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Thomas S. Monson
Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
En la oficina del presidente Thomas S. Monson hay un cuadro del Salvador, una representación del Señor Jesucristo por el famoso artista Heinrich Hofmann. El presidente Monson ha tenido el cuadro desde que era un obispo en los años 50. Representa un ejemplo ideal, el Maestro a quien Thomas Monson ha seguido como modelo en su vida.
“Me encanta ese cuadro”, dice el presidente Monson, al contemplarlo una vez más. “Siento fuerza al tenerlo cerca de mí. Fíjense en la bondad de esos ojos. Fíjense en la calidez de la expresión. Cuando me enfrento a situaciones difíciles, a menudo lo miro y me pregunto ‘¿Qué haría Él?’ Entonces he intentado responder de acuerdo a eso”.
Los comienzos en la Primaria
Thomas Spencer Monson nació el 21 de agosto de 1927, el primer varón y segundo hijo de G. Spencer y Gladys Condie Monson. Se crio en la zona oeste de Salt Lake City. El presidente Monson es el primero en admitir que era un niño común y corriente. Él cuenta su relato sobre una experiencia en la Primaria:
“Recuerdo que nuestro comportamiento en la Primaria no era siempre como debía ser. Yo tenía mucha energía y me era difícil estar pacientemente sentado en una clase. Melissa Georgell era la presidenta de la Primaria de nuestro barrio y un día me pidió que fuera a hablar con ella. Nos sentamos en el primer banco de la capilla y ella comenzó a llorar; después me dijo que estaba triste porque los niños, en particular, no se portaban bien durante los ejercicios de apertura de la Primaria. Inocentemente, le pregunté: ‘Hermana Georgell, ¿quiere que le ayude?’
“Con una sonrisa en el rostro y un brillo en los ojos, respondió, ‘¿Lo harías?’
“Le dije que lo haría. Los problemas de disciplina en la Primaria desaparecieron desde ese momento”, dice riéndose, explicando que él había sido parte de aquel desafío.
Las palomas y las entrevistas personales del sacerdocio
Desde niño el presidente Monson se sentía fascinado por las palomas y comenzó a criarlas en casa. Con el tiempo, llegaría a criar aves campeonas. Cuando él era el presidente del quórum de maestros de su barrio, su asesor le preguntó: “¿Te gustaría que te regalara una pareja de palomas Birmingham Roller?” El asesor le explicó que la hembra de la pareja era especial: tenía sólo un ojo, porque el otro se lo había dañado un gato. Según las instrucciones de su asesor, las guardó en su propio palomar durante unos 10 días, entonces las dejó volar libres para ver si volvían.
El macho volvió, pero la hembra se escapó—de vuelta a la casa del asesor. Cuando Tom fue a buscarla, éste le habló sobre un muchacho del quórum que no era activo, a lo cual Tom respondió “´Lo tendré en la reunión del quórum esta semana”. Se llevó la paloma a la casa, pero la siguiente vez que soltó a la pareja, ella volvió a regresar a la casa del asesor. Cuando Tom fue a buscar la paloma esa vez, el asesor le habló de otro muchacho que no había estado viniendo a las reuniones del quórum. Cada vez que soltaba a la paloma, ésta regresaba a la casa del asesor, y cada vez que Tom la iba a buscar, tenían una conversación acerca de otro muchacho.
“Hasta que llegué a ser adulto”, recuerda el presidente Monson, “no me di cuenta completamente de que, Harold, mi asesor, ciertamente me había dado una paloma especial, la única de su palomar que él sabía que volvería a su casa cada vez que quedara en libertad. Este fue el método inspirado de tener una entrevista personal del sacerdocio ideal, con el presidente del quórum de maestros cada dos semanas. Gracias a esas entrevistas y a aquella vieja paloma de un solo ojo, cada uno de los muchachos de aquél quórum se activó”.
Universidad, cortejo, carrera profesional y llamamientos
Tom se graduó de la escuela secundaria y se inscribió en la Universidad de Utah. Al acercarse su decimoctavo cumpleaños, el reclutamiento para el servicio militar parecía ineludible, por lo que decidió enrolarse en la Reserva de la Marina de los Estados Unidos. De esa manera, pudo regresar a casa y reanudar su carrera universitaria, y también reanudar su cortejo con Frances Beverly Johnson. La había conocido durante su primer año de universidad.
Thomas Monson y Frances Johnson se casaron el 7 de octubre de 1948, en el Templo de Salt Lake, pocos meses después de que se graduara de la Universidad de Utah, con un título en administración de empresas. Trabajó como ejecutivo de publicidad para el periódico Deseret News, propiedad de la Iglesia; con el tiempo, llegaría a ocupar otros cargos relacionados, incluso el de gerente general de la empresa editorial del periódico, Deseret Press.
Thomas S. Monson aprendió muchas cosas por medio del trabajo arduo, comenzando desde muy temprana edad. Cualquier hombre, por ejemplo, se habría sentido intimidado al ser llamado como obispo a la edad de 22 años, especialmente cuando el barrio tenía 1.080 miembros, incluso 84 viudas. Pero el obispo Monson no perdió el tiempo; él oró y manos a la obra. Él sirvió, él amó, él fortaleció; era su deber, pero también era el curso que su corazón le dictaba. Estaba “en la obra del Señor” (D. y C. 64:29). Su preocupación por los demás, en especial por las viudas, sigue hasta el presente.
A la edad de 27 años, Thomas S. Monson fue llamado como consejero de la presidencia de la Estaca Temple View, Salt Lake City. Estaba sirviendo en ese llamamiento cuando, a la edad de 31 años, fue llamado como presidente de la Misión Canadiense. Después de regresar de servir como presidente de misión, fue llamado para servir en el sumo consejo y en comités generales de la Iglesia. Pasaría poco más de un año cuando, a los 36 años, recibiría el llamamiento de Apóstol del Señor Jesucristo.
Uno de los singulares logros del presidente Monson fue el de obtener el permiso para que se construyera un templo en la antigua República Democrática Alemana, cuando aún estaba detrás de la cortina de hierro. Él obtuvo éxitos parecidos al conseguir que ese gobierno permitiese que los misioneros Santos de los Últimos Días se trasladaran libremente dentro y fuera del país antes de que se derribase el Muro de Berlín.
A lo largo de su ministerio, el presidente Monson ha puesto énfasis en el servicio. También ha animado a los miembros a que rescaten a los que están pasando apuros.
El presidente Dieter F. Uchtdorf, segundo consejero de la Primera Presidencia, comparte esta experiencia: “Hace unos años, el presidente Monson fue a una conferencia regional en Hamburgo, Alemania, y tuve el gran honor de acompañarlo. El presidente Monson tiene una memoria excelente y hablamos sobre muchos de los santos alemanes; me asombró que recordara tan bien a tantos de ellos.
“El presidente Monson me preguntó acerca del hermano Michael Panitsch,…quien había sido uno de los fieles pioneros de la Iglesia en Alemania. Le dije que el hermano Panitsch estaba gravemente enfermo, confinado a la cama e imposibilitado de asistir a nuestras reuniones.
“El presidente Monson preguntó si podíamos ir a visitarlo.
“Yo sabía que, poco antes de su viaje a Hamburgo, el presidente Monson se había sometido a una operación en un pie y que no le era posible caminar sin dolor. Le expliqué que el hermano Panitsch vivía en el quinto piso de un edificio sin ascensor, y que tendríamos que subir las escaleras para visitarlo.
“Pero él insistió, así que fuimos.
“Me acuerdo lo difícil que fue para el presidente Monson subir aquellas escaleras,… pero el presidente Monson perseveró alegremente hasta que llegamos al apartamento del hermano Panitsch en el quinto piso.
“Una vez que llegamos, pasamos un rato muy agradable en la visita. El presidente Monson le agradeció su vida de servicio dedicado y lo alegró con su sonrisa. Antes de irnos, le dio una maravillosa bendición del sacerdocio.
“Nadie, aparte del hermano Panitsch, su familia y yo, presenció aquel acto de valor y compasión… El presidente Monson fue a Hamburgo a enseñar y bendecir a la gente de un país, y eso fue lo que hizo. Pero al mismo tiempo, se concentró en cada una de esas personas…
Cuando el apóstol Pedro habló de Jesús, que había sido su amigo y maestro, ofreció esa sencilla descripción: ‘[Él] anduvo haciendo bienes’.
“Lo mismo se puede decir del hombre que sostenemos hoy como el Profeta de Dios” (“La fe de nuestro Padre”, Liahona, mayo de 2008, pág. 69–70).
En 1985, el año en que fue llamado a la Primera Presidencia, el presidente Monson entregó a su familia sus recuerdos personales. Después de expresar agradecimiento por su amada Frances y por sus hijos y nietos, concluyó diciendo: “¡Ojalá que siempre se me encuentre ‘en la obra del Señor’!”
En la actualidad, al ministrar el presidente Monson por todo el mundo, esa esperanza se ha hecho realidad.
- Lea la biografía del presidente Monson en el ejemplar de junio de 2008 de Liahona..
- Lea los sentimientos del presidente Monson sobre la dirección de la Iglesia en el ejemplar de la revista Liahona, junio de 2008.
- Lea otras biografías de la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles.