Principios de ministración
La forma en la que el Espíritu puede ayudarles a ministrar, y lo hará.
La asignación del sacerdocio de ministrar, la cual se ha dado tanto a hombres como a mujeres, incluye el derecho de recibir revelación.
El llamado a ministrar, servir y hasta amar como lo hizo el Salvador a veces puede parecer complicado, en particular si incluye visitar a personas que no conozcamos muy bien. Debido a que hay un millón de maneras de ministrar, nos preguntamos cómo podemos saber las mejores formas de tender la mano a las personas que se nos han asignado.
Sin embargo, no nos lo tenemos que preguntar mucho tiempo, ya que nuestros esfuerzos sinceros pueden ser guiados por el Espíritu Santo.
“La asignación sagrada de la ministración les da a ustedes el derecho divino a la inspiración”, dijo la hermana Bonnie H. Cordon, Presidenta General de las Mujeres Jóvenes. “Pueden buscar esa inspiración con confianza”1.
Si procuramos servir de la forma en la que lo hizo el Salvador, podemos ser guiados por el mismo Espíritu que lo guio a Él. Eso es particularmente cierto al cumplir asignaciones como la de ministrar, la cual se hace bajo la autoridad de las llaves del sacerdocio del obispo. Las siguientes son seis sugerencias para ministrar con el Espíritu:
¿Cómo puedo tener el Espíritu al ministrar?
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Oren para pedir guía. El Padre Celestial desea que nos comuniquemos con Él por medio de la oración. La oración no solo nos permite acercarnos a Él, sino también recibir “las bendiciones que Dios esté dispuesto a otorgarnos, pero que debemos solicitar a fin de recibirlas”2. “Al orar y procurar entender su corazón”, señaló la hermana Cordon, “testifico que el Padre Celestial nos guiará y Su Espíritu nos acompañará”3.
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No esperen hasta recibir una impresión. Demuestren iniciativa propia. Si estamos “anhelosamente consagrados” (Doctrina y Convenios 58:27), veremos que nuestros empeños pueden ser guiados y magnificados. “El llevar a cabo nuestro servicio y trabajo es una forma importante de hacernos dignos de recibir revelación”, afirmó el presidente Dallin H. Oaks, Primer Consejero de la Primera Presidencia. “En mi estudio de las Escrituras he notado que, mayormente, los hijos de Dios reciben revelación cuando están en acción y no cuando se sientan en sus casas esperando que el Señor les diga el primer paso que deben dar”4.
¿Cómo distingo las impresiones para ministrar?
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Sigan el consejo de Mormón. No tenemos que quedarnos vacilando sobre si un pensamiento fue una impresión o no, ya que tenemos la sencilla clave de Mormón para saberlo: Si tienen un pensamiento que les induce a hacer el bien, a creer o a ayudar a los demás a creer en Cristo, entonces pueden saber que viene de Dios (véase Moroni 7:16).
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No se preocupen. “Simplemente zambúllanse y naden”, aconsejó el élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles. “Acudan a los necesitados. No se paralicen dudando si deben nadar de espalda o a estilo perrito. Si seguimos los principios básicos que se han enseñado, nos mantenemos en armonía con las llaves del sacerdocio y procuramos que el Espíritu Santo nos guíe, no podemos fallar”5.
¿Cuál es la mejor manera de seguir una impresión?
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De inmediato. La hermana Susan Bednar (esposa del élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles) es un buen ejemplo de alguien que sigue los susurros del Espíritu. Después de orar a fin de “tener ojos espirituales para ver al necesitado”, ella observa a la congregación y a menudo “siente la impresión espiritual de visitar o de llamar por teléfono a una persona determinada”, contó el élder Bednar. “Y cuando la hermana Bednar recibe un impresión así, no tarda en reaccionar y obedecer. Lo habitual es que apenas se dice el ‘amén’ de la última oración, está hablando con un joven o abrazando a una hermana; y ni bien llega a casa, toma el teléfono y hace una llamada”6.
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Con valor. El temor al rechazo y los sentimientos de timidez, de ineptitud o de ser una molestia nos pueden dificultar la tarea de seguir una impresión para ministrar. “En diversos momentos y maneras, todos nos sentimos incapaces, inseguros y tal vez indignos”, indicó el élder Gerrit W. Gong, del Cuórum de los Doce Apóstoles. “Con todo, en nuestro fiel afán de amar a Dios y ministrar al prójimo, podemos sentir el amor de Dios y la inspiración necesaria para la vida del prójimo y la nuestra de maneras nuevas y más santas”7.
Un hermano relató que estaba indeciso en cuanto a tender una mano al esposo de una hermana que había intentado suicidarse; sin embargo, finalmente invitó al esposo a almorzar. “Cuando le dije: ‘Su esposa trató de suicidarse; eso debe ser algo abrumador para usted. ¿Quiere hablar de ello?’, lloró abiertamente”, contó el hermano. “Tuvimos una conversación agradable, y cultivamos una cercanía y confianza notables en pocos minutos”8.