Clásicos de Liahona
Amigos para siempre
El élder Marvin J. Ashton sirvió en el Quórum de los Doce Apóstoles de 1971 a 1994. Se le sostuvo como Ayudante de los Doce el 3 de octubre de 1969, el mismo día en que pronunció este discurso.
Mi esposa y yo nos encontrábamos un día a la entrada de nuestra casa, cuando el chico que repartía los periódicos bajaba la calle en su bicicleta cargada de diarios. A unos 20 ó 25 metros detrás de él estaba otro chico que le seguía también en bicicleta. Hasta entonces yo desconocía qué relación había entre ambos, pero me fijé en que los dos venían calle abajo a gran velocidad.
Cuando el repartidor llegó a la acera delante de nuestra casa, iba tan rápido que no pudo detenerse y, como resultado, salió despedido hacia un lado, la bicicleta hacia el otro y los periódicos quedaron esparcidos por todas partes. Al fijarme en que el joven había caído en nuestro césped y que no estaba herido, pero sabiendo que sin duda estaría avergonzado por haberse caído delante de su amigo, fuimos hacia él.
Ante la vista de ese perfecto aterrizaje triple —si es que se le puede llamar así— su amigo gritaba de placer y se reía a carcajadas con dicha plena y completa por la desgracia de su compañero.
Intentando aliviar el sofoco del repartidor, y sabiendo que no precisaba ayuda sino recomponer un poquito su orgullo, me acerqué un poco más y le dije: “¡Qué injusto que tu amigo se ría porque te hayas caído!”.
El joven siguió recogiendo los diarios sin siquiera levantar la vista. Por fin puso todos los periódicos en su sitio, tomó la bicicleta y al alejarse de nuestra casa hizo el siguiente comentario: “Él no es mi amigo; es mi hermano”.
Sus palabras han estado dándome vueltas en la cabeza desde entonces con gran insistencia. Creo sinceramente que uno de los grandes objetivos de las noches de hogar y de la orientación familiar es que los integrantes de la familia se den cuenta de que un hermano puede ser un amigo, y que un padre o una madre pueden ser más que padres: pueden ser amigos.
Tengo la esperanza y ruego que podamos captar la sabiduría y la inspiración de edificar un hogar de tal modo que los miembros de esa unidad sagrada puedan mirar a un padre y decir: “Él es mi mejor amigo”, o “Mi madre es mucho más que una madre; es mi amiga”. Cuando nos percatemos de que los padres y los miembros de una familia pueden ser más que relaciones consanguíneas y que en realidad son amistades, entonces tendremos un poco de la visión de cómo nuestro Padre Celestial desea que vivamos: no sólo como hermanos y hermanas, sino como amigos muy íntimos.
Adaptado de un discurso pronunciado en la conferencia general de octubre de 1969.