“La mano del Señor, las veinticuatro horas del día”
Poco después de su bautismo en 1986, María Luisa de la Flor, su hija Goani y un nieto bebé, viajaron desde Cochabamba, Bolivia, para recibir sus investiduras en el Templo de Santiago, Chile. Llegaron a Santiago después de más de veinticuatro horas de viaje. Cuando los primeros contactos con que contaban en la zona no respondieron, Goani sugirió que oraran para pedir ayuda. Después de la oración, hicieron otra llamada y un hermano chileno acudió rápidamente y las llevó en auto. Otra familia les proporcionó alojamiento y las llevó al templo.
En el viaje de regreso, María y Goani sufrieron retrasos y quedaron abandonadas lejos de casa. Nuevamente recibieron ayuda. “Que buenas son las personas, Dios no se olvida de nosotros”, dijo María. Una mujer se les acercó, les ofreció todo lo que necesitaban y las llevó a su casa. “Nos lo ofreció de tal manera que era como si estuviéramos en casa; fue hermoso”, expresó María.
María describió ese viaje con su hija como vital para su conversión al Evangelio. “Regresamos y éramos otras personas, mucho más cercanas al Evangelio, mucho más, y también más predispuestas a trabajar en la obra”.
Muchos años después, los santos de Cochabamba respondieron a circunstancias similares ofreciendo amor y refugio a los santos chilenos en un viaje al templo. En 2007, debido a los disturbios sociales y políticos entre el Gobierno de Cochabamba y algunos partidarios del presidente Evo Morales, se colocaron bloqueos en las carreteras que impidieron que un gran grupo de miembros chilenos llegaran al Templo de Cochabamba, Bolivia. Los Santos de los Últimos Días chilenos habían permanecido en el autobús treinta horas sin comida ni acceso a un baño. Una pareja valiente logró eludir la barricada hasta que finalmente llegaron al templo a pie. Al enterarse de su difícil situación, los miembros bolivianos fueron a buscar al grupo y los trajeron al templo, donde los esperaban noventa y cinco desayunos en la cafetería.
Durante ese tiempo, los bloqueos u otros obstáculos solían impedir que los miembros llegaran al templo. Abel R. Gonzáles, presidente del templo de Cochabamba de 2007 a 2010, recordó los sacrificios que hacían los miembros bolivianos para ir al templo y los milagros que siguieron. “Con fe, muchos emprendían el viaje sabiendo que se encontrarían con un bloqueo en el camino. Cuando llegó a la barricada, un presidente de estaca se bajó y exigió a quienes imponían la barricada que la abrieran. Le despejaron el camino y ellos llegaron a tiempo. Después de esto, los miembros dejaron de preocuparse por cómo regresarían, pues ya había pruebas de la mano del Señor a favor de Sus hijos”. Al describir su experiencia como presidente del templo, Gonzáles la describió como “la mano del Señor, las veinticuatro horas del día”.