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Élder Richard G. Scott
Del Quórum de los Doce Apóstoles
Cuando crecían, Richard G. Scott y sus hermanos recibieron motivación de sus padres para explorar, para experimentar con cosas mecánicas, descubrir cómo funcionaban, construirlas y repararlas. Sus padres incluso confiaban lo suficiente en sus hijos como para que repararan el auto de la familia. Él sonríe: “¡Una vez, como broma, pusimos un silbato de tren en el múltiple de escape del auto!”.
Nació el 7 de noviembre de 1928, en Pocatello, Idaho, y se crió en Washington, D.C., la capital de los Estados Unidos. Richard desarrolló desde muy temprana edad un interés por la ciencia. Sus padres, Kenneth Leroy Scott and Mary Eliza Whittle Scott, lo animaron a perseguir este interés, al igual que lo motivaron a desarrollar el carácter. Aun cuando durante esa época su padre no era miembro de la Iglesia y su madre no era activa, eran personas con principios morales y altas normas de integridad.
Richard era un joven sociable; era presidente de la clase durante la escuela secundaria, tocaba el clarinete en la banda y era director de la banda de música. Como adolescente, mostró un excepcional espíritu de aventura al ganarse su propio dinero para la universidad. Un verano trabajó en un barco que recogía ostras en la costa de Long Island. Otro verano cortó árboles en Utah para el Servicio Forestal. También reparó vagones de tren para Union Pacific.
Creando oportunidades
Un verano, cuando era un poco mayor, le denegaron la solicitud para trabajar en el Servicio Forestal de Utah dado que todos los puestos estaban tomados. Guardó la carta de notificación sin decírselo a nadie y se fue a Utah. Después de terminar su viaje a través de los Estados Unidos, sólo le quedaban tres centavos en el bolsillo.
“¿No recibió nuestra carta?”, le preguntó el hombre cuando se presentó para el trabajo.
“Sí”, respondió Richard, “pero me gustaría trabajar de todos modos. ¿Tienen alguna vacante como empleado administrativo?”. El hombre se rió con incredulidad. Bajando sus aspiraciones, Richard preguntó: “¿No necesitan un botones?”. Esta vez se llevó poco más que una carcajada. Le costó tragar, pero Richard echó mano de su última opción: “Muy bien”, dijo, “¡lavaré platos!”.
“Olvídese de ello”, dijo el hombre. “No tenemos ninguna vacante”.
Al tocar los tres centavos en el bolsillo, Richard estaba desesperado. “Lavaré platos durante dos semanas”, dijo, “y si no le gusta mi trabajo, no tendrá que pagarme”. Pensó que por lo menos de esta manera tendría un lugar dónde quedarse y comer. El hombre asintió.
Richard lavó platos, pero también fue a la cocina para ver si podía ayudar. Para el final del verano, se había convertido en el segundo cocinero.
Mientras continuaba aumentando su cuenta de ahorros para la universidad, también iba creciendo espiritualmente. Durante los minutos que tenía libres, leía y meditaba sobre el Libro de Mormón, y experimentaba un poderoso despertar espiritual.
Servicio misional y carrera profesional
Cuando regresó a casa, a la ciudad de Washington, D.C., fue a la Universidad George Washington, estudió ingeniería mecánica, y tocó el clarinete y el saxofón en una banda de jazz. Al aproximarse la graduación, todos sus planes para su carrera profesional parecían seguir el curso trazado. Pero entonces “el Señor dejó caer una bomba en mi pequeño mundo: Jeanene Watkins”. Era una joven vivaz, hija del senador de Utah, Arthur V. Watkins.
Su floreciente romance presentó un problema para los planes profesionales que tan cuidadosamente había trazado Richard. Una noche, Jeanene le dijo: “Cuando me case, será en el templo y con un ex misionero”. Él no había pensado mucho en cuanto a una misión, pero con esa motivación, oró con más intensidad que nunca y terminó hablando con el obispo al respecto. Poco después de su graduación, se fue de misión a Uruguay. Jeanene se graduó en sociología durante el mes de junio y salió al día siguiente para una misión a los estados del noroeste de los Estados Unidos. Dos semanas después de que él regresara, se casaron en el Templo de Manti.
Al profundizar su estudio del Libro de Mormón durante su misión, su testimonio se volvió más y más seguro. Al seguir los ejemplos de servicio cristiano de las Escrituras, descubrió que cuanto más se olvidaba de sí mismo para servir a su prójimo, más se fortalecía su fe.
Antes de su misión, un profesor trató de disuadirle de que fuera; dado que eso arruinaría su prometedora carrera, le dijo el hombre. Pero unas pocas semanas después de haber regresado de Uruguay, Richard recibió la invitación para entrevistarse con el capitán (más adelante, almirante) Hyman G. Rickover, para trabajar en un proyecto estrictamente confidencial relacionado con la energía nuclear.
Parecía que la entrevista no podía haber ido peor. Como respuesta a una de las preguntas, Richard mencionó su misión. “¿Qué misión?”, preguntó el capitán Rickover. “Y a mí, ¿qué me importa su misión?”.
Richard mostró su reacción ante eso, dado que su misión había sido una época preciada en su vida. “Todo lo que verdaderamente atesoro en mi vida empezó a manifestarse a raíz de esa misión”, dijo. “De modo que decidí contestar con firmeza a cada pregunta”.
Entonces el capitán preguntó: “¿Cuál ha sido el último libro que ha leído?”.
“El Libro de Mormón”, le contestó. Y en este tono prosiguió el resto de la entrevista.
Con todas las esperanzas agotadas, Richard se levantó para marcharse.
“Un momento”, dijo el capitán. “Lo he estado probando para ver si defiende sus creencias. Éste no va a ser un proyecto fácil. Necesitamos personas que puedan trabajar con confianza”. A Richard le dieron el puesto para trabajar en el diseño del reactor nuclear del Nautilus, el primer submarino nuclear.
Más adelante, al revisar los registros del personal, descubrió el nombre del profesor que le había instado a que no fuera a una misión; ese hombre trabajaba por aquel entonces bajo la dirección de Richard, unos tres niveles por debajo del suyo.
El hermano Scott trabajó para el almirante Rickover durante doce años. En 1955 completó el equivalente a un doctorado en energía nuclear en Oak Ridge School of Reactor Technology (Escuela de tecnología de reactores Oak Ridge) de Tennesse. (Debido a que el trabajo era de carácter secreto, no podía graduarse con una carrera en una universidad.) También ayudó en el desarrollo de la primera planta nuclear comercial en tierra.
Servicio constante en la Iglesia
Durante esos años, el hermano Scott sirvió como presidente de un quórum de setentas y como secretario de estaca. Y entonces, en 1965, a los 37 años, fue llamado para ser presidente de misión en Argentina. Una vez más tuvo que tomar la decisión entre una misión y su carrera, y se le aconsejó encarecidamente que no aceptara el llamamiento misional. Pero una vez más no había lugar a dudas en su mente, aunque a algunos les parecía que estaba sacrificando su carrera.
Cuando la familia Scott regresó a la ciudad de Washington, D.C., el hermano Scott fue a trabajar con otros colegas de Rickover que tenían una compañía privada de asesoramiento de energía nuclear. Sirvió como consejero de la presidencia de estaca y después como representante regional. En esa época se completó el Templo de Washington D.C. y el presidente y la hermana Scott invitaron a muchos de sus amigos y colegas a su casa para prepararse para el programa de puertas abiertas del templo. Uno de sus compañeros de trabajo y su familia se bautizaron, al igual que una familia vecina.
Entonces, en 1977, ocho años después de haber sido relevado como presidente de misión, Richard G. Scott fue llamado como miembro del Primer Quórum de los Setenta. Durante un año, sirvió como director ejecutivo del Departamento del Sacerdocio y luego como administrador ejecutivo en México y Centroamérica. Él y su familia vivieron en Ciudad de México durante tres de los seis años que duró su asignación.
El 29 de septiembre de 1988, el presidente Ezra Taft Benson, “con una ternura, un amor y una gran comprensión que nunca olvidaré”, extendió al élder Richard G. Scott el llamamiento de Apóstol del Señor y miembro del Quórum de los Doce Apóstoles. Se sostuvo al élder Scott dos días más tarde, el 1 de octubre.
La vida familiar y las bendiciones del templo
El élder Scott es bien conocido por muchos miembros de la Iglesia por el amor que expresa por su esposa, quien falleció en 1995. El élder y la hermana Scott disfrutaban pasar tiempo juntos. Compartieron su interés por la música jazz, así como por coleccionar y escuchar música típica sudamericana. A los dos les gustaba pintar, la pintura con acuarelas, y escalar. El observar a las aves, como pareja y como familia, también cautivó su interés. “Hay un comedero para aves en el jardín de casa y cuando la familia come fuera en el patio, siempre hay por lo menos un par de binoculares en la mesa”.
Fiel a su tendencia a la mecánica, el élder Scott era el hombre de las reparaciones, cuidando de la plomería (fontanería), la instalación eléctrica, los autos y cualquier cosa que necesitara arreglarse. Construyó una terraza en su hogar actual y diseñó y construyó una sala de estar adicional, una habitación matrimonial y un baño en su hogar anterior.
Durante un discurso en un devocional el 12 de septiembre de 2010, el élder Scott habló de su familia y de la importancia de las bendiciones del templo: “Lo que para mí ha llegado a ser una parte vitalmente importante al recordar las bendiciones que provienen del templo es que amo cada día más a mi esposa.
“Hace 57 años, el 16 de julio de 1953, mi amada Jeanene y yo nos arrodillamos como una joven pareja en el altar del Templo de Manti. El presidente Lewis R. Anderson ejerció la autoridad del sellamiento y nos declaró esposo y esposa, casados por esta vida y por toda la eternidad.
“Mi preciada esposa Jeanene, aunque fue afligida con una agresiva enfermedad terminal siempre encontró gozo en la vida.
“Nuestros siete hijos están ligados a nosotros mediante las sagradas ordenanzas del templo. Ahora, Jeanene y dos de nuestros hijos están al otro lado del velo y eso brinda una motivación poderosa para cada uno de los integrantes de nuestra familia que ha quedado, para vivir de tal modo que juntos podamos recibir todas las bendiciones eternas que se prometen en el templo.
“Sé que si sigo viviendo dignamente, tendré el privilegio de estar con mi bella esposa, a quien amo con todo mi corazón, y con esos hijos que están con ella al otro lado del velo debido a las oportunidades que son posibles mediante las ordenanzas eternas que se realizaron en el Templo de Manti”.
- Lea el discurso de la conferencia general del élder Scott en el que habla de la influencia de su esposa.
- Lea biografías adicionales de la Primera Presidencia y del Quórum de los Doce Apóstoles.