Historia de la Iglesia
“Pero lo superé”


“Pero lo superé”

En 1997, la fe y la salud de Josefa Correa, Santo de los Últimos Días de Managua, se pusieron a prueba en un terrible accidente. Un trabajador que estaba en el techo de su casa llamó a Josefa para decirle que había terminado algo y, con curiosidad, ella empezó a subir la escalera para ver. Desafortunadamente, el suelo estaba blando debido a la lluvia reciente y la escalera comenzó a caerse. Josefa se apresuró a estabilizarse contra la pared, pero se cayó del sexto escalón de la escalera y se golpeó contra el suelo. “Me rompí el pie como una galleta”, dijo ella. “Cuando estaba en el suelo, vi que tenía el pie completamente roto, con una herida abierta”.

Debido a que había una huelga de transporte en la ciudad, las calles estaban con barricadas y los hospitales sin médicos. De alguna manera, los rescatistas transportaron a Josefa a un hospital con personal médico. Inmediatamente comenzaron una operación de cuatro horas en su pie y lo cosieron para reconstruirlo.

Después de quince días en el hospital, Josefa estuvo a punto de morir a causa de una infección. Como era alérgica a la penicilina, los médicos no podían darle los antibióticos que necesitaba para combatir la infección. Querían amputar. Para el día veinte, Josefa pensó que su vida estaba a punto de terminar. “Estaba tan desesperada que ya estaba pensando en la muerte”, dijo ella. Ese mismo día llegó su hijo y el médico le dijo que su madre moriría lentamente a causa de la amputación de la pierna que era necesaria para detener la propagación de la infección.

Josefa había mandado a llamar a los misioneros para que le dieran una bendición, pero no habían venido. “Estaba muy enojada”, dijo ella. Los misioneros finalmente llegaron pocas horas antes de que ella fuera operada. “Les dije que para qué habían venido si ya no los necesitaba porque iba a morir”. Los misioneros le aseguraron a Josefa que viviría y le contaron la historia de un futbolista que se había roto un pie jugando, pero que luego se recuperó y volvió a la cancha. Ellos le dieron una bendición antes de salir del hospital.

“Pensé en la bendición que me habían dado y pensé que esa era la respuesta de nuestro Padre Celestial”, dijo Josefa. Llamó a los médicos y les dijo que quería tomar penicilina. Después de que le aplicaron la primera inyección, Josefa experimentó una reacción terrible durante casi dos horas. “Sentí que algo me había tragado y que me estaba hundiendo en un pozo profundo, pero lo superé”, dijo ella.

Catorce inyecciones y diez días después, Josefa regresó a casa. Le tomó un año sanar. “Usaba silla de ruedas, andador y bastón, pero aun así siempre asistía a la Iglesia y disfrutaba con un pie roto y cosido. Todos los días doy gracias a nuestro Padre Celestial, a los misioneros y a los médicos que me atendieron”. Tres años después del accidente, podía caminar sin dolor, incluso con tacones altos. “Sé que es un milagro que Él hizo por mí”, dijo Josefa.