Conferencia General
Cristo ha resucitado; la fe en Él moverá montes
Conferencia General de abril de 2021


16:22

Cristo ha resucitado; la fe en Él moverá montes

La fe en Jesucristo es el poder más grandioso que tenemos a nuestro alcance en esta vida. Al que cree, todo le es posible.

Mis queridos hermanos y hermanas, agradezco el privilegio de dirigirme a ustedes en este domingo de Pascua de Resurrección1. El sacrificio expiatorio y la resurrección de Jesucristo cambiaron para siempre la vida de cada uno de nosotros. Amamos al Señor y los adoramos a Él y a nuestro Padre Celestial con gratitud.

Durante los últimos seis meses, hemos continuado lidiando con una pandemia mundial. Me maravilla la resiliencia y la fortaleza espiritual con que hacen frente a la enfermedad, la pérdida y el aislamiento. Oro constantemente para que, a través de todo, sientan el amor constante del Señor por ustedes. Si sus pruebas los han convertido en discípulos más fieles, este año pasado no habrá sido en vano.

Esta mañana hemos escuchado a líderes de la Iglesia que provienen de todos los continentes habitados de la tierra. En verdad, las bendiciones del Evangelio son para toda raza, lengua y pueblo. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es una Iglesia mundial. Jesucristo es nuestro líder.

Agradecemos que ni siquiera una pandemia ha podido retrasar el avance de Su verdad. El evangelio de Jesucristo es exactamente lo que se necesita en este mundo confuso, contencioso y hastiado.

Cada uno de los hijos de Dios merece la oportunidad de escuchar y aceptar el mensaje sanador y redentor de Jesucristo. Ningún otro mensaje es más vital para nuestra felicidad, ahora y para siempre2; ningún otro mensaje está más lleno de esperanza. Ningún otro mensaje puede eliminar la contención en nuestra sociedad.

La fe en Jesucristo es el fundamento de toda creencia y el conducto del poder divino. Según el apóstol Pablo: “… sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que es galardonador de los que le buscan”3.

Todo lo bueno de la vida —toda posible bendición de significado eterno— comienza con la fe. El permitir que Dios prevalezca en nuestras vidas comienza con la fe en que Él está dispuesto a guiarnos. El verdadero arrepentimiento comienza con la fe en que Jesucristo tiene el poder de purificarnos, sanarnos y fortalecernos4.

“… no neguéis el poder de Dios”, dijo el profeta Moroni, “porque él obra por poder, de acuerdo con la fe de los hijos de los hombres”5. Es nuestra fe la que activa el poder de Dios en nuestras vidas.

No obstante, el ejercer la fe puede parecer abrumador. A veces quizás nos preguntemos si es posible reunir la fe suficiente para recibir las bendiciones que tanto necesitamos. Sin embargo, el Señor puso fin a esos temores mediante las palabras del profeta Alma, del Libro de Mormón.

Imagen
Un grano de mostaza

Alma simplemente nos pide que experimentemos con la palabra y “ejercit[emos] un poco de fe, sí, aunque no sea más que un deseo de creer”6. La frase “un poco de fe” me recuerda la promesa bíblica del Señor de que si “tuvi[ésemos] fe como un grano de mostaza”, podremos “[decir] a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada [n]os será imposible7.

Imagen
Un ave entre semillas de mostaza

El Señor comprende nuestra debilidad mortal —todos vacilamos a veces—, pero también conoce nuestro gran potencial. La semilla de mostaza comienza pequeña, pero crece hasta convertirse en un árbol lo suficientemente grande como para que los pájaros aniden en sus ramas. La semilla de mostaza representa una fe pequeña pero creciente8.

El Señor no requiere que tengamos una fe perfecta para tener acceso a Su poder perfecto, pero nos pide que creamos.

Mis queridos hermanos y hermanas, mi llamado a ustedes esta mañana de Pascua de Resurrección es que comiencen hoy a aumentar su fe. Mediante su fe, Jesucristo aumentará la capacidad de ustedes para mover los montes que haya en su vida9, aunque sus desafíos personales puedan ser tan grandes como el monte Everest.

Sus montes pueden ser la soledad, la duda, las enfermedades u otros problemas personales. Sus montes serán distintos, no obstante, la respuesta a cada uno de sus desafíos es aumentar su fe. Eso requiere trabajo. Los aprendices perezosos y los discípulos negligentes siempre tendrán dificultades para reunir incluso un poco de fe.

Se requiere esfuerzo para hacer algo bien. El convertirse en un verdadero discípulo de Jesucristo no es una excepción. Para aumentar su fe y confianza en Él se requiere esfuerzo. Permítanme brindarles cinco sugerencias para ayudarlos a desarrollar esa fe y confianza.

Primero, estudien. Conviértanse en estudiantes dedicados. Aplíquense de lleno a las Escrituras para comprender mejor la misión y el ministerio de Cristo. Conozcan la doctrina de Cristo para que comprendan el poder que ella tiene para su vida. Interioricen la verdad de que la expiación de Jesucristo se aplica a ustedes. Él tomó sobre Sí sus aflicciones, sus errores, sus debilidades, y sus pecados. Él pagó el precio compensatorio y les proporcionó el poder para mover todos los montes que afrontarán. Ustedes obtienen ese poder con su fe, confianza y voluntad de seguirlo.

El mover sus montes quizás requiera un milagro. Aprendan acerca de los milagros. Los milagros se realizan de acuerdo con su fe en el Señor. Es fundamental para esa fe que confíen en Su voluntad y en Su tiempo, en cómo y cuándo los bendecirá con la ayuda milagrosa que desean. Solo su incredulidad evitará que Dios los bendiga con milagros para mover los montes de su vida10.

Cuanto más aprendan acerca del Salvador, más fácil será confiar en Su misericordia, Su amor infinito y Su poder fortalecedor, sanador y redentor. El Salvador nunca está más cerca de ustedes que cuando están enfrentando o escalando un monte con fe.

Segundo, elijan creer en Jesucristo. Si tienen dudas sobre Dios el Padre y Su Hijo Amado, o de la validez de la Restauración o de la veracidad del llamamiento divino de José Smith como profeta, elijan creer11 y permanezcan fieles. Lleven sus preguntas al Señor y a otras fuentes fidedignas. Estudien con el deseo de creer más que con la esperanza de encontrar una falla en la trama de la vida de un profeta o una discrepancia en las Escrituras. Dejen de aumentar sus dudas repitiéndolas con otros incrédulos. Permitan que el Señor los guíe en su trayecto de descubrimiento espiritual.

Tercero, actúen con fe. ¿Qué harían si tuviesen más fe? Mediten en ello; escriban al respecto. Después reciban más fe haciendo algo que requiera más fe.

Cuarto, participen de las ordenanzas sagradas de manera digna. Las ordenanzas activan el poder de Dios en su vida12.

Y quinto, pidan ayuda a su Padre Celestial, en el nombre de Jesucristo.

La fe requiere trabajo; el recibir revelación requiere trabajo, pero “todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”13. Dios sabe qué es lo que les ayudará a aumentar su fe. Pidan, y luego, vuelvan a pedir.

Un incrédulo podría decir que la fe es para los débiles, pero tal afirmación pasa por alto el poder de la fe. Los apóstoles del Salvador ¿habrían seguido enseñando Su doctrina después de Su muerte, arriesgando sus vidas, si hubieran dudado de Él?14. ¿Habrían sufrido José y Hyrum Smith la muerte de mártires defendiendo la restauración de la Iglesia del Señor a menos que tuvieran un testimonio firme de que era verdad? ¿Habrían muerto casi 2000 santos a lo largo de la ruta pionera15 si no hubieran tenido fe en que el evangelio de Jesucristo había sido restaurado? En verdad, la fe es el poder que permite que lo improbable logre lo imposible.

No minimicen la fe que ya tienen. Se necesita fe para unirse a la Iglesia y permanecer fiel. Se necesita fe para seguir a los profetas en lugar de los expertos y la opinión popular. Se necesita fe para servir una misión durante una pandemia. Se necesita fe para vivir una vida casta, cuando el mundo proclama que la ley de castidad de Dios ya está pasada de moda. Se necesita fe para enseñar el Evangelio a los niños en un mundo secular. Se necesita fe para suplicar por la vida de un ser querido e incluso más fe para aceptar una respuesta decepcionante.

Hace dos años, la hermana Nelson y yo visitamos Samoa, Tonga, Fiyi y Tahití. En cada una de esas naciones insulares habían tenido fuertes lluvias durante días. Los miembros habían ayunado y orado para que sus reuniones al aire libre fuesen protegidas de la lluvia.

En Samoa, Fiyi y Tahití, justo cuando comenzaron las reuniones, dejó de llover; pero en Tonga, la lluvia no cesó. No obstante, 13 000 santos fieles llegaron horas antes para conseguir un asiento, esperaron pacientemente durante un aguacero constante y luego permanecieron sentados en una reunión de dos horas sumamente mojada.

Imagen
Santos de Tonga en la lluvia

Presenciamos una fe vibrante en acción en cada uno de esos isleños: fe suficiente para detener la lluvia, y fe para perseverar cuando no escampó.

Los montes de nuestra vida no siempre se mueven cómo o cuándo nos guste, pero nuestra fe siempre nos impulsará hacia adelante. La fe siempre aumenta nuestro acceso al poder divino.

Sepan esto: si todas las cosas y todas las personas en el mundo, en quienes ustedes confían, les fallan, Jesucristo y Su Iglesia nunca les fallarán. El Señor nunca se adormece ni duerme16. Él “es el mismo ayer, hoy y [mañana]”17. Él no abandonará Sus convenios18, Sus promesas ni Su amor por Su pueblo. Él obra milagros hoy y obrará milagros mañana19.

La fe en Jesucristo es el poder más grandioso que tenemos a nuestro alcance en esta vida. Todas las cosas son posibles a los que creen20.

Su creciente fe en Él moverá montes, no los montes de roca que embellecen la tierra, sino los montes de desdicha en sus vidas. Su fe floreciente les ayudará a convertir los desafíos en crecimiento y oportunidades incomparables.

En este domingo de Pascua de Resurrección, con mis profundos sentimientos de amor y gratitud, declaro mi testimonio de que Jesucristo verdaderamente ha resucitado. Ha resucitado para guiar Su Iglesia. Ha resucitado para bendecir la vida de todos los hijos de Dios, dondequiera que vivan. Con fe en Él, podemos mover los montes de nuestra vida. De ello testifico, en el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. En algunas partes del mundo, la gente usa una forma única y especial de intercambiar saludos en la mañana de la Pascua de Resurrección. En su idioma local, el que saluda dice: “¡Cristo ha resucitado!”. La persona que recibe el saludo responde: “¡Ciertamente! ¡Ha resucitado!”. Por ejemplo, el intercambio de saludos entre hablantes de ruso en la Pascua de Resurrección comienza con “Христос воскрес” (¡Cristo ha resucitado!), a lo que responden: “Воистину! воскрес!” (¡Ciertamente! ¡Ha resucitado!

  2. Véase Mosíah 2:41.

  3. Hebreos 11:6. En Lectures on Faith [Discursos sobre la fe] se afirma que la fe “es el primer gran principio gobernante que tiene poder, dominio y autoridad sobre todas las cosas” (1985, pág. 5).

  4. Véanse Mateo 11:28–30; Alma 7:12–13; Éter 12:27.

  5. Moroni 10:7; cursiva agregada.

  6. Alma 32:27; cursiva agregada.

  7. Mateo 17:20; cursiva agregada; véase también Helamán 12:9, 13.

  8. Véase Doctrina y Convenios 78:17–18. La recompensa de despojarse del hombre natural es hacerse “santo por la expiación de Cristo el Señor” (Mosíah 3:19).

  9. Véase 1 Nefi 7:12.

  10. Véanse Mormón 9:19–21; Éter 12:30.

  11. Véase 2 Nefi 33:10–11.

  12. Véase Doctrina y Convenios 84:20.

  13. Mateo 7:8.

  14. Sin el poder de la fe, ¿habría sufrido Abinadí la muerte por fuego por rehusarse a negar lo que sabía que era verdad? (véase Mosíah 17:7–20). Sin ese poder, ¿se habría escondido Éter en el hueco de una roca (véase Éter 13:13–14) y habría soportado Moroni los años de soledad (véase Moroni 1:1–3) cuando sus vidas podrían haber sido mucho más cómodas si tan solo hubieran negado lo que creían?

  15. Véase Melvin L. Bashore, H. Dennis Tolley y BYU Pioneer Mortality Team, “Mortality on the Mormon Trail, 1847–1868”, BYU Studies, tomo LIII, nro. 4, 2014, pág. 115.

  16. Véase Salmo 121:4.

  17. Mormón 9:9.

  18. Véanse Isaías 54:10; 3 Nefi 22:10.

  19. Véase Mormón 9:10–11, 15.

  20. Véase Marcos 9:23.