Revelación para la Iglesia, revelación para nuestras vidas
En los días futuros, no será posible sobrevivir espiritualmente sin la influencia guiadora, orientadora, consoladora y constante del Espíritu Santo.
¡Qué privilegio ha sido celebrar la Pascua de Resurrección con ustedes en este domingo de conferencia general! Nada podría ser más apropiado que conmemorar el acontecimiento más importante que jamás haya ocurrido en esta tierra al adorar al Ser más importante que la haya pisado. En esta, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, adoramos a Aquel que comenzó Su infinita expiación en el Jardín de Getsemaní. Estuvo dispuesto a sufrir por los pecados y las debilidades de cada uno de nosotros, padecimiento que hizo que “sangrara por cada poro”1. Fue crucificado en la cruz del Calvario2 y se levantó al tercer día como el primer Ser resucitado de los hijos de nuestro Padre Celestial. ¡Lo amo y testifico que Él vive! Él es quien dirige y guía Su Iglesia.
Sin la infinita Expiación de nuestro Redentor, ninguno de nosotros tendría esperanza alguna de algún día regresar a nuestro Padre Celestial. Sin Su resurrección, la muerte sería el fin. La expiación de nuestro Salvador ha hecho que la vida eterna sea una posibilidad y la inmortalidad una realidad para todos.
Es a causa de Su misión trascendental y de la paz que Él concede a Sus seguidores que mi esposa, Wendy, y yo sentimos consuelo la noche del 2 de enero de 2018, cuando nos despertó una llamada telefónica para informarnos que el presidente Thomas S. Monson había pasado al otro lado del velo.
¡Cuánto echamos de menos al presidente Monson! Rendimos tributo a su vida y su legado. Siendo un gigante espiritual, dejó una huella indeleble en todos los que lo conocieron y en la Iglesia que él amaba.
El domingo, 14 de enero de 2018, en la sala superior del Templo de Salt Lake, se organizó la Primera Presidencia siguiendo un modelo sencillo y a la vez sagrado, establecido por el Señor. Luego, en la asamblea solemne de ayer por la mañana, los miembros de la Iglesia de todo el mundo levantaron la mano para confirmar la acción que previamente tomaron los Apóstoles. Agradezco humildemente su constante apoyo.
También estoy agradecido por aquellos que ocuparon este puesto antes que yo. He tenido el privilegio de servir en el Cuórum de los Doce Apóstoles durante 34 años y conocer personalmente a diez de los dieciséis previos Presidentes de la Iglesia. He aprendido mucho de cada uno de ellos.
También debo mucho a mis antepasados. Mis ocho bisabuelos se convirtieron a la Iglesia en Europa; cada una de esas almas valientes sacrificó mucho para venir a Sion. No obstante, durante las generaciones posteriores, no todos mis antepasados se mantuvieron tan dedicados y, por ello, no me crie en un hogar centrado en el Evangelio.
Yo adoraba a mis padres; lo eran todo para mí, y me enseñaron lecciones muy importantes. No puedo agradecerles lo suficiente la feliz vida hogareña que nos proporcionaron a mí y a mis hermanos; pero a la vez, aun siendo niño, sentía un vacío en mi vida. Un día, subí al tranvía y fui a una librería a buscar un libro sobre la Iglesia. Me encantaba aprender sobre el Evangelio.
Al llegar a comprender la Palabra de Sabiduría, deseaba que mis padres vivieran esa ley, de modo que, un día, cuando era muy pequeño, me fui al sótano de la casa y estrellé contra el piso de cemento todas las botellas de licor. Esperaba que mi padre me castigara, pero nunca dijo una palabra.
Al madurar y empezar a comprender la magnificencia del plan del Padre Celestial, solía decirme a mí mismo: “¡No quiero un regalo más de Navidad! Solo quiero sellarme a mis padres”. Ese anhelado evento no ocurrió sino hasta después de que mis padres tuvieron más de 80 años, y así sucedió. No puedo expresar del todo la alegría que sentí ese día3, y cada día siento aquel gozo de su sellamiento y que yo esté sellado a ellos.
En 1945, mientras todavía estaba en la facultad de medicina, contraje matrimonio con Dantzel White en el Templo de Salt Lake. Ella y yo fuimos bendecidos con nueve hijas maravillosas y un hijo muy querido. Hoy día, nuestra familia que sigue creciendo, es una de las grandes alegrías de mi vida.
En 2005, después de casi 60 años de matrimonio, mi amada Dantzel falleció inesperadamente. Por un tiempo, el dolor que sentía era casi paralizante, pero el mensaje de la Pascua y la promesa de la resurrección me infundieron ánimo.
Entonces el Señor trajo a Wendy Watson a mi lado. Nos sellamos en el Templo de Salt Lake el 6 de abril de 2006. ¡Cuánto la amo! Es una mujer extraordinaria; una gran bendición para mí, para nuestra familia, y para toda la Iglesia.
Cada una de esas bendiciones se ha recibido al buscar y prestar atención a las impresiones del Espíritu Santo. El presidente Lorenzo Snow dijo: “Ese es el gran privilegio de todo Santo de los Últimos Días… que tenemos el derecho de tener manifestaciones del Espíritu cada día de nuestra vida”4.
Una de las cosas que el Espíritu ha grabado repetidamente en mi mente, desde que recibí el nuevo llamamiento como Presidente de la Iglesia, es cuán dispuesto está el Señor a revelar Su disposición y voluntad. El privilegio de recibir revelación es uno de los dones más grandiosos que Dios da a Sus hijos.
Mediante las manifestaciones del Espíritu Santo, el Señor nos ayudará en todas nuestras rectas aspiraciones. Recuerdo que en una sala de operaciones he estado ante un paciente —inseguro de cómo efectuar una intervención quirúrgica sin precedentes— y he sentido que el Espíritu Santo hacía en mi mente un diagrama de la técnica5
Con el fin de reforzar mi propuesta de matrimonio a Wendy, le dije: “Sé algo sobre la revelación y cómo recibirla”. Dice mucho a su favor —y, como he llegado a descubrir, es muy típico de su persona— que ella ya había buscado y recibido su propia revelación sobre nosotros, lo que le dio el valor para decir sí.
Como miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles, yo oraba a diario para recibir revelación y le daba gracias al Señor cada vez que Él le hablaba a mi corazón y a mi mente.
¡Imagínense el milagro de eso! Cualquiera que sea nuestro llamamiento en la Iglesia, podemos orar a nuestro Padre Celestial y recibir orientación y dirección, recibir advertencias sobre peligros y distracciones, y ser capaces de lograr cosas que simplemente no podríamos hacer por nosotros mismos. Si de verdad recibimos al Espíritu Santo, y aprendemos a discernir y a entender Sus impresiones, seremos guiados en los asuntos grandes y pequeños.
Cuando hace poco enfrenté la enorme tarea de elegir a dos consejeros, me preguntaba cómo podría escoger a solo dos de doce hombres a quienes amo y respeto.
Debido a que sé que la buena inspiración se basa en la buena información, en espíritu de oración me reuní por separado con cada uno de los Apóstoles6. Después me fui solo a una sala privada del templo y busqué la voluntad del Señor. Testifico que el Señor me indicó que seleccionara al presidente Dallin H. Oaks y al presidente Henry B. Eyring para servir como mis consejeros de la Primera Presidencia.
De igual manera, testifico que el Señor inspiró el llamamiento del élder Gerrit W. Gong y del élder Ulisses Soares para que fuesen ordenados como Sus apóstoles. Les damos la bienvenida a esta singular hermandad de servicio.
Cuando nos reunimos como Consejo de la Primera Presidencia y Cuórum de los Doce, nuestras salas de reunión se convierten en salas de revelación. El Espíritu está palpablemente presente. Al tratar asuntos complejos, se despliega un emocionante proceso a medida que cada Apóstol expresa libremente sus ideas y puntos de vista. Aunque tal vez nuestras perspectivas iniciales difieran, el amor que sentimos el uno por el otro es constante. Nuestra unidad nos ayuda a discernir la voluntad del Señor para Su Iglesia.
En nuestras reuniones, ¡la mayoría nunca manda! En espíritu de oración, nos escuchamos unos a otros y hablamos entre nosotros hasta que estamos unidos. Entonces, cuando hemos llegado a un acuerdo cabal, ¡la influencia unificadora del Espíritu Santo es electrizante! Llegamos a sentir lo que sabía el profeta José Smith, cuando enseñó: “… por la unidad de sentimientos, obtenemos poder con Dios”7. ¡Ningún miembro de la Primera Presidencia o del Cuórum de los Doce jamás dejaría a su propio y mejor criterio las decisiones respecto a la Iglesia del Señor!
Hermanos y hermanas, ¿cómo podemos llegar a ser los hombres y las mujeres (los siervos semejantes a Cristo) que el Señor necesita que seamos? ¿Cómo podemos encontrar respuestas a las preguntas que nos dejan perplejos? Si algo nos enseña la experiencia trascendental que tuvo José Smith en la arboleda sagrada, es que los cielos están abiertos y que Dios habla a Sus hijos.
El profeta José Smith estableció un patrón que hemos de seguir al resolver nuestras preguntas. Atraído a la promesa de Santiago de que si carecíamos de sabiduría podíamos pedirla a Dios8, el joven José llevó su pregunta directamente al Padre Celestial. Él procuró revelación personal, y esa búsqueda dio comienzo a esta última dispensación.
Del mismo modo, ¿a qué dará comienzo la búsqueda de ustedes? ¿De qué sabiduría carecen? ¿Qué necesidad sienten que les es urgente saber o comprender? Sigan el ejemplo del profeta José; encuentren un lugar tranquilo a donde puedan ir con regularidad; humíllense ante Dios; derramen su corazón a su Padre Celestial; acudan a Él para recibir respuestas y consuelo.
Oren en el nombre de Jesucristo acerca de sus preocupaciones, sus temores, sus debilidades, sí, los anhelos mismos de su corazón. ¡Y luego, escuchen! Anoten las ideas que acudan a su mente; escriban sus sentimientos y denles seguimiento con las acciones que se les indique tomar. A medida que repitan este proceso día tras día, mes tras mes, año tras año, “podrán crecer en el principio de la revelación”9.
¿Quiere Dios realmente hablarles? ¡Sí! “Tan inútil le sería al hombre extender su débil brazo para contener el río Misuri en su curso… como evitar que el Todopoderoso derrame conocimiento desde el cielo sobre la cabeza de los Santos de los Últimos Días”10.
No tienen que preguntarse qué es verdad11. No tienen que preguntarse en quién pueden confiar de manera segura. Mediante la revelación personal, pueden recibir su propio testimonio de que el Libro de Mormón es la palabra de Dios, de que José Smith es un profeta, y de que esta es la Iglesia del Señor. Independientemente de lo que otros digan o hagan, nadie puede despojarlos del testimonio que les llegue al corazón y a la mente sobre lo que es verdadero.
Los exhorto a que se esfuercen más allá de su capacidad espiritual actual para recibir revelación personal, porque el Señor ha prometido: “Si pides, recibirás revelación tras revelación, conocimiento sobre conocimiento, a fin de que conozcas los misterios y las cosas apacibles, aquello que trae gozo, aquello que trae la vida eterna”12.
Hay mucho más que su Padre Celestial quiere que sepan. Tal como el élder Neal A. Maxwell enseñó: “Para aquellos que tienen ojos para ver y oídos para oír, ¡está claro que el Padre y el Hijo están divulgando los secretos del universo!”13.
Nada abre tanto los cielos como la combinación de mayor pureza, estricta obediencia, búsqueda diligente, el deleitarse a diario en las palabras de Cristo en el Libro de Mormón14, y dedicar tiempo frecuente a la obra del templo y de historia familiar.
Indudablemente, tal vez haya ocasiones en que piensen que los cielos están cerrados, pero les prometo que a medida que sigan siendo obedientes, expresando gratitud por cada bendición que el Señor les dé, y en tanto honren con paciencia el tiempo del Señor, se les dará el conocimiento y la comprensión que buscan. Todas las bendiciones que el Señor tiene para ustedes, incluyendo los milagros, vendrán a continuación. Eso es lo que la revelación personal les traerá.
Soy optimista en cuanto al futuro. Estará lleno de oportunidades para que cada uno de nosotros progrese, contribuya y lleve el Evangelio a todos los rincones de la tierra. Sin embargo, tampoco soy ingenuo en cuanto a los días venideros. Vivimos en un mundo complejo y cada vez más contencioso. El constante acceso a las redes sociales y un ciclo de noticias de 24 horas nos bombardean con incesantes mensajes. Si hemos de tener alguna esperanza de examinar la infinidad de voces y las filosofías de los hombres que atacan la verdad, debemos aprender a recibir revelación.
Nuestro Salvador y Redentor, Jesucristo, llevará a cabo algunas de Sus obras más maravillosas entre ahora y cuando vuelva de nuevo. Veremos indicios milagrosos de que Dios el Padre y Su Hijo, Jesucristo, presiden esta Iglesia en majestad y gloria, pero en los días futuros, no será posible sobrevivir espiritualmente sin la influencia guiadora, orientadora, consoladora y constante del Espíritu Santo.
Mis amados hermanos y hermanas, les suplico que aumenten su capacidad espiritual para recibir revelación. Permitan que este domingo de Pascua de Resurrección sea un momento decisivo en su vida. Elijan hacer el trabajo espiritual que se necesita para disfrutar del don del Espíritu Santo y oír la voz del Espíritu con mayor frecuencia y claridad.
Al igual que Moroni, en esta Pascua de Resurrección los exhorto a “[venir] a Cristo, y [procurar] toda buena dádiva”15, empezando con el don del Espíritu Santo, el cual puede cambiar y cambiará su vida.
Somos seguidores de Jesucristo; La verdad más importante que el Espíritu Santo podría testificarles es que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente. ¡Él vive! Él es nuestro Intercesor ante el Padre, nuestro Ejemplo, y nuestro Redentor. En este domingo de Pascua de Resurrección, conmemoramos Su sacrificio expiatorio, Su resurrección literal, y Su divinidad.
Esta es Su Iglesia, restaurada mediante el profeta José Smith. Testifico de ello, con mi expresión de amor por cada uno de ustedes, en el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.