Como resultado, tendremos éxito
El autor vive en São Paulo, Brasil.
Cuando tenía 14 años, mi maestro de física vio que tenía talento con las matemáticas y me inscribió en las Olimpíadas de matemáticas de Brasil. Comprendía tres fases; la primera y la segunda se efectuaron un día sábado. Clasifiqué para la tercera fase y vi que se llevaría a cabo durante dos días: un sábado y un domingo.
Entonces les dije a mi maestro y al director de las Olimpíadas que no haría el examen del domingo ya que era el día del Señor. El director me pidió que hablara con los líderes de mi Iglesia para que me dejaran hacer el examen el día domingo, pues si no lo hacía, quedaría descalificado. Le dije que podría renunciar a cualquier cosa menos a Dios.
No me sentí triste, pues tenía la esperanza puesta en que Dios honra a aquellos que lo honran. Recordé la Escritura en Mateo 6:33: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.
Unas semanas después, nos pusimos en contacto con el secretario de las Olimpíadas, quien dijo que no podía hacer el examen ningún otro día y que me descalificarían. Después de conversar con él por bastante tiempo, me sugirió que le enviara un correo electrónico explicando mi situación. Luego de enviarlo, oré al Padre Celestial y le dije que haría Su voluntad.
La noche siguiente, recibí un correo electrónico del coordinador diciendo que podía hacer el examen del domingo el día lunes, a la hora más conveniente para mí; y además, me ofreció que hiciera el examen en mi ciudad para que no perdiera las clases de la escuela por la mañana.
Después de recibir esa buena noticia, oré al Señor agradeciéndole, ya que Él me había ayudado; y mis padres fueron al templo para expresar gratitud.
Cuando salieron los resultados del examen, obtuve la medalla de oro. El Señor honra a aquellos que lo honran.