(Nota del editor: “La familia de hoy” es una característica regular de Profetas y apóstoles nos hablan hoy. Reafirma la importancia de la familia como se describe en “La familia: Una proclamación para el mundo”, un documento publicado por la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles.)
“No hay ninguna función en la vida más esencial ni más eterna que la de la maternidad”, dice el élder M. Russell Ballard, del Quórum de los Doce Apóstoles.“Aun cuando las mujeres viven en circunstancias diferentes en su hogar —casadas, solteras, viudas o divorciadas, algunas con hijos y otras sin ellos— todas son amadas por Dios y Él tiene un plan para que Sus hijas justas reciban las bendiciones más elevadas de la eternidad”.
El élder Ballard afirma la función divina de las madres al amar y el enseñar a sus hijos. “No existe una sola manera perfecta de ser una buena madre”, dice. “Cada situación es única; cada madre tiene desafíos diferentes, capacidades y habilidades diferentes y, ciertamente, hijos diferentes”. El élder Ballard reconoce que algunas mujeres “pueden ser ‘madres de tiempo completo’ [y que] otras dividen su vida en períodos para el hogar y la familia y períodos de trabajo” pero “lo realmente importante es que la madre ame profundamente a sus hijos y que, de acuerdo con la devoción que tenga hacia Dios y hacia el esposo, les dé prioridad a ellos sobre todo lo demás”.
Nutrir es una función eterna
Entre las funciones más importantes de una madre es el llamado de nutrir, dice el élder Ballard. “Desde sus primeros días en la tierra, el amor de una madre por sus hijos despierta en ellos el recuerdo del amor y la bondad que éstos experimentaron en la existencia preterrenal”, él declara. “Gracias a que nuestras madres nos aman, nosotros aprendemos, aunque es más exacto decir que recordamos, que Dios también nos ama”.
Otros profetas y apóstoles enseñan que debido a que la obra de nutrir tiene un significado eterno, se puede utilizar durante la vida, ya sea que una mujer tenga hijos o no. El presidente Dieter F. Uchtdorf, Segundo Consejero de la Primera Presidencia, dice: “Si son madres, ustedes participan con Dios en Su obra de crear, no sólo al proporcionar cuerpos físicos para sus hijos, sino también al instruirlos y nutrirlos. Si aún no son madres, los talentos creativos que desarrollen las prepararán para cuando lleguen a serlo, en esta vida o la venidera”.
Haciendo eco al presidente Uchtdorf, el élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, afirma que las funciones y las bendiciones de la maternidad no necesitan ser exclusivas de quienes tienen sus propios hijos: “A las mujeres que me escuchan que desean de todo corazón ser madres y no lo son, les digo que no obstante las lágrimas que ustedes y nosotros derramemos por ello, sabemos que Dios, el algún día venidero, ‘traerá esperanza al desolado corazón’”. El élder Holland promete: “a fin de cuentas ‘ninguna bendición [les] será retenida’ a los fieles, aun cuando esas bendiciones no se reciban inmediatamente. Mientras tanto, nos regocijamos de que el llamado de criar hijos no se limita sólo a los de nuestra propia sangre”.
Las bendiciones del cielo asisten a las madres
El élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles, dice que la influencia de una madre es eterna e infinita. “¿Quién podría medir debidamente la buena influencia del amor de una madre? ¿Qué frutos imperecederos resultan de las semillas de verdad que una madre planta cuidadosamente y cultiva con amor en la tierra fértil de la mente y el corazón confiado de un niño?”.
“Como madre se te han otorgado instintos divinos para que puedas darte cuenta de los talentos especiales y capacidades únicas de tu hijo”, dijo el élder Scott. El élder Neil L. Andersen, del Quórum de los Doce Apóstoles, agrega: “A las madres que crían a sus hijos sin un padre en el hogar, les prometo que cuando hablen de Jesucristo, sentirán que el poder de los cielos las bendice”.
El élder Holland dice: “Quisiera decirles a todas las madres, en el nombre del Señor: Ustedes son magníficas. Están haciendo una excelente labor. El solo hecho de que se les haya dado esa responsabilidad es una evidencia eterna de la confianza que el padre Celestial tiene en ustedes”.
Honrar a las madres
Entre las bendiciones de nuestra vida, las madres deben ocupar un lugar de honor especial, dice el presidente Thomas S. Monson. “La madre, que voluntariamente hizo su jornada por el valle de sombra de muerte para darnos la vida, merece nuestra gratitud imperecedera”.
“Amen a su madre”, implora el élder Ballard. “Respétenla, escúchenla, confíen en ella… Aprendan de sus puntos fuertes, su valor y su fidelidad”.
¿Qué podemos hacer para demostrar gratitud? A los esposos, el élder Ballard sugiere lo siguiente:
- Demuestren más aprecio y den mayor valor a lo que su esposa hace diariamente. Presten atención a lo que sucede y digan “gracias” con frecuencia. Programen algunos ratos para pasar juntos por la noche, los dos solos.
- Dediquen tiempo con regularidad para hablar con su esposa sobre las necesidades de cada uno de los hijos y de lo que puedan hacer ustedes para ayudar.
- Den a su esposa de vez en cuando un “día libre”. Encárguense de la casa y denle a ella un descanso de sus responsabilidades diarias. El hacerlo por un rato aumentará considerablemente su aprecio por lo que su esposa hace día tras día.
- Al regresar a casa del trabajo, tengan una participación activa con su familia; que el trabajo, los amigos y los deportes no tengan mayor prioridad que escuchar a sus hijos, jugar con ellos y enseñarles.
A los niños y jóvenes, el élder Ballard sugiere:
- Pueden recoger los juguetes al terminar de jugar; y cuando sean un poquito mayores, pueden tender la cama, ayudar con los platos y otras tareas, y hacerlas sin que se les pida.
- Pueden decir “gracias” más seguido al terminar una comida deliciosa, cuando se les lea un cuento antes de dormir o al ver que tienen ropa limpia en los cajones.
- Y, sobre todo, pueden abrazar seguido a su mamá y decirle cuánto la quieren.