Hermanos y hermanas, somos una Iglesia mundial. Nuestros miembros se encuentran por todo el mundo. Les exhorto a ser buenos ciudadanos de la nación donde vivan y buenos vecinos en sus comunidades, extendiendo su mano a las personas de otras religiones, al igual que a los de la nuestra. Que seamos tolerantes, amables y amorosos con aquellos que no compartan nuestras creencias ni nuestras normas. El Salvador trajo a esta tierra un mensaje de amor y de buena voluntad para todos los hombres y mujeres. Deseo que siempre sigamos Su ejemplo.