¡Pase lo que pase!
A principios de este año, mi compañera de caligrafía y lectura llegó a clase muy triste. Había tenido muchos errores en su trabajo de matemáticas y decía: “Soy una inútil”.
Yo estaba preocupado por mi amiga, así que le conté todo sobre Jesús y cuánto nos ama. ¡Le dije que eso significa que no somos inútiles! Luego le canté “Soy un hijo de Dios”. A ella le gustó mucho y me preguntó dónde aprendía esas cosas. Le expliqué que mi familia va cada semana a la Iglesia, y que aprendo mucho sobre Jesús en la Primaria.
Esa noche ella habló con su mamá acerca de nuestra conversación, y le preguntó si ellos podían venir a la Iglesia con mi familia. ¡Su mamá dijo que sí!
Mi amiga se sentó a mi lado en la reunión sacramental ese mismo domingo. Ahora ella viene conmigo a la Iglesia casi cada semana. Sus padres y ella están aprendiendo cada vez más del evangelio de Jesucristo con los misioneros y otras familias de nuestro barrio.
Me siento muy feliz porque pude seguir el ejemplo del Salvador y consolar a una amiga triste. Ya sea que sus padres decidan bautizarse o no, lo mejor es que ahora ella sabe que Dios y Jesús la aman, ¡pase lo que pase!