“A fin de hallar verdadera felicidad, debemos buscarla enfocándonos fuera de nosotros mismos”, enseña el presidente Thomas S. Monson. “Ninguna persona ha aprendido el significado de vivir hasta que haya renunciado a su ego para estar al servicio de su prójimo. El servicio a otras personas es similar al deber, el cumplimiento del cual nos trae gozo verdadero”.
Cuando buscamos guía divina, dice el presidente Monson que inevitablemente aprenderemos de nuestra responsabilidad de tender una mano.
Tender una mano
“No vivimos solos, en nuestra ciudad, nuestra nación o en nuestro mundo”, dice el presidente Monson. “No hay una línea divisoria entre nuestra prosperidad y la miseria de nuestro vecino. ‘Ama a tu prójimo’ es más que una verdad divina. Es el patrón de la perfección. Esta verdad inspira el mandato familiar: ‘Ve a servir’. Aunque lo intentamos, no podemos escapar de la influencia que nuestras vidas tienen sobre la vida de los demás. Nuestra es la oportunidad para edificar, elevar, inspirar y en verdad para dirigir. El nuevo testamento enseña que es imposible tener una actitud correcta hacia Cristo sin tomar una desinteresada actitud hacia los hombres”.
El presidente Monson nos alienta a los Santos de los Últimos Días a “relacionarnos… Ser miembros de la Iglesia… requiere que tengamos la determinación de prestar servicio a los demás. Un cargo de gran responsabilidad quizás no traiga consigo un importante reconocimiento y la recompensa podría no distinguirse, pero a fin de que el servicio sea aceptable para el Señor, es necesario que provenga de quienes tengan una mente voluntariosa, manos hacendosas y un corazón bien dispuesto”.
Olvidarnos de nosotros mismos en el servicio
También exhorta a todas las personas a seguir el ejemplo de Jesucristo. “El Salvador enseñó a Sus discípulos: ‘Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará’.
“Creo que el Salvador nos está diciendo que a menos que nos perdamos en dar servicio a los demás, nuestra propia vida tiene poco propósito. Aquellos que viven únicamente para sí mismos al final se marchitan y, en sentido figurado, pierden la vida, mientras que aquellos que se pierden a sí mismos en prestar servicio a los demás progresan y florecen… y en efecto salvan su vida”.
Ser un amigo sincero
El presidente Monson cita al decimosexto presidente de los Estados Unidos. “Abraham Lincoln ofreció este sabio consejo, el cual se aplica a los maestros orientadores: ‘Si deseas que un hombre esté a tu favor, primero convéncelo de que eres su amigo sincero’.
“Un amigo hace más que una visita por compromiso cada mes; un amigo se preocupa más acerca de la gente que de recibir méritos por haber cumplido con su obligación; un amigo demuestra interés; un amigo ama; un amigo escucha y un amigo hace lo posible por ayudar”.
Comunicarse de corazón a corazón
“Muchas veces convivimos juntos, pero no nos comunicamos de corazón a corazón”, dice el presidente Monson. “Hay personas dentro del ámbito de nuestra influencia que, con manos extendidas, exclaman: ‘¿No hay bálsamo en Galaad?’”.
“Estoy seguro de que la intención de todo miembro de la Iglesia es prestar servicio y ayudar a los necesitados… ¿Cuántas veces han tenido la intención de ser la persona que ofrece ayuda? Sin embargo, cuántas veces se ha interpuesto el diario vivir, y han dejado que la ayuda la den otros, pensando que ‘seguramente alguien se encargará de esa necesidad’”.
Confianza en el Señor
Y el presidente Monson nos alienta a confiar en el Señor al servir. “De vez en cuando, el desaliento puede oscurecer nuestro sendero y la frustración ser una compañera constante. La sofistería de Satanás podría susurrarnos al oído: ‘No puedes salvar tú solo al mundo; tus pequeños esfuerzos no surten efecto alguno. No tienes tiempo de preocuparte por los demás’.
“Con fe en el Señor, debemos alejarnos de tales falsedades y asegurarnos de que nuestros pies permanezcan firmes en el sendero del servicio y nuestro corazón y nuestra alma sigan dedicados a seguir el ejemplo del Señor. Cuando la luz de nuestra dedicación se desvanezca y nuestro corazón desfallezca, encontraremos consolación en Su promesa: ‘Por tanto, no os canséis de hacer lo bueno… Y de las cosas pequeñas proceden las grandes’” (Doctrina y Convenios 64:33).