Conferencia de BYU para mujeres
La Restauración continua y el recogimiento de Israel


34:8

La Restauración continua y el recogimiento de Israel

Conferencia de la Universidad Brigham Young para mujeres 2020

Viernes, 1 de mayo de 2020

Primera Visión

Cuando José Smith fue a una arboleda a orar una mañana de primavera, todavía no era nuestro profeta. En ese momento, era un muchacho que leía la Biblia y deseoso buscaba el Evangelio. Estaba deseoso de conocer la voluntad de Dios. De la Primera Visión surgieron algunos mensajes importantes. Uno de ellos es que la situación familiar, la formación académica, la riqueza y la madurez no son lo que Dios tiene en cuenta al decidir con quién hablar. Ustedes ya lo saben, pero pensemos en la belleza de ello por un momento. No solo no importa a qué universidad fueron sus padres, sino que tampoco importa siquiera si fueron a la universidad o si saben leer. Y esas cosas tampoco importan acerca de ustedes. ¿Se han quedado sin dinero? No es relevante. ¿Tienen que compartir la cama con sus hermanos? Eso no importa.

Esta es una buena noticia para quienes a través de la historia han tenido menos acceso a la autoridad religiosa institucional. Para muchas mujeres en el mundo, por ejemplo, la interacción con Dios se ha sentido fuera de alcance porque se asociaba con mayor frecuencia a los hombres y a los oficios sacerdotales. Sin embargo, la Primera Visión y el Evangelio restaurado aportan equilibrio a esa noción: José Smith estaba en sus primeros años de adolescencia cuando oró y no había sido ordenado a ningún sacerdocio. En cambio, era una persona que aprendía de las Escrituras y tenía suficiente fe para orar y pedir respuestas. Nosotras hacemos eso también. Aunque no somos llamadas por Dios para restaurar la plenitud del Evangelio, Dios nos llama y nos enseña a ser más eficaces, sabias y amables, más como nuestros padres celestiales1.

Además de enseñar que no tienen que ser importantes ni tener éxito en el mundo para que Dios les hable, la Primera Visión enseña que Dios ama a Jesús, que respondió a la oración de un muchacho y que perdonó los pecados de ese muchacho. Aunque también hay muchas cosas que la Primera Visión no nos enseña. Por ejemplo, no nos enseña sobre la Sociedad de Socorro, el poder del sacerdocio, el bautismo ni las ordenanzas del templo. No nos enseña con qué frecuencia contestará Dios nuestras oraciones, ni de qué manera.

Una lección importante que la Primera Visión enseña en cuanto a la revelación es que no es lo mismo que un manual de instrucciones. La revelación se parece más a un mapa del tesoro. Mi hija dibujó un mapa del tesoro para mí y me explicó que la X marca el tesoro, y había montañas, un oasis y estas cositas en las esquinas inferiores izquierdas y superiores derechas que podrían ser árboles o podrían ser algo aterrador de un libro para niños. La revelación puede ser lenta, irregular y puede llevar un tiempo descifrarla. En las primeras palabras que escuché decir a la hermana Sharon Eubank, “la revelación es un proceso”. He descubierto que cuando persisten en ella, pueden encontrar un tesoro.

José Smith habló a las personas sobre el tesoro de su Primera Visión varias veces durante su vida y estoy muy agradecida por ello. A veces, un historiador solo cuenta con una fuente en la cual basarse para tratar de descubrir lo que sucedió, pero José Smith nos ha dado más de una forma de entenderla. Él describió la experiencia de manera distinta en diferentes momentos porque estaba frente a audiencias diferentes y quería recalcar lo que le importaba a cada una de esas audiencias, así como yo cuento una anécdota de una manera a mis amigos adultos, de otra manera a mis hijos y de otra manera distinta durante la clase de Doctrina del Evangelio, dependiendo de cómo entiendo las necesidades de cada audiencia.

Sin embargo, también creo que José Smith describió su sagrada experiencia de manera distinta en diferentes momentos porque su comprensión de lo que sucedió aumentó con el tiempo. Cuanta más experiencia tenía y más habilidad adquiría para recibir e interpretar la revelación, más entendía lo que había sucedido aquella mañana en la arboleda.

La revelación como un proceso

La reunión de la fundación de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días tuvo lugar 10 años después de la Primera Visión. Cuando a una revelación inicial le toma mucho tiempo dar frutos reales, algunos podemos empezar a dudar de nuestra interpretación de la revelación. Si bien es bueno estar abiertas en espíritu de oración a la posibilidad de que hayamos malentendido algo, también es importante recordar que la revelación es un proceso y lleva tiempo. Mi estudio de la historia de la Iglesia me ha enseñado que nuestros líderes han buscado la planificación y la toma de decisiones “tanto por el estudio como por la fe”2. La revelación, el estudio y la fe se entrelazan con el proceso. Puede parecer que el presidente Nelson anunció muchos cambios rápidos cuando se convirtió en nuestro profeta, pero, de hecho, muchos de esos cambios se habían estado considerando durante mucho tiempo. Los líderes de la Iglesia habían estado estudiando cómo serían esos cambios y, en casos como los de las dos horas de reuniones y el nuevo programa de logros de los jóvenes, realizaron programas piloto para probarlos. Para resumir, han estado delibrando en consejo y orando sobre muchos de estos cambios por años.

La revelación de 1978 para restaurar y extender las bendiciones del templo y del sacerdocio a los miembros de la Iglesia de raza negra es un ejemplo particularmente conmovedor de revelación importante que tomó mucho tiempo, reflexión y lucha interna. No entiendo por qué tomó tanto tiempo, pero sí sé que, cuando finalmente llegó, los miembros de la Primera Presidencia y del Cuórum de los Doce estaban unidos y se regocijaron.

Ahora compartiré dos ejemplos de la historia de la Iglesia que muestran que la revelación es un proceso y que es esencial para la restauración continua de la Iglesia.

Cuando vivía en Farmington, Utah, Aurelia Spencer Rogers, de cuarenta y tres años, se dio cuenta de un problema. (Ella es quien se encuentra en el frente de esta fotografía):

Aurelia Spencer Rogers

Los muchachos eran alborotadores, desconsiderados y, aparentemente, no tenían una base en el Evangelio por el cual sus abuelos habían sacrificado su seguridad, comodidad y relaciones. Sorprendentemente, cuando la hermana Rogers buscó soluciones a este problema, Dios le susurró Su aprobación y aliento, por lo que ella perseveró en sus soluciones, que luego enriquecieron a los Santos de los Últimos Días de todo el mundo hasta ahora.

Primero, Aurelia Rogers compartió sus ideas con Eliza R. Snow y otras líderes mujeres, a quienes le gustaron y las describieron al Presidente en Funciones de la Iglesia, John Taylor. No tardó en recibir el encargo de reunir a los niños de Farmington y averiguar cómo debería funcionar una organización para ellos. Al mirar hacia el pasado, describió cómo se sintió ella después de aceptar el llamamiento:

“Al meditar sobre lo que podría hacerse que trajera el mayor beneficio para los niños, me pareció que fui llevada por el Espíritu, o por lo menos experimenté un sentimiento de felicidad inexpresable que duró tres días y tres noches. Durante ese tiempo, nada podía preocuparme o irritarme; si mis pequeños estaban inquietos o si el trabajo salía mal, tenía paciencia, podía controlarlo con amabilidad y manejar los asuntos de mi casa con facilidad”3.

Sin embargo, esos sentimientos de gozo no fueron permanentes. Mientras planeaba y trabajaba para los niños, comenzó a sentirse indigna y deprimida, tanto que tuvo problemas para cumplir con sus responsabilidades. “Fui a mis reuniones sollozando por el camino, humillándome hasta la tierra misma; tanto así, que fuera lo que fuera que alguien dijera después para alabarme no me hacía sentir ni exaltada ni edificada en mi propia mente”4.

No obstante, ella continuó hasta establecer lo que ahora conocemos como la organización de la Primaria. Tal vez se pregunten, como yo lo hice, por qué ella experimentó esa depresión mientras realizaba esta importante obra. El actuar según la revelación y estar en la obra del Señor, ¿no debería hacernos sentir continuamente dichosas? ¿No debería mantener a raya los sentimientos negativos? Eso solo sería cierto si Eva y Adán no hubieran comido ese fruto especial. En la vida real, el actuar sobre una revelación no es una promesa de que nos sentiremos inspiradas todo el tiempo. No vinimos a la tierra para que la vida fuera fácil. Tener un cuerpo no es fácil y trabajar con otras personas tampoco, pero esas son dos de las razones principales por las que estamos aquí: tener la experiencia de habitar un cuerpo mortal y trabajar con otras personas y prestarles servicio.

Mi hija del medio aprendió a conducir hace poco. En su clase de manejo, antes de sentarse al volante de un auto real condujo un simulador. El auto real es mucho más difícil de conducir; hay mucho más en juego. En el simulador, si te pasas una señal de alto, se te indicará que cometiste un error y tendrás que comenzar de nuevo. En la vida real, si te pasas una señal de alto, podrías lesionar gravemente a otra persona. Conducir un automóvil real es peligroso, pero también es la única forma de aprender de verdad. Vivir en un cuerpo es también peligroso. Las personas, las enfermedades, la [ley de] gravedad y nuestra propia torpeza nos lastiman: pueden matarnos o causarnos daño de maneras que resultan más difíciles que la muerte. No obstante, hay lecciones que solo nuestro cuerpo puede enseñarnos.

Nuestro cuerpo también puede ser una fuente de gran gozo. En mi caso, esto ha incluido la sensación al hacer ejercicio, fortalecer los músculos y lograr un equilibrio más estable. El gozo físico ha incluido la experiencia de cocinar, la cual es una gran fuente de placer para mí, un arte creativo satisfactorio y una forma de servir a los demás. Mi cuerpo también me ayuda a expresar y recibir afecto: abrazos y besos de mis seres queridos, incluso los abrazos de personas que no forman parte de mi círculo más cercano. Tal vez ustedes, como yo, se sientan más conscientes del gozo de tener un cuerpo ahora que el virus del COVID-19 nos ha quitado parte de ese gozo de manera temporal. Aprendemos de los pesares de tener un cuerpo, así como del gozo de tenerlo. Nuestra experiencia terrenal también significa que un velo nos separa de la presencia de Dios. Aunque podemos recibir revelación, a veces también podemos ignorarla o malinterpretarla.

Del mismo modo que para Aurelia Rogers el actuar según la revelación no le produjo una felicidad ininterrumpida, el actuar según la revelación no promete que todo el apoyo que necesitemos vaya a encajar en su lugar. Ardeth Kapp, a quien recordarán como Presidenta General de las Mujeres Jóvenes durante la década de 1980, tuvo experiencia con esto. La hermana Kapp estaba bien preparada cuando fue llamada como presidenta. Ella ya había ejercido como maestra y consultora, había trabajado en el comité de correlación para la juventud de la Iglesia y había servido en una Presidencia General de las Mujeres Jóvenes. Inmediatamente después de aceptar este llamamiento, comenzó a recibir revelación. Ella escribió en su diario: “Me parece que los cielos se están abriendo y los pensamientos, las indicaciones y las impresiones espirituales están llegando rápida y claramente”5. Incluso en aquel primer momento, sintió que la organización necesitaba una declaración de propósito y un sistema de metas que se basara en valores. Pero tomó tres años de esfuerzo concentrado antes de que se crearan completamente y se anunciaran el lema y los valores de las Mujeres Jóvenes, y cinco años hasta que se presentó el manual del Progreso Personal, basado en los valores. La colaboración, la ejecución y más tarde la revelación tomaron tiempo, pero también tomó tiempo obtener las aprobaciones.

La hermana Kapp era muy buena deliberando con los demás; ella llamó a personas capaces a su mesa directiva y trabajaron juntas y en colaboración. El élder Bednar ha enseñado que los diferentes miembros de un consejo tienen diferentes partes en una revelación y se necesitan los aportes de cada persona para poder tener la visión completa. “Los aportes de todos los integrantes del consejo agregan elementos a la inspiración”, enseñó él6. Antiguos miembros de la mesa directiva de la hermana Kapp me han dicho que ella tenía el talento de alentar a las personas a que hablen en sus consejos. Sin embargo, la colaboración eficaz toma tiempo.

Los cambios en el programa que supervisaba la hermana Kapp eran complicados y lograr que los detalles estuvieran bien fue lento. Había demoras, trabajo adicional repetitivo y otras frustraciones. Para el nuevo programa del Progreso Personal, ella llamó a un comité de mujeres y hombres, los cuales en su mayoría casados entre sí, y trabajaron juntos durante dos años. Es más, la hermana Kapp fue presidenta durante un tiempo en que las oficiales mujeres de la Iglesia ya no interactuaban con la Primera Presidencia, como lo habían hecho anteriormente y no servían en los comités más altos de la Iglesia, tales como el Comité Ejecutivo del Sacerdocio y la Familia, como lo hacen ahora. Como resultado de esta brecha en la comunicación se requirió de tiempo adicional y trabajo. Pero los resultados fueron programas que eficazmente nutrieron a las mujeres jóvenes de la Iglesia por más de 30 años. Los programas no solo eran buenos, sino que también todas las personas con las que había deliberado los entendían y los podían explicar, implementar y, de otras maneras, apoyar los nuevos cambios.

El ejemplo de la hermana Kapp me motiva porque aunque se sentía desalentada, ella continuó deliberando con los demás, ejerció la fe, el ayuno, la oración y el trabajo arduo. Cuando leo sobre sus experiencias, siento que el Espíritu testifica que ella actuó según la revelación y que Dios magnificó sus considerables talentos innatos mediante la colaboración con otras personas. Si no continuamos buscando la guía del Señor, en particular cuando enfrentamos dificultades y frustraciones, entonces podríamos pasar por alto las soluciones inesperadas y fracasar en la solución de los problemas. Nosotras y los demás podríamos perdernos lo que el Señor nos invita a aprender.

Nuestras revelaciones: recibir y registrar

Ahora voy a pasar de hablar de las revelaciones de otras personas a hablar de las nuestras, en especial de cómo nuestras revelaciones pueden hacernos mejores al ayudar a los demás. Tengo una cita cerca de mi escritorio para recordarme que la buena reflexión y el buen trabajo requieren tiempo y un estudio minucioso. Las palabras son de Simone Weil, una filósofa francesa que pensó mucho acerca de lo correcto y lo incorrecto y que hizo grandes sacrificios personales para vivir de la manera que ella determinó que era moralmente correcta.

Weil enseñó: “Todas las traducciones incorrectas, todos los absurdos en los problemas de geometría, toda torpeza de estilo y toda conexión imperfecta de ideas […], todas esas cosas se deben a que el pensamiento se ha aferrado a alguna idea con demasiada prisa y, al quedar así bloqueado prematuramente, no está abierto a la verdad”7.

Para hacernos sentir menos vulnerables, a los seres humanos nos gusta definir las cosas. A menudo nos aferramos a una definición rápidamente, porque tener la definición nos hace sentir cómodos y seguros. Como sugiere Weil, el problema con la velocidad es que podemos llegar a una conclusión incorrecta. Creo que esto de hallar demasiado rápido una definición falsa y aferrarse a ella es lo que conduce a algunos de los mayores pecados que cometemos los unos contra los otros, como la intolerancia, que alza su fea cabeza en cada nación y cada partido político al malinterpretar las intenciones de los demás y arremeter como respuesta. La velocidad excesiva también puede significar que enseñemos un principio falso en una lección o que despotriquemos en las redes sociales de manera que alguien resulte tratado injustamente.

Por otro lado, no todo necesita tomar mucho tiempo. El perfeccionismo puede impedirnos que hagamos algo alguna vez. Dar un testimonio sencillo, estudiar las Escrituras con otra persona o tender una mano al ministrar: estas cosas pueden formar parte de nuestro proceso en lugar de ser un fin. Pueden ser acciones imperfectas, las oraciones pueden ser imperfectas, nosotras podemos ser imperfectas. De hecho, en esta vida tratamos de mejorar, pero no podemos evitar cometer errores. Tampoco seremos perfectas al recibir revelación, porque es un proceso. Cuando el perfeccionismo amenaza con detener el progreso, mi esposo cita estas sabias palabras que se atribuyen a Voltaire: “Lo perfecto es el enemigo de lo bueno”. Lo que quiere decir es que el perfeccionismo puede paralizarnos y evitar que logremos lo bueno que puede resultar del simple hecho de intentarlo.

Me gustaría reconocer lo doloroso que puede ser cuando no se sientan diestras para recibir y comprender la revelación. Hay almas valientes entre nosotras que obedecen y buscan, que lo hacen todo bien, pero que no gozan de esto. Esa situación puede frustrar. Pueden sentirse indignas, aunque no lo sean, aisladas de Dios y de otros miembros de la Iglesia. He lamentado profundamente que incluso la Madre Teresa, un ejemplo devoto y extraordinario de servicio y sabiduría espiritual, sintiera por largos períodos que Dios estaba distante. En un caso, le pidió a alguien en quien confiaba que orara por ella, que ella haría la voluntad de Dios aunque ella misma no pudiera escucharla: “El silencio y el vacío son tan grandes que miro y no veo, escucho y no oigo […]. Quiero que ores por mí; lo dejo actuar a Él con plena libertad”8.

Entonces, ¿qué hacemos si no sentimos que recibimos respuesta a nuestras oraciones? Algunas de las personas que admiro caen en esta categoría y he aprendido al observarlas.

Primero, reconocen que para algunas de nosotras es más fácil recibir y comprender la revelación que para otras. Otros dones llegan más naturalmente a ellas, y los dones que sí tienen los usan para servir a los demás.

Luego, analizan todo lo bueno que proviene de la participación en la Iglesia. Ven las hermosas vidas y las relaciones que esa participación fomenta. Confían en lo bueno que ello tiene. Continúan sirviendo, orando, ayunando y leyendo las Escrituras, aun cuando no tienen fuertes sentimientos espirituales.

Por último, son humildes. Recuerdan los momentos en los que han sentido la influencia del poder divino, aunque fuera levemente. En lugar de protestar porque no tienen más, aprecian lo que sí tienen.

También quiero agregar una nota de esperanza aquí. Cuando servían en sus respectivas Presidencias Generales de la Sociedad de Socorro, tanto Sheri Dew como Julie Beck enseñaron que la revelación es una habilidad que podemos desarrollar. Creo que eso es verdad. He visto a un querido amigo que no cree tener el don de la revelación personal pero que presta servicio con generosidad. Veo que los pensamientos le llegan con una frecuencia cada vez mayor para que actúe de una manera en particular. Él ha aprendido a confiar en esos pensamientos, incluso cuando no puede estar seguro si son una revelación personal. Actúa con fe y como resultado de ello, se acerca más Dios. Su vida y la de muchas otras personas se han enriquecido gracias a su disposición a intentarlo.

Otra amiga me escribió:

“No experimento revelaciones en forma de sentimientos de consuelo o certeza, y solo rara vez en forma de ideas o respuestas que llegan a mi mente. Sin embargo, he tenido experiencias intensas al conocer a personas en particular, en las cuales se me transmite la fuerte impresión de que soy responsable de brindarles amor, cuidado y hermanamiento. Esos momentos son poderosos y las impresiones son persistentes, y he llegado a reconocerlas como revelaciones”9.

Estas situaciones que acabo de describir no son las mías. Uno de los grandes tesoros de mi vida es el don de la revelación personal. Aun así, este don aumenta y disminuye en intensidad. Algunas semanas recibo ideas para recordar y actuar durante varias de mis oraciones; otras semanas, no. A veces recibo menos porque hago preguntas poco precisas o no presto oído. Otras veces no pregunto bien ni escucho bien, y de todos modos recibo guía. Y luego hay períodos en los que Dios necesita que yo resuelva las cosas por mi cuenta. En todas estas etapas, sé que cuando fallo me puedo arrepentir, y que Dios me perdonará y también compensará a los demás por mis tropiezos. Confío en que Dios es el arquitecto de la imagen final. Como dice mi amiga Daryl Hoole: “Estas son solo batallas. Dios ya ha ganado la guerra”.

En virtud de nuestra pertenencia a la Sociedad de Socorro, somos llamadas a instruir, inspirar y sanar. ¿Cómo podría Dios no querer comunicarse con nosotras cuando Dios necesita que hagamos esta obra? No todas tenemos las habilidades para comprender fácilmente la revelación, pero creo que incluso aquellas de nosotras que tenemos dificultades con la revelación personal podemos acercarnos más a Dios en el proceso de hacer un buen trabajo.

La revelación y el recogimiento de Israel

Ahora dediquemos un tiempo a la relación entre la revelación y el recogimiento de Israel. El presidente Nelson ha estado alentando a los jóvenes, y a nosotras, a participar en el recogimiento de Israel10. En mi opinión, el recogimiento de Israel significa una bendición para todo el mundo, además de para los miembros y los futuros miembros de la Iglesia. Las primeras miembros de la Sociedad de Socorro creían que cuando, en nombre de Dios, José Smith abrió la puerta a la función que desempeñarían las mujeres, hizo posibles cosas como la convención de Seneca Falls, que fue la primera convención sobre los derechos de las mujeres en los Estados Unidos. Creían que la situación mejoraría para las mujeres de todo el mundo, no solo para ellas, cuando José Smith abrió esa puerta y prometió: “… y esta Sociedad se ha de regocijar, y recibirá un torrente de conocimiento e inteligencia a partir de este momento: Este es el principio de días mejores”11. Cuando me enteré de que ellas creían eso, pensé que era algo peculiar y encantador; pero a medida que he ido madurando en entendimiento, he llegado a estar de acuerdo con ellas. De manera similar, creo que cuanto mejores seamos como santos, más podremos bendecir tanto a las personas de afuera de nuestra Iglesia como a las que están dentro; y podremos estar abiertas a las cosas buenas que las personas de afuera de la Iglesia tienen para enseñarnos.

Algunos pasajes escritos por el profeta Nefi, del Libro de Mormón, me han ayudado a imaginar más cómo es el recogimiento de Israel. Nefi describe esa época desde la perspectiva de los seres mortales: “Y recoge a sus hijos de las cuatro partes de la tierra; y cuenta a sus ovejas, y ellas lo conocen; y habrá un redil y un pastor; y él apacentará a sus ovejas, y en él hallarán pasto”12. Me encanta esta imagen de todos nosotros, de todas partes de la tierra, hallando pasto juntos siguiendo la guía de un pastor perfecto y amoroso. Hay una pradera que me encanta, la cual visito todos los veranos. Allí pastan caballos, vacas y venados. El cielo, las montañas, el prado, los árboles y los arroyos son hermosos; el aire está despejado; los animales tienen todo lo que necesitan y están a salvo allí. Tenernos a todos en un lugar seguro y hermoso donde somos conocidos, vistos y cuidados: quiero estar en ese lugar y ayudar a los demás a encontrarlo.

La revelación es fundamental para el recogimiento de Israel. Procurar conocer la voluntad de Dios —tanto a través de nuestros líderes como de nosotras mismas de manera individual— es el medio por el cual podemos hallar pasto y ayudar a los demás a hallarlo también. El tender puentes con personas de países distintos a aquel donde nací —en especial, pero no exclusivamente, cuando era misionera en Rusia— ha sido una de las experiencias más significativas de mi vida. Me llena de esperanza ver el amor de Dios, por medio del Espíritu Santo, rebasar las barreras idiomáticas y culturales. Ese milagro me hace pensar que todo lo bueno es posible. Fortalece mi fe en las palabras de Nefi que se encuentran solo unos versículos después del que ya leí, cuando él prevé eso para aquellas personas que se arrepientan, “todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos vivirán con seguridad en el Santo de Israel”13. Anhelo vernos a todos vivir con seguridad en el Santo de Israel, y esa promesa me motiva a buscar revelación para poder contribuir a este proceso y guiar a más de nosotras hasta el pasto de Jesús.

Historias sobre la revelación

De alguna manera, la forma en que contamos la historia nos ha inducido a error sobre cómo funciona la revelación. Hubo un largo período en la historia de los Estados Unidos en el que llegamos a pensar que la historia útil era aquella que nos brindaba personas a quienes venerar. Aprendimos a contar historias que solo incluían lo admirable. Esto también influyó en la forma en la que a menudo contábamos la historia de la Iglesia: la hicimos más ordenada, las personas resultaban más simples y fáciles de entender de lo que en realidad eran. Los mismos registros pueden ser desordenados. En el Departamento de Historia de la Iglesia estamos tratando de contar historias de personas reales en toda su complejidad y reconocemos los momentos en los que las cosas no salieron a la perfección. Al hacerlo, estamos recuperando una comprensión más completa de los acontecimientos pasados. Algunas personas aceptan bien este cambio; para otras, genera desafíos dolorosos. A pesar del dolor de esta transición, por la cual me lamento, creo que es lo correcto. Solo unas pocas horas después de que se organizara la Iglesia, Dios nos mandó llevar un registro. Dios no les dijo a los líderes de la Iglesia que registraran las épocas tranquilas o las acciones de los miembros que claramente eran cien por ciento correctas. Dado que los seres humanos participan en la historia, eso conduciría a un registro muy corto.

Me resulta inspiradora la historia de la Iglesia porque veo el amor de Dios en ella, una y otra vez, y también veo personas que tienen el amor de Dios en ellos y son ingeniosos. La historia de la Iglesia lleva historias reales a mi corazón. Como la historia de mi tatara-tatara-tatara abuela, cuyo esposo la abandonó varias veces y luego, al final, para siempre, pero que crio hijos, cruzó las llanuras y presidió el consejo femenino de salud en los primeros días de Utah, donde compartió la receta de una medicina que había recibido mediante una visión.

La historia de la Iglesia incluye la historia de su descendiente, mi padre, quien tomó buenas y malas decisiones. En lugar de ceder por completo a las malas decisiones en los momentos en los que se acumulaban, una parte de él siguió tratando de tomar buenas decisiones. Me hacía llamadas telefónicas incómodas una o dos veces al año. Los privilegios del sacerdocio y del templo le fueron restaurados poco antes de su muerte. La llama de mi propia valentía se fortalece cuando pienso en el valor que le llevó a él buscar esas restituciones y hacer esas llamadas telefónicas a la hija que había abandonado cuando ella tenía 6 semanas. A pesar de todos los errores que cometió, siento que debo honrarlo por las cosas difíciles que sí hizo bien. La de él no es una historia ordenada, pero, además de servirme de advertencia, también me inspira.

Conclusión

Adoptar una visión de la revelación como proceso requiere de paciencia y esperanza. Por definición, la esperanza es algo que tenemos a pesar de la experiencia negativa pasada o de la evidencia que apunta a lo contrario. La esperanza es algo que escogemos. Cuando son plenamente conscientes de uno de los problemas del mundo, pueden gastar toda su energía en enojarse y criticar, o pueden estudiar, orar al respecto y elegir tener esperanza en la solución que va a llegar, la función de ustedes es parte de la solución. La crítica es fundamental para el pensamiento inteligente, pero creo que debemos equilibrarla con esperanza y con una acción positiva. Podemos mantener esa esperanza frente a nosotras para iluminar nuestro camino e iluminar el camino de los demás.

Esta imagen ha sido significativa para mí durante mucho tiempo.

La mujer responsable, por James Christensen

Cuando yo estaba en el centro de capacitación misional, mi amiga Laura la recortó de un catálogo, la colocó en una lámina de espuma y me la envió por correo. La llevé conmigo a todas partes. Un año o dos después de mi regreso, mi amiga Emilee encontró una versión más grande y le pidió a su esposo artista que me la enmarcara para Navidad. La he exhibido en mi casa desde entonces.

Fíjense todas las cosas que están sujetas a su cuerpo para que no se le caigan. Una de ellas es un bebé, otra de ellas es una cuerda, otra es un instrumento musical. Me pregunto si esa vela es la razón por la que ella puede volar. Imaginen que son esta mujer. ¿Qué cosas tienen sujetas a su cuerpo? A mi cuerpo tengo sujetas tres hijas y un esposo, pero ellos también me ayudan, así que quizás todos estemos unidos por cuerdas que se extienden. Llevo un bolígrafo y papel; libros; una ensalada para entregar; una pala de jardinería; el bebé de otra persona, porque me gusta ayudar a las mamás más jóvenes; una lista de personas por quienes orar; una aspiradora; una carpeta de escritos para editar; la receta de panqueques suecos de Esther Ackerberg. ¿Qué sería, para ustedes, la llama que sostienen? Para mí, esa vela es la esperanza y todas las cosas que conforman esa esperanza: el evangelio de Jesucristo restaurado por José Smith y entrelazado con la institución de nuestra Iglesia por cada profeta desde entonces; las experiencias de las mujeres Santos de los Últimos Días de los últimos doscientos años; mis antepasados; mis amigos y ustedes. El fuego es contagioso y las llamas de otras personas mantienen encendida la mía.

Podemos hacer un bien considerable en este mundo, no porque hacerlo sea sencillo, sino porque somos lo bastante fuertes como para hacer cosas que son difíciles. Nuestro Padre Celestial está esperando para ayudarnos, para hacernos más fuertes Él necesita que demos seguimiento a las respuestas de las preguntas que Él está esperando que hagamos14. Hermanas, ustedes están investidas de poder divino. Ejerzamos ese poder para iluminar este mundo con el amor de Dios. En el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. “Nuestra teología empieza con Padres Celestiales; nuestra mayor aspiración es llegar a ser como ello” (Dallin H. Oaks, “La Apostasía y la Restauración”, Liahona, julio de 1995, pág. 95).

  2. Doctrina y Convenios 88:118.

  3. Aurelia Spencer Rogers, Life Sketches of Orson Spencer and Others, and History of Primary Work, 1898, pág. 212.

  4. Rogers, pág. 214.

  5. Ardeth G. Kapp y Carolyn J. Rasmus, entrevista por Gordon Irving, 1992, pág. 41, Biblioteca de Historia de la Iglesia, Salt Lake City.

  6. David A. Bednar, “Mesa redonda” (Reunión Mundial de Capacitación de Líderes, noviembre de 2010), ChurchofJesusChrist.org.

  7. Simone Weil, Waiting on God, 2009, pág. 35.

  8. David Van Biema, “Mother Teresa’s Crisis of Faith”, Time, 23 de agosto de 2007, time.com.

  9. Mensaje de correo electrónico enviado a Kate Holbrook, 17 de abril de 2020.

  10. “Les extiendo una súplica profética a ustedes, las mujeres de la Iglesia, para que den forma al futuro ayudando a recoger al Israel disperso” (Russell M. Nelson, “La participación de las hermanas en el recogimiento de Israel”, Liahona, noviembre de 2018, pág. 69); “Mis queridos jóvenes extraordinarios, ustedes fueron enviados a la tierra en este preciso momento, el momento más crucial en la historia del mundo, para ayudar a recoger a Israel” (Russell M. Nelson, “Juventud de Israel” [devocional mundial para los jóvenes, 3 de junio de 2018], ChurchofJesusChrist.org); “Recogemos datos para los cuadros genealógicos, preparamos registros de grupo familiar y efectuamos vicariamente la obra del templo a fin de recoger a las personas para el Señor y reunirlas con sus familias” (Russell M. Nelson, “El recogimiento del Israel disperso”, Liahona, noviembre de 2006, págs. 80–81).

  11. “Nauvoo Relief Society Minute Book”, pág. 40, josephsmithpapers.org.

  12. 1 Nefi 22:25.

  13. 1 Nefi 22:28.

  14. “No creo que Dios se ofenda cuando nos olvidamos de Él. Más bien, yo creo que Él se siente profundamente decepcionado. Él sabe que nos hemos privado a nosotros mismos de la oportunidad de allegarnos más a Él al recordarle y recordar Su bondad. Entonces, nos perdemos que Él se allegue más a nosotros y las bendiciones específicas que Él ha prometido” (Dale G. Renlund, “Considerad la bondad y la grandeza de Dios”, Liahona, mayo de 2020, pág. 44).