabaja día a día para reemplazar la debilidad con la fortaleza. El verdadero arrepentimiento, el verdadero cambio quizás requiera repetidos esfuerzos, pero hay algo refinador y santo en ello”.
El verdadero arrepentimiento
El arrepentimiento es uno de los principios fundamentales del Evangelio. Los Artículos de Fe declaran:·“Los primeros principios y ordenanzas del Evangelio son: primero, Fe en el Señor Jesucristo; segundo, Arrepentimiento; tercero, Bautismo por inmersión para la remisión de los pecados; cuarto, Imposición de manos para comunicar el don del Espíritu Santo” (Artículos de Fe 1:4).
El presidente Dieter F. Uchtdorf, Segundo Consejero de la Primera Presidencia, dijo: “El verdadero arrepentimiento nos lleva de nuevo a hacer lo correcto. Para arrepentirnos verdaderamente, debemos reconocer nuestros pecados y sentir remordimiento, o la tristeza que es según Dios, y confesar los pecados a Dios. Si nuestros pecados son graves, debemos también confesarlos a nuestro líder autorizado del sacerdocio. Debemos pedir a Dios que nos perdone y hacer todo lo que esté a nuestro alcance para corregir cualquier daño que hayan causado nuestras acciones. El arrepentimiento significa un cambio en la mente y en el corazón; dejar de hacer lo incorrecto y comenzar a hacer lo correcto. Produce una actitud renovada hacia Dios, hacia nosotros mismos y hacia la vida en general”.
Por medio de la Expiación
Sin el arrepentimiento, no podríamos regresar a nuestro Padre Celestial. “Sólo la vida, las enseñanzas y en particular la expiación de Jesucristo te libran de lo que sería una situación terrible”, dijo el élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles. “Cada uno de nosotros ha cometido errores, grandes o pequeños, que nos mantendrán alejados de la presencia de Dios si no se corrigen”.
Él dijo: “Por esa razón, la expiación de Jesucristo es el hecho más importante que haya ocurrido o pueda ocurrir en la historia del mundo. Este acto abnegado de consecuencias infinitas, llevado a cabo por un personaje divino, tiene un impacto eterno en la vida de todo hijo de nuestro Padre Celestial, sin excepción. Ha roto las cadenas de la muerte; justifica el hecho de que, al final, seamos juzgados por el Maestro. Puede evitarnos una eternidad bajo el dominio del diablo. Abre las puertas a la exaltación y la vida eterna a todos los que se hacen merecedores del perdón por medio del arrepentimiento y de la obediencia.