2019
No soy perfecta… todavía
Septiembre de 2019


Jóvenes adultos

No soy perfecta… todavía

La autora vive en los Países Bajos.

Luchar con el perfeccionismo me ayudó a entender más sobre la expiación del Salvador.

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En 3 Nefi 12:48, Jesús enseña: “Por tanto, quisiera que fueseis perfectos así como yo, o como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Este pasaje siempre me impactó duramente porque he luchado con el perfeccionismo toda mi vida, y por más genial que sea querer destacarme en todo, el perfeccionismo puede ser muy tóxico. Durante mucho tiempo, cada vez que cometía un error, o incluso cuando tenía éxito, nunca sentía que era lo suficientemente buena.

Esperar demasiado de mí misma

Siempre he esperado mucho de mí misma, especialmente en la escuela secundaria; y a menudo me quedaba corta porque trataba de lograr muchas cosas a la vez para demostrar que era lo suficientemente buena. Un año decidí aprender bailes de salón, tomar lecciones de música y unirme a un conjunto musical. Pensé que tenía que hacer todo lo posible para desarrollar y perfeccionar mis talentos; pero, al llegar a cierto punto, tuve que renunciar a todo porque era demasiado para mí. Fui muy severa conmigo misma. Me sentía un fracaso, y el fracaso era uno de mis mayores temores.

Sé que no soy la única persona que lucha con el perfeccionismo. Muchos de nosotros estamos intentando hacer lo mejor que podemos todos los días y nos sentimos desanimados cuando no logramos realizar todo a la perfección. Sin embargo, a pesar de nuestros esfuerzos, ninguno de nosotros jamás será completamente perfecto aquí en la tierra. Entonces, ¿cómo podemos luchar con la perfección cuando todos los esfuerzos parecen tan inútiles? El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, comparte una respuesta: “Sed, pues, vosotros perfectos… con el tiempo”1.

Esforzarse por lograr la perfección es algo bueno, pero puede volverse algo negativo si permitimos que nos abrume. Con todo lo que esta vida requiere de nosotros física, mental, emocional e incluso espiritualmente, es importante que no nos agotemos por no conformarnos con nada menos que la perfección, y es aun más importante pensar en lo que nuestro Padre Celestial requiere de nosotros. Él no quiere que nos agotemos por tratar de hacer demasiado.

El Señor enseñó en Doctrina y Convenios 10:4: “No corras más aprisa, ni trabajes más de lo que tus fuerzas y los medios proporcionados te permitan traducir; mas sé diligente hasta el fin”. Podemos aplicar eso a nuestra vida. Nuestro Padre Celestial quiere que seamos felices, y lo seremos si hacemos de la mejor manera posible lo que Él nos dice que hagamos, incluso si nuestros esfuerzos no son del todo perfectos todavía.

Perfección significa “completo”

La palabra perfecto originalmente proviene de la palabra perficere, que se divide en per- (“por completo”) y facere (“hacer”). Así que la perfección en realidad significa “completo”, y no podemos estar completos sin Jesucristo (véase Moroni 10:30). Creo que muchos de nosotros a menudo pensamos que no somos lo suficientemente buenos. Y, bueno, ¡no lo somos! Es decir, sin Cristo no lo somos. Como dijo Ammón: “… yo sé que nada soy; en cuanto a mi fuerza, soy débil; por tanto, no me jactaré de mí mismo, sino que me gloriaré en mi Dios, porque con su fuerza puedo hacer todas las cosas” (Alma 26:12).

Con Jesucristo, siempre podemos esforzarnos por ser mejores, aun tanto que llegaremos a ser perfectos y completos algún día porque Él compensará nuestras imperfecciones. “Sí, venid a Cristo, y perfeccionaos en él, y absteneos de toda impiedad, y si os abstenéis de toda impiedad, y amáis a Dios con toda vuestra alma, mente y fuerza, entonces su gracia os es suficiente, para que por su gracia seáis perfectos en Cristo” (Moroni 10:32).

A lo largo de los años me he dado cuenta de que no entendía cabalmente ni comprendía lo que la expiación del Salvador significa para mí. Pensaba que debía tener un desempeño impecable aquí en la tierra y que me habían dejado sola para que descubriera cómo cumplir con esa tarea. Pero ahora sé que nunca estamos solos. Si nos esforzamos por centrarnos en Cristo y lo mantenemos en nuestro corazón y mente, nuestras debilidades se convertirán en fortalezas, así como mi lucha con el perfeccionismo está cambiando. Sé que no soy perfecta, pero Cristo puede ayudarnos a superar cualquier debilidad, pecado, desafío o temor. Él nos entiende y sabe cómo ayudarnos. Espero que todos podamos gozar de Su amor infinito y nos demos cuenta de que, aunque no seamos perfectos ahora, si nos esforzamos por seguirlo a Él, lo seremos algún día.

Nota

  1. Jeffrey R. Holland, “Sed, pues, vosotros perfectos… con el tiempo”, Liahona, noviembre de 2017, pág. 40.