Enseñar el Evangelio es un deber sagrado, dicen los profetas y apóstoles, y aunque no siempre es una tarea fácil, cuando somos guiados por el Espíritu, tanto el maestro como los alumnos pueden lograr el entendimiento y el crecimiento espiritual.
Recibir guía
El élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo que el Espíritu Santo es un poderoso facilitador. “Su capacidad de enseñar mejora por la dirección que reciben del Espíritu Santo”, dijo él. “Simplemente, la verdad, presentada en un ambiente de amor y confianza califica a una persona a recibir el testimonio confirmador del Espíritu Santo.
“Aunque lo único que logren en su relación con sus alumnos sea ayudarles a reconocer y seguir la inspiración del Espíritu, les habrán bendecido entonces inconmensurable y eternamente la vida”, dijo el élder Scott. “Para ello debes constantemente procurar la guía del Espíritu para saber qué decir y cómo decirlo…
“Nuestro Padre espera que aprendas la forma de obtener esa ayuda divina al ejercer la fe en Él y en Su Santo Hijo Jesucristo. Si recibieras guía inspirada sólo con pedirla, te convertirías en un ser débil y más dependiente de Ellos. Ellos saben que el crecimiento personal esencial vendrá a medida que te esfuerces por saber cómo dejarte guiar por el Espíritu. Esa lucha desarrolla nuestro carácter inmortal a medida en perfeccionamos nuestra capacidad para identificar Su voluntad mediante los susurros del Espíritu Santo. Lo que al principio podría parecer una tarea de enormes proporciones, a medida que pase el tiempo será mucho más fácil si te esfuerzas constantemente por reconocer y seguir la inspiración del Espíritu. Tu confianza en la dirección que recibas por medio del Espíritu Santo también será más fuerte”.
Fomentar la interacción
La confianza que proviene de una búsqueda constante y humilde de la presencia del Espíritu Santo puede permitir que los maestros evalúen las necesidades de la clase, dijo el élder Scott. Entonces, pueden ayudar a cada alumno a aprender y crecer.
“Con demasiada frecuencia la relación entre el maestro y el alumno se trata de dar consejo con poca o ninguna interacción”, dijo el élder Scott. “A menudo no hay explicación de las razones por qué hay mandamientos, reglas y normas. El maestro pasa a ser sólo un cabeza de parlante.
“La mayor parte de la enseñanza en el mundo se basa en uno de los cinco sentidos—oír, ver, tocar, oler o gustar”, continuó, pero señaló que “en su salón de clases pueden enseñar por el poder del Espíritu. Dicha comunicación comienza por su motivar a cada uno de aquellos a quien enseña a participar en lugar de ser un oyente pasivo. De este modo puede evaluar su comprensión de lo que se enseña, crear un sentimiento de responsabilidad y también aprender de ellos. Más importante aún, su decisión de participar es un ejercicio del albedrío que permite al Espíritu Santo comunicar un mensaje personalizado adaptado a sus necesidades particulares. El crear un ambiente de participación aumenta las probabilidades de que el Espíritu enseñe lecciones más importantes que las que usted puede comunicar”.
Permitir la motivación espiritual
“Esa participación traerá a su vida la dirección del Espíritu”, prometió el élder Scott. “Cuando ustedes animen a los alumnos a levantar la mano para responder a una pregunta, aun cuando quizás no se den cuenta de ello, demuestran al Espíritu Santo su deseo de aprender. Ese uso del albedrío moral permitirá que el Espíritu les motive y les de una guía más poderosa durante el tiempo que ustedes estén juntos”.
Hizo hincapié en que “la participación permite que las personas experimenten ser guiadas por el Espíritu. Aprenden a reconocer y sentir lo que es la guía espiritual. Es mediante el proceso repetido de sentir impresiones, guardarlas y obedecerlas que uno aprende a depender de la guía del Espíritu”.
Buscar inspiración
El élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo que la enseñanza del Evangelio es un deber sagrado. Es una oportunidad de compartir doctrinas y principios que son eternos, y no siempre es una tarea fácil. Sin embargo, el élder Holland dijo que al solicitar la fortaleza de espíritu, tanto el maestro y los alumnos pueden lograr comprensión y crecimiento espiritual.
“Si fuera a enseñar una clase el domingo, leería la lección y empezaría a orar en cuanto a ella el domingo anterior”, dijo el élder Holland. “Eso me da toda una semana para orar, para buscar inspiración, para pensar, para leer y estar atento a aplicaciones de la vida real que den vitalidad a mi mensaje. No terminarán la preparación ese día, pero les sorprenderá cuántas cosas les vendrán a la mente durante la semana, cuánto Dios les dará, cosas que sentirán que deben usar cuando terminen su preparación de la lección”.
Escuchar con el corazón
Un maestro puede invitar al espíritu para llevar la doctrina al corazón y la mente de los estudiantes, dijo el élder Holland, señalando que una persona que enseña por la influencia del Espíritu Santo puede tener una profunda influencia en la comprensión de los estudiantes y puede proporcionar un testimonio del poder de estudiar por medio del Espíritu.
“El espíritu del Señor es el verdadero maestro”, dijo el élder Holland. “Escuchen con el corazón; escuchen con el alma, y tendrán sentimientos o inspiraciones… Tal vez sea algo muy personal, quizá se relacione con algo en casa; con algo en el matrimonio o con un hijo, pero es el Espíritu, y Él es el verdadero maestro”. Se refirió a Doctrina y Convenios 43:16 e hizo hincapié en que “debemos ser instruidos de lo alto. Somos instrumentos, somos herramientas, y son nuestros lenguas y nuestros labios, pero el maestro proviene de lo alto”.