El precio del discipulado
En 1957, Alma Gloria Chávez era una joven brillante y desenvuelta de diecisiete años de San Pedro Sula. Cuando vio a los misioneros pasar por su casa un día, los invitó a entrar para que enseñaran a su familia acerca de su Iglesia. Los primeros mensajes que los misioneros compartieron con Alma no la impresionaron, pero cuando le enseñaron acerca del Libro de Mormón, se sintió intrigada. Se quedó despierta durante tres noches consecutivas leyendo y reflexionando sobre el libro. La siguiente vez que se reunió con los misioneros, hizo muchas preguntas. A medida que continuaba estudiando el Evangelio con ellos, llegó a saber que era verdadero.
Ser bautizada, sin embargo, fue solo la primera de sus pruebas. Muchos amigos, familiares y mentores respetados cuestionaron su nueva fe. Un sacerdote local al que conocía y respetaba desde la infancia sugirió que simplemente se sentía atraída por los estadounidenses guapos y su dinero. Amigos de toda la vida se negaron a hablar con ella y perdió su trabajo. Después de que la querida abuela de Alma también fuera bautizada, ella y Alma fueron desalojadas de la casa que compartían. Se vieron obligadas a vivir en una pequeña casa con otras personas, mientras Alma trabajaba en diversos empleos mal pagados para mantenerse. No obstante, esas pruebas no les arrebataron su fe.
Alma, la joven que había querido demostrar a los misioneros que estaban equivocados, perdió mucho de lo que le importaba a causa de su nueva fe en el Evangelio de Jesucristo, pero ella no quería —no podía— renunciar a esa fe, a pesar de las pruebas. Un mes después de su bautismo, aceptó un llamamiento como maestra de la Escuela Dominical y, menos de dos años después, se embarcó en una misión de tiempo completo. Los miembros de San Pedro Sula llegaron a conocerla como una dedicada mujer de fe, una querida maestra y un firme ejemplo de los creyentes. Como escribió más tarde un misionero que sirvió en la zona: “Nunca he visto a una chica con ese ánimo, con tal testimonio y el deseo de llevar una vida recta”.