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Una revelación trascendente
En octubre del año 1978, mi esposa y yo conocimos a los misioneros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días mientras nos dirigíamos a un cine de nuestra localidad. A causa de una brusca frenada, golpeé involuntariamente a uno de ellos, pero luego de disculparme, quedamos para una cita. Los élderes Kenneth Chalmer y William Webster llegaron puntualmente y nos preguntaron a qué religión pertenecíamos. Respondí que era católico practicante, pues además era cargador del Señor de los Milagros, una imagen venerada en nuestra comunidad. Señalaron que venían a ayudarnos, y nos mostraron Jeremías 10:1-10, en cuanto a la idolatría, lo que penetró en mi corazón y aclaró mi entendimiento por el poder del Espíritu Santo. De inmediato, tomé la determinación de obedecer a Dios y me deshice del hábito y de las imágenes que conservaba en casa. Recibimos las charlas y nos bautizamos el 8 de abril de 1979, en Tarma.
Asistíamos a la primera casa capilla de nuestra localidad que, en ese entonces, contaba con diez miembros. Fui llamado como primer consejero de la presidencia de rama. Al poco tiempo aumentó el número de miembros y el departamento utilizado para nuestras reuniones no alcanzaba, por lo que necesitábamos adquirir o alquilar un local más amplio. Al principio, no encontrábamos un lugar aparente, pero una noche, después de orar fervorosamente al Señor, tuve una revelación en mis sueños, donde me encontraba en un cerro alto compitiendo con cerca de treinta personas por saber quién era capaz de lanzar más lejos una piedra. Cogí, en mi sueño, una piedra y la arrojé lo más fuerte posible, la que se convirtió en una palomita blanca que voló y voló hasta posarse sobre el techo de una concesionaria de la línea Volkswagen en Marcavalle, La Oroya. Después de contemplar un momento, la paloma bajó al patio y se quedó allí y no la volví a ver.
A la mañana siguiente fui al lugar mostrado en mi sueño y me entrevisté con Demetrio Suarez, dueño del lugar, a quien pregunté si el área estaba en venta, respondió no saber nada, pero se comprometió en consultar y me daría la respuesta al día siguiente. En efecto, se acercó, como dijo, a mi trabajo y me confirmó que el directorio había decidido vender aquella propiedad, facilitándome el teléfono y la dirección de la firma en la ciudad de Lima. Acudí a mi presidente de rama con la buena noticia, quien se regocijó grandemente. La compra de la propiedad se dejó en manos del Área. El 1 de mayo de 1980 se nos entregó formalmente el inmueble, fue un día inolvidable para todos los miembros de nuestra rama. Esta capilla conserva la estructura original, pero se adecuaron los ambientes para los fines de la Iglesia, haciéndola singular en cuanto a nuestras edificaciones. Por su parte, fue nuestra alma máter de donde se desprendieron otras ramas como Oroya Antigua y Huaymanta, posteriormente Rama San Pedro de Cajas, Rama Junín y Rama Cerro de Pasco.
Testifico que el Señor mismo dirige su Iglesia, que prepara la vía para que se cumpla lo que Él ha mandado. Me siento muy bendecido de formar parte de su obra y ser poseedor de su sacerdocio. A mis 81 años de vida testifico de la veracidad del evangelio de Dios, de que Él vive y demuestra su amor por cada uno de nosotros de distintas maneras. Me aúno a los muchos testimonios de mis consiervos en cuanto al progreso de la Iglesia en el mundo.