El mismo poder del sacerdocio que creó mundos, galaxias y el universo puede y debe ser parte de nuestra vida para socorrer, fortalecer y bendecir a nuestras familia, nuestros amigos y nuestro vecinos; en otras palabras, para hacer las cosas que el Salvador haría si Él se encontrara ministrando entre nosotros hoy en día.
Y el propósito fundamental de este sacerdocio es bendecirnos, santificarnos y purificarnos a fin de que podamos vivir juntos con nuestras familias en la presencia de nuestros Padres Celestiales, unidos por los sellamientos del sacerdocio, participando en la maravillosa obra de Dios y de Jesucristo de propagar por siempre Su luz y gloria.