“Como un roble crece lentamente de una bellota”
Inspirados por el Libro de Mormón, los primeros líderes de la Iglesia esperaban difundir el Evangelio entre los descendientes de los amerindios. En 1851, el élder Parley P. Pratt, del Cuórum de los Doce Apóstoles, viajó a Chile con la esperanza de establecer una misión en Sudamérica, pero su limitado conocimiento del idioma español, así como las restricciones gubernamentales sobre la libertad de prensa y religiosa, complicaron la tarea. Luego, los líderes de la Iglesia se centraron en México, donde se aprobaron reformas en la década de 1870. El Evangelio restaurado no se predicó en América del Sur hasta que algunos miembros de la Iglesia emigraron a Argentina y a Brasil en la década de 1920.
En 1926, en una conferencia que se llevó a cabo en Buenos Aires, el apóstol y presidente de misión, Melvin J. Ballard, predijo que el crecimiento de la Iglesia comenzaría gradualmente, “al igual que el roble crece paulatinamente de una bellota”. No obstante, él prometió: “La Misión Sudamérica llegará a ser una potencia en la Iglesia”. En los veinticinco años siguientes, conforme la obra misional se extendía de Argentina a Brasil y a Uruguay, la Iglesia creció paulatinamente. En 1950, había menos de 2500 Santos de los Últimos Días en el continente.
En junio de 1962, los presidentes de las misiones sudamericanas y sus esposas se reunieron para celebrar una reunión especial en Machu Picchu, Perú, en lo alto de la cordillera de los Andes. Hablaron de su responsabilidad de aumentar su dedicación al servicio de todos los pueblos de Sudamérica. “Tenemos que ser diferentes”, dijo el élder A. Theodore Tuttle, presidente de la Misión Sudamericana, “y aunque eso requiera más sacrificio, más dedicación, debemos darlo y sentir que debemos hacerlo, pues eso es lo que ayudará a que la obra avance mejor”.