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Sentir Su amor por medio del servicio
Faltaban dos semanas para Navidad y sentía la habitual tensión de la época. Tenía que comprar regalos, decorar el árbol y repartir obsequios.
Durante varios meses me había sentido abrumada por las tareas diarias que afronta una madre de cinco niños pequeños. Incluso, mientras luchaba con mis hijos en el banco de la capilla, sentí que participaba en la Iglesia en forma mecánica. Añoraba sentir más el Espíritu y tener más experiencias espirituales.
Más o menos en esa misma época, mi hermana compró una casa nueva en un estado lindante y estaba tratando de poner todo en orden antes de la Navidad. Esa tarea supondría mucho trabajo para cualquier familia, pero para la de ella era aún más difícil. Estaba en el octavo mes de un embarazo, tenía dos niños pequeños y cuidaba de su esposo tetrapléjico.
Consciente de las dificultades que ella afrontaba, la llamé para ver cómo iban las cosas. Se sentía optimista en cuanto a la mudanza y tenía la esperanza de que los miembros de su nuevo barrio le darían apoyo. Después de nuestra conversación, le deseé suerte, colgué el teléfono y pensé cómo podría ayudarla a 650 km de distancia.
Esa noche seguía pensando que tenía que estar a su lado para ayudarla; pero, al mirar todo lo que yo misma tenía que hacer, deseché la idea y me fui a dormir.
A la mañana siguiente me desperté con la misma impresión. Esta vez el sentimiento era tan intenso que no podía pasarlo por alto. Llamé a mi esposo y le dije: “Tengo que ir a ayudar a mi hermana”. Sin vacilar, él respondió: “Yo he estado pensando lo mismo”.
Llamé a mi hermana, le dije cuáles eran mis planes e hice una reservación en un vuelo para esa tarde. Rápidamente empaqué, me despedí de mis hijos y me dirigí al aeropuerto.
Durante los próximos tres días desempaqué cajas, acomodé cuartos y ayudé a decorar un árbol de Navidad. Después de vaciar casi todas las cajas, me senté con mi hermana y su familia para admirar el bello árbol. Mi sobrina de cinco años, contenta de que su familia estuviera lista para la Navidad, exclamó: “¡Esta va a ser una Navidad fantástica!”.
Mientras viajaba en el avión de regreso a casa, supe que al dar parte de mí misma a esa dulce familia había sentido el Espíritu que tanto había anhelado sentir. Lo sentí porque había prestado servicio a los demás.
Es fácil hablar de prestar servicio en la época de Navidad, siempre que ese servicio se acomode a lo que tenemos planeado hacer, no nos cueste mucho y no nos saque de nuestro ambiente habitual. Pero, para realmente sentir el verdadero espíritu de la Navidad, necesitamos mirar más allá de nosotros mismos. El hacerlo nos ayuda a comprender el amor que nuestro Salvador tiene por cada uno de nosotros.