Historia de la Iglesia
“Todo será reestablecido”


“Todo será reestablecido”

Ana Lía Guedes Gentilini de Risso y su hijo, Eduardo Risso, fueron bautizados en Montevideo, Uruguay, en febrero de 1973. Aunque nunca dejó de creer en Dios, Ana había dejado de asistir a servicios religiosos casi un año antes de conocer a los misioneros. “Para mí, Dios era un ser demasiado lejano”, dijo ella, “demasiado inalcanzable”. Un día, un misionero acompañado de un joven de la localidad se detuvo en su casa y les preguntó si podían volver con un mensaje. Eduardo, de dieciocho años, dijo que sí. Ana no tenía planeado convertirse.

Una noche, mientras leía el Libro de Mormón, se sintió conmovida por el mensaje de Alma a su hijo Coriantón. “Todo será reestablecido a su propia y perfecta forma”, enseñaba Alma, y “ni un cabello de la cabeza se perderá” (Alma 40:23). Ana obtuvo el conocimiento de que su esposo, que había sufrido durante mucho tiempo los terribles efectos secundarios de un grave accidente, “tendría una vida perfecta en el futuro”. Ella dijo: “Con esto supe que el Señor tenía algo diferente para nosotros”. Al reflexionar sobre esta experiencia, sintió que el Señor la estaba preparando para recibir el Evangelio restaurado.

En 1975, casi dos años después de su bautismo, Eduardo dejó su hogar para servir en la Misión Paraguay-Uruguay. Ana dijo: “Era un joven muy especial. El Señor lo había preparado para algo en el futuro”. En la misión, Eduardo se convirtió en un poderoso líder con una fe enorme. Fue uno de los primeros misioneros uruguayos en servir en Paraguay.

Eduardo fue por primera vez a Paraguay en abril de 1975. Sirvió primero en Asunción y luego en Paraguarí; el tiempo restante sirvió en Uruguay. Su tiempo como misionero lo ayudó a ver el Evangelio en acción en la vida de los demás y en la suya. Él contó: “En aquel momento yo era un converso reciente y mi servicio en la misión fue extraordinario para el resto de mi vida”.