“El poder de un nombre”, Para la Fortaleza de la Juventud, octubre de 2021.
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El poder de un nombre
Los nombres son importantes, especialmente cuando tienen que ver con el nombre de la Iglesia restaurada de Jesucristo.
¿Han pensado alguna vez en lo importante que puede ser un nombre? Piensen en su propio nombre, el que recibieron cuando nacieron, un nombre por el que se les conocería durante toda su vida. A menudo, el nombre de ustedes es lo primero que alguien pregunta cuando los conoce. Y es la forma más fácil para sus familias, amigos y otras personas de dirigirse y hablar de ustedes. Siendo niños, muchos de ustedes también tuvieron el privilegio de recibir un nombre y una bendición por el poder del sacerdocio.
En su bautismo, hicieron un convenio con Dios para mostrarle que están dispuestos a tomar sobre ustedes el nombre de Jesucristo. Cada vez que toman la Santa Cena, renuevan ese convenio y prometen que siempre lo recordarán a Él (véase Mosíah 18:8–9; Doctrina y Convenios 20:77, 79).
Por lo tanto, los nombres son importantes. El nombre no solo nos conecta a cada uno de nosotros con nuestra propia identidad e individualidad, sino que también puede tener poder, responsabilidad y bendiciones. Esto es especialmente cierto cuando tiene que ver con el nombre de la Iglesia restaurada de Jesucristo, es decir, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
El Salvador dio nombre a Su Iglesia
Nuestro amado profeta, el presidente Russell M. Nelson, ha enseñado por qué el nombre de la Iglesia del Salvador es tan importante. Él dijo: “Es el mandamiento del Señor. José Smith no dio nombre a la Iglesia que se restauró mediante él; ni tampoco lo hizo Mormón. Fue el Salvador mismo quien dijo: ‘Porque así se llamará mi iglesia en los postreros días, a saber, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días’ [Doctrina y Convenios 115:4]”1.
Esta no es la primera vez que se ha dado instrucción en cuanto al nombre que se debería dar a la Iglesia de Jesucristo. Cuando el Salvador resucitado apareció a los nefitas después de que ellos habían orado al Padre en Su nombre, la gente le preguntó cómo debían llamar a Su Iglesia. El Salvador respondió:
“… daréis mi nombre a la iglesia[…].
“¿Y cómo puede ser mi iglesia salvo que lleve mi nombre? Porque si una iglesia lleva el nombre de Moisés, entonces es la iglesia de Moisés; o si se le da el nombre de algún hombre, entonces es la iglesia de ese hombre; pero si lleva mi nombre, entonces es mi iglesia, si es que están fundados sobre mi evangelio” (3 Nefi 27:7–8).
Por estas razones, el presidente Nelson ha declarado: “El nombre de la Iglesia no es negociable. Cuando el Salvador indica claramente cuál debe ser el nombre de Su Iglesia e incluso precede Su declaración con las palabras: ‘Así se llamará mi iglesia’, está hablando en serio”2.
El presidente Nelson ha prometido que si nos esforzamos al máximo por restaurar y utilizar el nombre correcto de la Iglesia del Salvador, “Aquel cuya Iglesia esta es, derramará Su poder y Sus bendiciones sobre la cabeza de los Santos de los Últimos Días de formas que jamás hemos visto”3.
Podemos ayudar a los demás a saber en qué creemos
Una de las bendiciones de usar el nombre correcto de la Iglesia se recibe cuando tomamos en serio la responsabilidad de proclamar el nombre del Salvador a través de todo el mundo.
Durante años, apodos como la “Iglesia SUD” y la “Iglesia mormona” se han utilizado en lugar del nombre que reveló el Salvador. El problema con apodos como estos es que omiten el nombre de Jesucristo de Su Iglesia. Por ello, dan una idea falsa de quiénes somos y en qué creemos.
Creemos que Jesucristo es el Salvador y el Redentor del mundo. Desafortunadamente, algunas personas piensan que no creemos en Él o que adoramos a alguien que no es Él. Al decir a otras personas, tan a menudo como sea posible, que pertenecemos a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, dejamos claro que adoramos a Jesucristo. Aquellos con quienes interactuamos comenzarán a ver que Jesucristo es esencial en nuestras creencias y en nuestras vidas.
Podemos traer el poder de Jesucristo a nuestra vida
El presidente Nelson enseñó: “Jesucristo nos mandó llamar a la Iglesia por Su nombre porque esta es Su Iglesia, llena de Su poder”4.
Jesucristo llevó una vida libre de pecado. Él superó todas las tentaciones, los dolores, los desafíos y las aflicciones del mundo. Derramó gotas de sangre en Getsemaní y en la cruz padeció un terrible dolor que es imposible describir. Tomó sobre Sí todos nuestros dolores y enfermedades. Mediante Su sacrificio expiatorio, está listo para ayudar a cada uno de nosotros. A medida que ejercemos fe en Él y venimos a Él, somos “bendecidos con poder adicional para lidiar con la tentación, las pruebas y la debilidad”5.
Cuando con claridad declaramos que somos miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, también reconocemos que Él es quien tiene poder para fortalecernos, aliviar nuestras cargas y traer gozo y paz a nuestras vidas. Además, se nos promete que tendremos “el conocimiento y el poder de Dios para ayudarnos a llevar las bendiciones del evangelio restaurado de Jesucristo a toda nación, tribu, lengua y pueblo, y para preparar el mundo para la segunda venida del Señor”6.
Vendrán más bendiciones
Amigos míos, pensemos en el impacto que podemos tener simplemente utilizando el nombre completo de la Iglesia del Salvador. Testifico que Jesucristo está a la cabeza de Su Iglesia y que la dirige a través de Sus profetas, videntes y reveladores. Los invito a que busquen las bendiciones de la Iglesia del Salvador y compartan sus preciadas verdades con los demás. Sé que Su Iglesia, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, los bendecirá a ustedes, a sus amigos y a su familia ahora y por la eternidad.