“Los actos mediante los cuales demostramos que verdaderamente amamos a Dios y a nuestro prójimo como a nosotros mismos rara vez serán de los que atraigan la mirada y la admiración del mundo”, ha dicho el presidente Thomas S. Monson. “Por lo general, nuestro amor se demostrará en la relación cotidiana que tengamos unos con otros”.
Los actos del presidente Monson de servicio humilde y su caridad y amabilidad a través del sacrificio personal han llegado a caracterizar su vida y ministerio. Ese ejemplo de servicio se ve reforzado en las revistas Liahona y Ensign de marzo de 2012, que cuentan con un artículo sobre el presidente Thomas S. Monson. El artículo: “¿En el mundo acaso he hecho hoy a alguno favor o bien? Experiencias de la vida del presidente Thomas S. Monson”, fueron escritas por Heidi S. Swinton, quien también escribió la biografía oficial del presidente Monson, To the Rescue [Al rescate].
El artículo resume cómo el servicio del presidente Monson, su actitud positiva y su permanente dedicación por ser más como el Salvador han influido en las personas a quienes ha servido, así como a aquellos que escuchan y leen sus palabras de aliento y de inspiración. El presidente Boyd K. Packer, del Quórum de los Doce Apóstoles, describe al presidente Monson como “más cristiano que el resto de nosotros”.
El valor de cada alma
Como niño de la Gran Depresión, el presidente Monson creció en un hogar donde los corazones agradecidos y la compasión por los demás eran comunes. Incluso en esas nefastas circunstancias financieras, escribe la hermana Swinton, desarrolló un profundo amor por todas las personas y continua expresando ese amor al servir a los hijos del Padre Celestial.
Ella dice que el presidente Monson ve el valor profundo de cada ser, observando que instó a todas las personas a ayudarse las unas a las otras, cuando dijo: “Las oraciones de la gente casi siempre se contestan por medio de otras personas”.
“Tiendan la mano para rescatar a los ancianos, las viudas, los enfermos, los minusválidos, los menos activos”, cita ella del presidente Monson. “Extiéndanles la mano que ayuda y el corazón que conoce la compasión”.
Una fórmula para la felicidad
“Hagámonos la pregunta”, ha dicho el presidente Monson. ¿En el mundo he hecho hoy bien? ¿Acaso he hecho hoy algún favor o bien? ¡Qué gran fórmula para la felicidad! ¡Qué receta para obtener satisfacción y paz interior…! Hay corazones que alegrar, palabras bondadosas que decir; regalos que dar; obras que hacer, almas que salvar”.
A pesar de sus muchas responsabilidades, dice la hermana Swinton, el presidente Monson ha encontrado repetidamente oportunidades de proporcionar ayuda a los pobres; visitar a los enfermos, viudas y ancianos; dar consuelo al cansado; o dar una bendición del sacerdocio a un amigo en necesidad.
Ella cita al élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles, al decir: “El Señor tuvo que hacer a Thomas Monson grande debido al tamaño de su corazón”.